De izquierda a derecha, Aniceto Setién, José Manuel González Torga, Eugenio Pordomingo, Rafael Díaz y Javier Castro-Villacañas (Foto archivo).

España
Javier Cstro-Villacañas
(31/3/2020)
La realidad de los hospitales saturados de Madrid desde dentro, contada por un antiguo celador que ahora está ingresado con coronavirus.

En el verano de 1984 empecé a trabajar de celador en el Servicio de Urgencias de la Seguridad Social de Madrid. Así pagaba mis estudios de Derecho y podía contar con las pesetas necesarias para mis gastos personales. Ese Madrid, aquellas Urgencias, aquel tiempo de verano… no tienen nada que ver con la pandemia del 2020 que hoy nos mantiene horrorizados. Para ejemplo un dato vivido personalmente: un traslado en ambulancia con oxígeno consistía en 1984 en colocar al enfermo en la camilla de un coche familiar ranchera (un R12 o un Seat 131) con las ventanillas abiertas y a más de 140 km/h por la M-30 hasta entregarlo en perfectas condiciones en La Paz.

36 años después, el dependiente del oxígeno soy yo, pues el bicho del Covid 19 ha plantado nido en mis pulmones. Desde el miércoles llevo ingresado en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid y sólo puedo hablar cosas positivas, como entonces, de la Sanidad española. Es verdad que antes las cosas eran distintas: no existían ordenadores (todo los datos se tomaban a mano), ni GPS (teníamos que ir cargados de planos y guías o nos aprendíamos los barrios y calles de Madrid) y claro que se cometían errores pero la profesionalidad y la entrega de los trabajadores de la Sanidad española ha sido siempre excelente.

Esta es mi experiencia en este trance que estoy padeciendo del virus asiático: desde que ingresé por Urgencias del Puerta de Hierro todo ha funcionado con una gran profesionalidad, eficacia y amabilidad que hay que resaltarla. Todo el personal: médicos, enfermeros, auxiliares de enfermería, celadores, servicio de limpieza… hasta la comida está siendo excelente (el otro día, cocido completo y ayer huevos al pisto riquísimos). No puedo poner un pero ni una objeción a la atención recibida. No percibo ninguna sensación de caos, ni de angustia ni de agotamiento: los turnos se desarrollan correctamente y las pautas se cumplen sin ninguna complicación.

Dentro del Hospital no se vive una pandemia, se trabaja contra una enfermedad y se hace todo lo humanamente posible para salvar la vida de los enfermos. Aquí no se discrimina por clase social (el Puerta de Hierro es un hospital público de los mejores de Europa), ni por edad (hay una anciana de 97 años en una habitación cercana a la mía) ni por raza ni origen (hasta el capellán es un sacerdote del Congo, el padre Agustín). La globalización es una realidad en todos los sentidos (en la enfermedad y en su combate) ya que la gran mayoría de los trabajadores del Hospital son inmigrantes que trabajan al 100% de sus posibilidades. Son los nuevos españoles del siglo XXI que están dejando lo mejor de ellos por nuestro mayor tesoro nacional desde hace más de 70 años: la Seguridad Social española.

Y para terminar un dato también revelador: todo el personal es jovencísimo y excelentemente preparado (incluso el padre Agustín tiene tan solo 29 años). Todo ello nos hace vivir nuestra enfermedad sabiendo que estamos en las mejores manos. Póngamos nosotros de nuestra parte y apoyemos a la Sanidad de España. No hagamos de ella un campo de enfrentamiento político.

N, de la R.
Javier, el autor de este texto, es amigo personal y colaborador de la Tertulia Espacios Europeos, programa de radio (a través de internet) que esperamos y deseamos que vuelva pronto a las antenas. Desde aquí te deseamos, amigo Javier que te recuperes lo antes posible, pues tu familia y amigos te necesitamos en la brega diaria. Un abrazo.
Eugenio Pordomingo.