Jerusalén: Armagedón: el fin del mundo

Internacional
A.L. Martín (21/10/2023)
Al parecer, vivimos tiempos donde realidad y parecer se entremezclan con la líbido desatada, Cortázar dijo que la vida es levantarse con ganas de vivir para levantarse sin ninguna gana después.

La vida es un péndulo, la Historia es un péndulo. Que nadie piense en el péndulo de Foucault. El leonado Beiras ya dijo que la Historia es algo más complicada, una especie de superposición de planos. Se podrían agregar sin duda los espejos deformantes del callejón del gato. Y a Hegel oponiendo blanco y negro como síntesis misteriosa de Dios en sí mismo y en todo.

Estamos a las puertas de la tercera guerra mundial. El Armagedón sobre la ciudad santa de Jerusalén mientras los cadáveres de niños y niñas palestinos forman filas como pequeños muñecos dormidos y ensangrentados. Y diputados se alegran de esta victoria repulsiva que tiene el hedor del ghetto de Varsovia.

Se añaden a esta pestilencia esos forofos de corazón seco, neuronas en trance de mutar a boñigas y babosidad gritona. Es cierto que la Historia está llena de masas embrutecidas: circos romanos, espectáculos de horca y garrote vil… brazos alzados y júbilo frente a los tiranos psicópatas.

Porque la psicopatía se transmite por el aire, a través de ondas, de redes, de satélites. Los seres humanos son como drones o como misiles. Todo empezó con una piedra. El devenir, como decía Cortázar, es una alternancia entre vivir y morir, entre desear vivir y desear morir. Quizás dormir, como esos cadáveres de niños palestinos rotos puestos en fila.

Dormir el sueño eterno para escapar y dejar el dolor.