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Manuel Funes Robert (11/1/2011)
El arte de la sabiduría consiste en saber llegar al fondo de las cosas y acertar en relacionar unas con otras. Visto esto si hay profesión o ciencia donde menos se aplica es en la economía. El límite general para los déficits presupuestarios se ha establecido como norma de general aplicación y validez en los diez y siete países de la UE. Vamos a ver los fallos de dicha norma. Supongamos que España consigue reducir su déficit al 6 por ciento del PIB, muy lejos todavía de la regla general. Esa cifra del 6 por ciento, por si misma puede suponer un bien o un mal, según sea su causa.

Y ya nos enseñaron los griegos que el efecto participa siempre de la naturaleza de la causa. Y cuando esta puede ser de distintas naturalezas, distinta será la calificación que merezca el 6 por ciento citado. Si partiendo del 14 hemos llegado al 6 y su causa es el aumento de actividad general que ha hecho crecer los ingresos ordinarios y disminuir los gastos extraordinarios o de sostén, estaremos ante una cifra, la del 6 por ciento, que refleja algo bueno, el aumento de la actividad y del empleo. Pero si esa misma cifra, 6, se ha conseguido desarbolando la Seguridad Social y cortando drásticamente los salarios de las gentes, la cifra 6 refleja algo malo.

Las variaciones del déficit en dos momentos distintos tampoco son comparables pues nada impide que esas dos variaciones procedan de causas opuestas. En definitiva, las variaciones del déficit en tanto por ciento del PIB no sirven para calificar de buena o mala la situación económica.

Pero si esto es cierto para la valoración de los déficits dentro del mismo país, la dificultad se multiplica por 17 si la aplicamos a las variaciones del déficit en 17 países al mismo tiempo. El buen sentido nos dice que un déficit del 1 por ciento del PIB puede ser peligroso por inflacionista si ese 1 por ciento coincide  con una situación de alto empleo de recursos; en cambio un déficit del 10 por ciento del PIB puede ser insuficiente ante un paro del 30 por ciento de la población. Por tanto, la regla general del 1,5 por ciento del PIB es absolutamente vaga e inútil para calificar de avance o regreso en la economía. Esto vale para la comparación de dos coeficientes en cualquier país y mucho menos para comparar la situación en 17 países.

El mundo padece de la tiranía de las cifras macro  que no tienen nada que ver con la lógica, pero si con los intereses de las finanzas privadas que han sabido aprovechar la ignorancia de los economistas y poner sus cálculos al servicio de sus intereses.