Diputada, Irene María Montero Gil

España
José Luis Heras Celemín (4/2/2017)
«Por entre las fisuras del Estado de Derecho se filtra el populismo». La frase es de Íñigo Méndez de Vigo. La dijo en un acto de Europa Press al que fue como ministro de Educación, Cultura y Deporte. Un día antes, en el Club Siglo XXI de Madrid, el presidente de la Junta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, siguiendo la que parece nueva táctica del PP, había explicado lo bueno que es actuar como ‘pontífices’ en una situación política en la que, abundando en el sentido etimológico del término (tendedor de puentes), conviene la concordia y buscar entendimientos.

Con estos antecedentes, en la mañana del miércoles, se celebraba la Sesión número 25 del Pleno del Congreso de los Diputados donde la Oposición trataba de controlar al Gobierno con preguntas.

A lo largo del tiempo, se ha establecido una dinámica especial para unas sesiones en las que un diputado pregunta al Gobierno y un miembro del Gobierno le contesta con unos tiempos pautados (dos minutos y medio el interrogador y otros tantos el interrogado). Dentro de esa dinámica, se ha ido desarrollando un conjunto variado de tácticas y estrategias con las que, además de ‘controlar’, la Oposición pretende el ‘desgaste’. En justa, o injusta, correspondencia, el Gobierno en sus respuestas, además de tratar de evitar el desgaste, puede, y suele, aplicarse en la tarea de controlar al controlador; o, lo que es lo mismo, aprovechar la ocasión para que el desgaste sea recíproco.

Pues bien, con estos hábitos y ‘mañas’, después de unas preguntas respondidas por el Presidente del Gobierno, la Vicepresidenta y algún ministro, llegó la pregunta número 8. La mañana iba pesada, el Presidente no había estado brillante, los oradores habían creado un ambiente plúmbeo que inducía a la vagancia; y ni siquiera el ‘rapapolvo’ de la ‘vice triple Ese’ (Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría) al diputado Tardá sobre «Como piensa el Gobierno español actuar ante el gran consenso social que representa el Pacte Nacional pel Referèndum en Cataluña» había levantado los ánimos. Sólo el apunte de un periodista al leer las preguntas del Orden del Día «El afán lingüístico de Tardá anda a la baja. Ha escrito Cataluña en vez de Catalunya».

Y se hizo la pregunta número 8, de la diputada Dª Irene María Montero Gil, del Grupo Parlamentario Confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem-en Marea, que contestaría el Ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal: «Qué motivos ha llevado al Gobierno a recurrir el apartado 13 del artículo 1 de la Ley 10/2016, de 7 de junio, referido a mecanismos de lucha y paliación de la pobreza energética?»

La contestación del ministro fue escueta: «No está recurrida».

Es pronto para saber si la respuesta hizo época. Lo que hizo fue recordar las fisuras por las que, según Méndez de Vigo, se mete el populismo. Y es que la diputada Montero, lejos de oír y tender puentes, de pontífice, lo que hizo fue buscar unas fisuras que no existían para el caso (no se había recurrido artículo, ni ley, nada). Fuera de tema, se lanzó a algo tan extravagante que cuesta trabajo buscar algo (palabra o frase) para definirlo. Puede que lo llamen populismo, pero no lo es. Es otra cosa: ¿hayques?

A la sazón, la diputada Montero había sido nominada por la Revista Forbes como uno/a de los/as jóvenes más influyentes de Europa menores de 30 años, la célebre ‘The 30 under 30’, en la categoría de Derecho y Ciencias Políticas. Y había despertado simpatías. Pero, la joven Montero, (28 años, la semana próxima 29) enhiesta, medias negras elegantes, botines modernos, chic, pelos al aire, próxima a su ‘namber guan’, prescindió de la respuesta y decidida se lanzó a una soflama sobre algo ajeno a la pregunta: Lo que unos momentos después, debatiendo con otra diputada, el ministro Nadal bautizó como ‘políticas de los hayques’.

Hay que, hay que, hay que… Dos minutos y medio de ‘hayques’.

El ministro Méndez de Vigo había hablado del Populismo que se cuela por las fisuras del Estado de Derecho. Pero, tras la intervención de la diputada Montero, hay que advertir que lo suyo no es populismo, ni del pueblo, ni pertenece al parlamento del pueblo. Lo suyo, que es algo más que una salida de tono impropia de parlamentarios, entra en una dimensión extraña alejada de un quehacer que merece coherencia, intención de hacer las cosas bien y respeto al pueblo. A todo el pueblo. Al pueblo que vota… A todos… Y a Podemos, especialmente a Podemos. Los electores, todos los que han llevado al Congreso de los Diputados a sus representantes, merecen que las opiniones y preguntas de todos, sean respetadas por los que ellos eligieron para que llevaran sus voces al Congreso.

Si esto no se hace así. Si se aprovecha la Tribuna del Congreso, que es la tribuna del Pueblo, para algo distinto, parece aconsejable llamar a la cordura (al menos), pedir que se respeten y se hagan respetar las normas y el lugar (como es propio de un estado de Derecho). Y, también, sugerir que las salidas de tono y los mítines fuera de momento y los ‘hayques’, (¡ay que hayques!) se dejen para otro lugar.

Aunque en otro lugar puedan ser bien-llegados, parece mejor apartarlas del Congreso. O meterlas en un apartado reservado con cabida para algo que sería bueno que quedara en singular: el ‘hayque populista de Irene Montero’