Mi Columna
Eugenio Pordomingo (11/3/2005)eugenio
Querellas, acciones ante la fiscalía, denuncias en los medios de comunicación y mociones de censura, inundan estos días los informativos y tertulias de radio y televisión, y ríos de tinta en la prensa escrita.

Que si Pasqual Maragall ha dicho esto o lo otro en Uruguay; que si Josep Piqué anuncia una moción de censura; que si la dirección del PSOE ha instado a…; que si desde Génova se recomienda…

El caso es que la sociedad civil está harta y, a la vez, alarmada, de tanta cantinela y politiqueria. Al final, todos intuyen, que todo va a quedar en nada, como casi siempre.

El caso más reciente de todo este «mercadeo político», como lo definió Angel Ganivet, ha sido el ya famoso «ustedes tienen un problema que se llama tres por ciento», al que aludió, en el Parlamento de Cataluña, el Presidente de la Generalitat.

En el transcurso del rifirrafe parlamentario, Artur Mas, no osó negar la acusación, sino que amenazó con retirar su apoyo a la reforma del Estatuto catalán. Sólo en base a ese argumento, Maragall retiró lo dicho, aunque -según afirmó- seguía pensando lo mismo.

Los medios de comunicación vieron, como no era para menos, un filón que han sabido explotar en beneficio, en este caso, de los ciudadanos. Pero, la sangre no va a llegar al río. Los vecinos del Carmelo, más los que puedan surgir de este socavón-obra del metro, se han sentido heridos en lo más profundo de su ser. Mientras la prensa catalana dedicaba páginas y más páginas al misterioso incendio de la torre Windsor en Madrid, era poco proclive a comentar las causas del «socavon político» catalán.

La dirección de CiU estuvo amenazando varios días con una querella si Maragall no se disculpaba. Al final, parece ser que los tribunales serán los que decidan…

Todos tratan de insuflar cemento en este gran socavón de la política, intentando de paso arrimar el «ascua a su sardina».

Casi al unísono, Josep Piqué -con la nada suave y desinteresada crítica de su compañero de filas, el democristiano Mayor Oreja- ha presentado una moción de censura, aún a sabiendas que no puede prosperar.

Pero algunas disidencias en esta ormetá han comenzado ya. Un empresario -seguro que surgirán más- ha denunciado ante los medios de comunicación que de tres por ciento nada, que la «mordida» ascendía al veinte y más.

Al socaire de la vida política han surgido muchos escándalos de negocios nunca claros y no suficientemente investigados, como para que los ciudadanos miren con optimismo esta parcela de nuestra joven democracia.

Lo que si está claro a los ojos de estos ciudadanos es que no todos somos mirados con el mismo rasero ni con la misma vara de medir. Desde el caso Strauss y Perler (de ahí viene la palabreja estraperlo), pasando por algunos personajes que en plena guerra civil hicieron su agosto con el contrabando, el caso Matesa, Sofico, el cuantioso robo del aceite del Race en Redondela, sin descuidar los numerosos affaires en torno a empresas del sector de la construcción, tráfico de divisas, hasta los más recientes del caso del Consorcio Flick, los fondos europeos para la formación, subvenciones europeas (Lino, Olivo, desguace de la flota pesquera, etc), Filesa, «caso Naseiro-Palop-Sanchis», «juicio de la construcción» en Burgos, el llamado «caso Zamora» (estos tres en la etapa en que Aznar era presidente de la Junta de Castilla y León), sin excluir los numerosos escándalos que impregnan la geografía gallega.

Los partidos políticos necesitan, igual que sindicatos, asociaciones y fundaciones, financiación suficiente para llevar a cabo sus fines y objetivos, pero entendemos que no a costa del erario público. Si un grupo de ciudadanos pretende hacer política, organizarse sindicalmente o crear una ONG, debe tener todo tipo de apoyos, pero no que el Estado -o sea, los ciudadanos- tengamos que contribuir reiteradamente a ello.

De forma similar al que crea una empresa, con su esfuerzo y patrimonio, estas estructuras deben hacerlo con el peculio de las personas que las integran, sin detraer fondos estatales. El colmo es cuando, además, no existe un control riguroso -al menos no se aplica- sobre la financiación estatal.

La actual Ley de Financiación de Partidos Políticos, es sumamente generosa, además contempla las donaciones anónimas, sin contar los miles de millones que adeudan a Bancos y Cajas de Ahorros.

Este tremendo «socavón» va, poco a poco, distanciando la sociedad civil de estas estructuras, a la vez que mina los pilares de nuestra democracia.

Por lo que respecta a CiU, más le valiera que nadie recuerde sus antecedentes, que quizás aniden en los orígenes de Banca Catalana, allá cuando Florencio Pujol (padre del ex presidente de la Generalitat) y el judío David Arimbau se dedicaron a operaciones bancarias de todo tipo y a la creación de una tupida red de bancos. La creación de la Banca D´Orca en Olot (Gerona) con la intención de crear una gran banca catalana fue el inicio y el pretexto…

Quizás el negoci, a pesar de todo, lo consiguieron. Si no, a quién compramos la luz, el gas y la gasolina, y dónde deposita sus ahorros media España…