José Manuel González Torga

Internacional
José Manuel González Torga (9/12/2008)
Hace un cuarto de siglo que el general Omar Torrijos, el entonces «hombre fuerte» de Panamá, pereció en un sospechoso accidente aéreo. Aquel líder populista -sin retintín peyorativo-  había logrado firmar un tratado con Carter, el presidente de los EE. UU., con el compromiso de que  el Canal de Panamá y su Zona anexa pasarían a la soberanía panameña en el año 2000.

Antes de cumplirse los cuatro años del tratado, suscrito de muy mala gana por parte del Imperio, desaparece, trágicamente,  el político panameño. A partir de ahí,  el vacío dejado por la muerte de esta figura, planteó la duda de si la reivindicación de los panameños sería satisfecha al expirar el plazo convenido.

El incumplimiento de lo pactado habría recargado las peores hipótesis sobre la causa por la que se estrelló la avioneta de Torrijos.

Llegada la fecha establecida, la Zona del Canal quedó bajo la bandera de Panamá. El supuesto atentado, por tanto, no habría torcido la Historia en ese sentido; quedaría reducido a una estéril venganza.

El joven Torrijos se había fugado de casa y estudió en la Escuela Militar de El Salvador, donde sus compañeros de academia le llamaban el «Indio» Omar. Más adelante, con la graduación ya de mayor, hizo cursos en el Fuerte Gulick, así como en el Fuerte Sherman, que los yanquis tenían en el territorio de ocho kilómetros a cada lado del Canal, la Zona que, con el paso interoceánico, habían logrado que les fuera cedida a perpetuidad. La hazaña de Torrijos consistió en lograr que la perpetuidad finiquitara, con un «the end», a la vez que 1999.

La bandera de las barras y estrellas fue arriada entonces. Unas fechas antes tuvo lugar un acto simbólico, con la presidenta de Panamá, otros cinco presidentes hispanoamericanos y el rey de España, así como el ya ex presidente USA, James Carter. La presencia de Torrijos era fotográfica, en una gran valla.

Carter llegaría a declarar que, en EE.UU., nadie era partidario de abandonar el istmo.

Canal de Panamá-Gibraltar
El «Indio» Omar, buen amigo de España, durante una visita a nuestro país, se desplazó al Campo de Gibraltar para tener una visión, sobre el propio terreno, del Peñón. Su sensibilidad, a flor de piel sobre los restos coloniales, le llevó a relacionar, salvando las distancias, Gibraltar y el Canal de Panamá. El Peñón sigue ahí bajo pabellón británico, mientras Torrijos consiguió liberar el Canal y su Zona de quienes ostentan el poder imperial bajo la fe en un «destino manifiesto», asumido de la predicación político-religiosa del pastor Josiah Strong («Our Country», Nuestro País).

Omar Torrijos Herrera solía repetir una frase que, como a otros, le dijo a Graham Greene: «No me interesa entrar en la Historia. Lo que quiero es entrar en la Zona del Canal». Su efigie entró en la Zona del Canal. Su nombre, en  la Historia grande. Su apellido ha pasado a su hijo Martín, que hoy preside la República panameña.

El general Torrijos poseía sentido del humor. A veces, de consecuencias perdurables. Se contaba que a su amigo Felipe González, por aquellas calendas presidente del Gobierno español, no le advirtió del peligro de la coloradilla, que, si se entra por las zonas selváticas de Panamá, sin ajustarse las perneras de los pantalones sobre una botas, asciende por el interior e irrita zonas tan delicadas como nobles. Allí debió de ser el máximo «rojerío» de Felipe.

¿Accidente?
Un indio nicaragüense, José de Jesús («Chuchú») Martínez publicó el libro «Mi general Torrijos» (Premio Casa de las Américas 1987). «Chuchú» vivió desde niño en Panamá. Doctor y profesor universitario de Filosofía, entró, a los 45 años, en la Guardia Nacional y perteneció a los servicios de Seguridad de Torrijos. Al referirse al accidente aéreo que costó la vida al líder panameño constataba que el vuelo entre Panamá y Coclesito supone sólo once minutos; a los cinco minutos de despegar ya se ve el aeropuerto de Coclesito, en el lugar  apartado, donde radicaba una cooperativa maderera muy apoyada por Omar Torrijos.

En un recorrido tan corto no había sorpresas por los cambios metereológicos
Los restos de la avioneta canadiense Tin Oter, afamada por su seguridad, fueron  reconocidos por los técnicos de la firma, los cuales descartaron con rotundidad un posible fallo de la máquina.

«Chuchú» Martínez aduce: «Quizás no se pueda probar directamente, todavía, que fue la CIA quien lo eliminó, pero sí indirectamente, porque se puede probar que no fue un accidente. No lo mató una falla mecánica del avión. No lo mató un mal tiempo sorpresivo. No lo mató una imprudencia, ni una falta de pericia del piloto. Entonces ¿quién lo mató?».

La peripecia vital y mortal del «Indio» Omar queda como un aviso a navegantes. Para líderes iberoamericanos que navegan por su cuenta. Incluido ¿por qué no? Evo Morales, aunque Bolivia no tenga todavía salida al mar.