Internacional
José Manuel González Torga (1/11/2010)
Su nombre originario, Vitali Evgueniévich Louis, lo transformó y redujo de tal forma que quedó en Viktor Louis. Así fue conocido en su condición de periodista y, sobre todo, de intermediario en obscuras operaciones internacionales al servicio de la URSS.
Aparece como dato aceptado la fecha de su nacimiento en Moscú, el 5 de febrero de 1928. Su padre, judío belga, de ascendencia francesa, y antes ucraniana, retornó a Odesa con motivo de la Guerra de Crimea. La madre, rusa, falleció a consecuencia del parto, y el niño se cría con la abuela y una joven sirvienta, en un pequeño piso del barrio moscovita de Frunze. La familia había perdido su desahogada situación económica a causa de la Revolución de Octubre, si bien logró salir adelante en condiciones aceptables.
El pequeño Vitali Evgueniévich -por entonces- trabó amistad con algunos de los niños españoles llevados a Rusia para alejarlos de nuestra Guerra Civil; en el barrio de Frunze había como un centenar y, en contacto con ellos, aprendió a entenderse en nuestra lengua. Luego, sin llegar a obtener la correspondiente titulación universitaria, logró manejarse con toda soltura en inglés -el británico y el norteamericano- y en francés.
Una fuente documentada para hacerse idea del rocambolesco personaje de Viktor Louis es la obra biográfica traducida al castellano como «Enviado especial del Kremlin». Este libro del periodista italiano Ilario Fiore, que fue corresponsal de la RAI en Moscú, en Pekín y en Madrid, aporta una extensa información, basada en la investigación sobre el terreno y el conocimiento directo, por haberle tratado, incluso en la «dacha» de Peredélkino, segunda vivienda del agente soviético, en la vecindad de otros privilegiados de la «nomenklatura». Fiore publicó también otra biografía de Beria («Laurenti el Terrible»), fruto de su curiosidad y de su trabajo en el destino televisivo-periodístico a orillas del rio Moscova.
Muy joven todavía, Vitali Evgueniévich comenzó a prestar servicios, como intérprete y recadero, en la embajada de Nueva Zelanda en Moscú. Lo hacía de tapadillo ya que el cometido de proveer de personal ruso a las representaciones diplomáticas occidentales, se lo reservaba el Ministerio de Asuntos Exteriores soviético.
Detenido y condenado
Las prohibiciones oficiales daban al traste, en pocas semanas, con su colaboración en sucesivas embajadas hasta que, en 1946, se convirtió en empleado de la Embajada de Brasil. No le duraría tampoco mucho aquella bicoca. Al año siguiente acompaña al embajador brasileño a tomar el barco, de regreso a su país, desde Leningrado. Cuando Vitali, tras la despedida, queda solo en el muelle, es detenido por dos miembros de la policía política, que lo trasladan a la Lubianka, en la céntrica Plaza Cherjinski de la capital soviética.
Durante el proceso que se le sigue, pasa por varias cárceles y termina condenado, por espionaje a favor de una potencia extranjera y otras acusaciones, a 35 años alejado de Moscú, de ellos 25 de reclusión en campo de trabajo correccional.
Comienza a cumplir la sentencia en una región del norte de los Urales, a la que Nicolás II había calificado, una vez leído el informe de una expedición inglesa, como «Tierra maldita de Dios, no apta para la repoblación». Pero los comunistas mandan allá gente para explotar las minas de carbón.
Vitali Evgueniévich aprende, en aquellos siniestros campos de castigo, trucos para enfermar artificialmente o simularlo, algo que le permite prolongar su estancia en la enfermería, por hepatitis, malaria y principios de tuberculosis ósea. Las convalecencias también le aseguran trabajos llevaderos, sin bajar a la mina.
Le trasladan, de campo y pasa por uno donde concentran a los prisioneros inválidos. Él anda con muletas a causa de la tuberculosis ósea. Luego recalará en el Campo 8 de Karaganda, en Kazajstán, en una llanura verde de clima templado y saludable. Su cometido consistirá en organizar y dirigir la cantina del campo de trabajo.
Entretanto se produce la muerte de Stalin -él se entera de la noticia una noche de marzo de 1953 -y con Kruschev llega la esperanza de la revisión de sentencias.
De confidente a liberado
Diversas fuentes coincidían en que el condenado Vitali Evgueniévich comenzó a actuar como confidente de la policía en el campo de Karaganda. <<El trabajo de «cantinero» que desempeñaba -escribe Ilario Fiore– le permitió charlar con los detenidos. Se ocupaba sobre todo de los intelectuales, los «Cincuenta y ocho», quienes le confiaban sus ideas y sus esperanzas. Tras las entrevistas con Louis eran llamados por el oficial residente del KGB y sometidos a presionantes interrogatorios. Según Belinkov, los prisioneros no tardaron en darse cuenta de quién era el traidor y se lo hicieron pagar a bombo y platillo. Para evitar incidentes, la dirección del campo decide trasladarlo a otro campo del Kazajstán: el de Tamer Tau>>.
Cumplidos nueve meses de proceso judicial y ocho años de condena, la revisión de sentencia le proporciona la libertad; de tal suerte retorna a Moscú el que va a convertirse en Viktor Louis. La vieja acusación ante el tribunal estaliniano de actuar como un agente de los occidentales, se transforma en una especie de credencial ante las oficinas de las delegaciones que importantes medios informativos de países capitalistas van abriendo en Moscú.
Corresponsal y empresario
Viktor Louis, que no había publicado nunca nada en la Prensa rusa, consigue convertirse en corresponsal en Moscú del London Evening News y, cuando ese desaparece, del Evening Standard. Esta tarea, sin cultivo diario pero con algunas resonantes primicias, y también su matrimonio con una inglesa, Jennifer Margaret Statham, le proporcionan una cobertura apropiada para sus cometidos turbios.
A medida que crece su influencia, hasta convertirse en un contacto capaz de abrir puertas casi infranqueables en la capital rusa, su firma accede a diarios estadounidenses como el Washington Post y el New York Times; en España, el Abc, Pueblo y El País; en Francia, France Soir y en Alemania a la revista Stern.
Por otro lado, Viktor obtiene licencia para hacer imprimir en Inglaterra una guía telefónica selectiva de Moscú, donde los abonados y sua números de teléfono no se publicaban. Con esa exclusiva él crea Information Moscú, un floreciente negocio, como exclusiva tolerada, que le permite un nivel de «bon vivant», con una flota de coches deportivos, incluidos dos «Bentley». Además representa a firmas de empresarios como Robert Maxwell y Pierre Cardin.
Aparte de la tarea de información-desinformación que Viktor Louis desarrolla en Moscú destacan, sobre todo, sus acciones internacionales.
Podía viajar por España pero no por Francia
En pleno franquismo Viktor Louis efectúa varias visitas a España y viajó por sus diferentes regiones -incluida la vasca- sin problemas, mientras que en la Francia de De Gaulle no le permitían salir de los aeropuertos. En Madrid conectaba con el Ministerio de Información y Turismo así como con varios periodistas.
Contacto preferente de Viktor Louis en España era Ramón Mendoza, cuya empresa PRODAG pagaba cuentas de hotel correspondientes al agente soviético y cuyo yate –«Bongo» – le llevó como invitado a Baleares.
En Madrid, Viktor Louis sondeaba el posible interés por el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS, algo que Franco no llegó a aceptar, mientras que sí las estableció con la China comunista de Mao.
La periodista María Eugenia Yagüe, en su libro «El Padrino. La irresistible ascensión de Ramón Mendoza», incluye, como es natural, algunas referencias a Viktor Louis. Citando a Fiore recoge un testimonio muy inquietante: «…cada vez que Viktor visitaba España o Irlanda, las acciones terroristas de ETA y el IRA se recrudecían automáticamente». Y, por ejemplo, algo muy personalizado: «…asegura que tuvo ante sus ojos varias veces el carné de Viktor como miembro del KGB».
Con Kissinger en la Casa Blanca
El mediador oficioso Louis, se entrevistó en secreto con Kissinger, en la Casa Blanca, para argumentar la conveniencia de que el entonces presidente Nixon viajara a Moscú. También viajó por Extremo Oriente con el objetivo de interferir la influencia continental de China Comunista.
Entre las acciones de desinformación cultural en Occidente, protagonizadas por Viktor Louis, destacan la que efectuó contra Alexander Soljenitsin, con fines denigratorios, así como la campaña difamatoria de Svétlana Alilúieva, la hija de Stalin, que, ya huérfana, huyó a Estados Unidos, donde fue lanzado al gran público su libro «Veinte cartas a un amigo».
Kruscheviano agradecido por deberle al sucesor de Stalin la liberación Viktor Louis, corresponde a la familia del luego relevado y caído en el olvido, con una operación por la cual saca clandestinamente de la URSS y da a la publicidad en EE. UU. el libro de memorias «Kruschev recuerda». Era un momento en que los jerarcas del régimen trataban de reivindicar a Stalin. Parece, pues, que el sibilino y gélido agente ahí mostró algún atisbo de sensibilidad.
El 21 de julio de 1992, Abc, entre sus necrológicas, dio la noticia del fallecimiento de Viktor Louis, ocurrido en Londres, a la edad de 64 años. En apenas una docena de líneas, hacía constar lo siguiente: <<No fue nunca un espía, ni ocupó ningún puesto en el KGB. Trabajó para diversas embajadas extranjeras y el Kremlin aprovechó las relaciones personales de Louis para divulgar «extraoficialmente» noticias de la URSS>>.
Lo que parece cierto es que Viktor Louis había padecido alguna grave dolencia hepática, que determinó un trasplante de hígado en Londres. «Tengo un hígado inglés», bromeaba.
La novelesca existencia de Viktor Louis desborda los arquetipos del periodista y del espía. Podría etiquetarse con el fluido marchamo anglosajón del «go-between-man», traducido por algo tan inconcreto como «el hombre que va entre…», aplicable a mediadores/intermediarios, personas que se utilizan para contactos y comunicaciones informales. Actuaba por la Unión Soviética en asuntos en los que la Unión Soviética no quería dar la cara.
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