monti-merkel-rajoy-y-hollandeEconomía
Manuel Funes Robert (2/7/2012)
Celebramos el resultado de la reunión del domingo pasado en Roma, en la que Hollande, Monti y Rajoy lograron grandes avances frente a Merkel y esperamos que sea  el comienzo de la solución aunque estamos obligados a hacer los siguientes reparos, que esperamos tengan eficacia definitiva. Pero a pesar de estos signos esperanzadores los mensajes  del BCE siguen siendo ambiguos, como cuando  afirma que no se podrán hacer prestaciones sin condiciones. ¿Y cuáles son éstas?

De la cuantía del instituto emisor europeo depende que el optimista movimiento de hoy quede en la nada porque al no aceptar que la ayuda no se haga sin precio volvemos a caer en nuestro mal de nuevo. La vieja doctrina conservadora impulsa todavía la gestión del BCE: curar la enfermedad con dosis adicionales de la propia enfermedad.

El mal de fondo  está en la doctrina que no ha sabido asimilar el cambio de la naturaleza del dinero, que ha pasado de ser cosa valiosa a un documento que se fabrica por decreto. A las limitaciones en la  creación de dinero durante la vigencia del  patrón oro se sustituyó con la libertad de imprimirlo influyendo en la economía con la característica de que esa creación no tiene límites, fuera del caso del pleno empleo de los recursos, pues entonces el que más dinero tiene no puede producir más cosas por estar todos los recursos empleados.

La esencia en la actualidad de los bancos centrales es ser titulares legítimos de liquidez ilimitada con lo cual en el mundo en que vivimos, se puede adaptar sin coste la masa monetaria a las posibilidades de los recursos reales.

Teniendo esta poderosa arma en sus manos, al quebrantar lo que debería ser su función principal, el BCE obliga a los Estados a acudir a los mercados privados a precios cada vez más altos, de lo cual se infiere que el sector financiero privado es el único beneficiario  de la crisis. Y como si quisieran persistir en este esquema desde el BCE nos dicen que no puede haber prestación sin contraprestación, con lo cual se mantiene el principio del ajuste ilimitado creado por las limitaciones del sector financiero.

Por fortuna ya se empieza a admitir que las restricciones del BCE son letales. Rajoy, abandona su discurso ultra ortodoxo que no ha dejado de repetir en los últimos años para lanzar como mensaje elocuente que «España no puede financiarse durante mucho tiempo en las condiciones actuales», e insiste en que la solución ha de venir del BCE,  dando paso a una creación de dinero más amplia. Pero  el BCE además de resistirse a cumplir su misión básica admite que si alguna vez lo hiciera, exigiría que se le devolviera lo prestado: dicha advertencia, recobrar sus préstamos, convertiría por tanto, en nula la ayuda inicial.

El BCE, titular legitimo de la creación ilimitada debe aceptar que su misión consiste en financiar gratuitamente dicha creación pues solamente si la oferta adicional no obliga a devolverlo se aplica el principio de la financiación creciente, que no nos cansaremos de enunciar: «la financiación previa, abundante y barata, es condición necesaria y suficiente para la baratura de las cosas».


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