Mi Columna
Eugenio Pordomingo (3/2/2013)
Hoy tocaba hablar de corrupción, de Luís Bárcenas, de Mariano Rajoy, del PP, como están haciendo todos. De momento no lo voy a hacer. No escribiré sobre esta nueva Tangentópolis político-empresarial. Y no es que no sea importante, que lo es, y mucho. Tan importante como la Tangentópolis del PSOE, de CIU y la de TODOS los partidos políticos. Y también es importante la de Urdangarin y el entorno que le rodea, incluido el secretario de las Infantas, y… Pero, desgraciadamente, no va a pasar nada, como mucho algunos quedarán apartados del «arcón» donde se guardan las joyas, pero ni devolverán lo afanado ni irán al trullo, ni se suicidarán.
No pasará nada, todo va a quedar en una lucha por el poder, quitarte a ti para ponerme yo. Ya lo dijo Rosa de Luxemburgo cuando trataba de analizar lo acaecido a los leninistas en sus terribles peleas con sectores contrarios a la figura de su líder, o al enfrentamiento de Trotsky con los bolcheviques. Son las luchas fratricidas en la sustitución de una burocracia por otra.
El humo que está generando el «caso Bárcenas» impide que veamos lo de Iñaki Urdangarin, lo de Jordi Pujol y familia; lo de Artur Mas, lo de Josep Durán i Lleida, y ´Pasión´, la prostituta francesa que contrató para gozar de su buen hacer, y es que ya se sabe, los democristianos ejercen la democracia de cintura para abajo y son cristianos del ombligo para arriba.
Lo cierto es que no vale «darse manija», ya que no suele haber consecuencias por los hechos producidos. Otra cosa sería si al primer pájaro de esos poderosos se le cortase la mano -en sentido figurado-, entonces ya veríamos quien se iba a atrever a ser el segundo. Pero como no pasa nada, pues ya se sabe, el que no «trinca es que es un gilipollas». Para los que consideren escatológica la palabra, decirles que la RAE (Real Academia Española) la reconoce y la define como «inocente; cándido; tonto; lelo».
La única respuesta a lo que viene sucediendo desde hace muchísimos años en este país, es organizarse y organizarse. Preparar la barricada para pararlos, después saltarla y a cabalgar hasta echarlos en el mar.
Yo comparecía hoy aquí para hablar, no de mi libro, sino del Vaticano. Los asuntos del Vaticano siempre me han resultado oscuros. Hace pocos meses hemos sabido -al menos yo- que hay hasta cárceles en los sótanos de la Santa Sede, y también un servicio secreto, que ya quisiera el Mosad. Y es que, no debemos olvidarlo, el Vaticano es un Estado.
El caso es que al acercarse la Navidad de 2012, el Papa Benedicto XVI indultó a su ex mayordomo, Paolo Gabriele, más conocido como «Paoleto», a cambio de que éste se vaya del Vaticano. Vamos, que la Curia no quiere tenerlo cerca, por si acaso, pero tampoco lejos como ahora veremos.
Paolo Gabriele fue condenado en octubre del pasado año a 18 meses de prisión por el tribunal del Vaticano en la causa abierta por el caso Vatileaks», por haber robado documentos secretos del Vaticano y, lo que es peor, filtrarlos. ¿A quién? Ese es otro cantar, otro capítulo de lo enigmático del Vaticano.
«Paoletto» es ahora un hombre libre de todo cargo y ha vuelto a trabajar en una agencia vaticana, toda vez que el indulto le ha eximido de cualquier responsabilidad penal. La Navidad le ha traído el mejor regalo a él y a su familia.
Antes del indulto, el Papa se entrevistó con él en la celda que cristianamente le cobijaba. Durante quince minutos los dos platicaron a gusto. Hasta hay una foto del encuentro, pero no ha trascendido de qué hablaron. Yo me imagino que el Papa le diría: «Traidor, chivato, con lo que yo he confiado en tí y me pagas de esta forma».
Todas las informaciones apuntan a que Gabriele ya tiene puesto de trabajo en la misma institución para la que lleva trabajando muchos años. Y es que al enemigo es mejor tenerlo cerca, ya no son tiempos como los que se vivieron cuando el escándalo del banco Ambrosiano. Hay que recordar que por aquellos días Roberto Calvi huyó y su secretaria se «suicidó»; pocos días después apareció el cadáver de Calvi colgado bajo un puente de Londres con los bolsillos llenos de pedazos de ladrillos (ritual de la mafia). Marcinkus, se vio libre de toda culpa, ya que el Vaticano negó a la Justicia italiana el poder juzgarlo.
El comunicado que la Santa Sede emitió en el caso del mayordomo de Benedicto XVI afirma que el indulto se concede debido a que «Gabriele se había arrepentido».
¡Mariano, confiesa, arrepiéntete, y serás perdonado!
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