Sin Acritud…
Alberto Buela (16/4/2013)La colonizacion española
A Pedro Godoy, el indoblegable

Uno de los rasgos del discurso político cultural de hoy día es su contenido homogéneo.

Lo denominado políticamente correcto se vuelca en un discurso que exaltando las diferencias homogeniza todo y a todos. Este discurso está compuesto de grandes categorías de pensamiento entre las que se destacan para Nuestra América la de latinoamericano, multiculturalismo, pueblos originarios, etc.

Mucho hemos escrito sobre el falso concepto de latinoamericano para definirnos a nosotros los hispanoamericanos, iberoamericanos, indoibéricos o americanos a secas. Detenernos nuevamente a explicar que el origen del concepto es espurio pues nace de la idea de Chevallier, asesor de Napoleón III para intervenir en Nuestra América y ponerse al frente de “los pueblos latinos o la latinité”, sería redundante. Pero insistimos en que su instrumentación es ideológica y falsa pues ni los canadienses son considerados latinoamericanos, siendo gran parte de ellos de origen francés, ni los rumanos son considerados latinos, cuando hablan un idioma derivado directamente del latín. Y es falsa su instrumentación porque el concepto es falso, ya que latinos son solo los habitantes del Lacio en Italia. Ningún italiano se va de denominar latino sino es de la región del Lacio.

Tampoco nos vamos a detener en el concepto de multiculturalismo pues como ya lo hemos desarrollado en varios lugares es un concepto ideológico de dominación y extrañamiento pues nosotros los iberoamericanos no somos muchas culturas separadas sino muchas culturas juntas, somos una “intercultura” o cultura de síntesis. El concepto de multiculturalismo fue creado por los antropólogos culturales norteamericanos. En un reciente reportaje hemos afirmado: “La teoría del multiculturalismo como Ud. observa es una creación del think tank estadounidense en donde bajo la mascarada de respetar a las minorías lo que se hace es «otorgar derecho a las minorías por el solo hecho de ser minorías y no por el valor intrínseco que ellas representen».

Es una falsa teoría pues por un lado dice respetar la identidad del otro pero lo encierra en su particularismo y por otro es un engaño que despolitiza el debate político (niega pensar en términos de Estado-nación) y se limita a las cuestiones sociales, raciales, económicas y de género.

Nosotros proponemos la teoría del interculturalismo que nos enseña que en los hispano-criollos habitan varias culturas que conforman un sujeto simbiótico, esta cultura de síntesis de la que hablamos, que somos nosotros mismos.” ( )

Nos vamos a ocupar ahora de la falsa interpretación y posterior instrumentación del concepto de pueblos originarios.

El primero del que tenemos conocimiento que llamó la atención sobre este asunto fue el historiador chileno perteneciente a la izquierda nacional, Pedro Godoy, cuando afirmó: “El pueblo originario de Chile es el pueblo chileno real y concreto que conocemos en las calles, los estadios y las fiestas. ( )

Y esto se aplica a toda Nuestra América donde el pueblo originario es el pueblo criollo que se ha dado arquetipos en todos los países: huaso, gaucho, cholo, pila, montubio, ladino, llanero, jíbaro, charro, etc. Si bien ya no vamos más vestidos así, pues lo tiempos cambian, lo criollo es la valoración como lo más genuino de estos arquetipos.

Vayamos por parte.

Los indios, mal llamados aborígenes=ab ovo, que significa “desde el huevo”, son también inmigrantes porque llegaron a América como lo ha hecho todo el mundo. A América se llega y americano se hace. Por eso podemos definir a América como “lo hóspito”, pues recibe a todo hombre que viene de lo inhóspito. Y la diferencia con la inmigración europea que nace con Colón es que no cambiaron sus hábitos ni fecundaron a América, se quedaron pegados a la naturaleza que les ofreció este grandioso continente. Mientras que, españoles y portugueses, cambiaron hábitos, usos y costumbres al mixturarse con los indios y creando una cultura de síntesis o intercultura.

América se incorpora con rasgos propios a la historia del mundo cuando comienzan a nacer y a producir con rasgos distintivos los criollos americanos, que son, como dijera Bolivar: ni tan español ni tan indio.

Los indios son poblaciones preexistentes al concepto o la idea de América. El pueblo que da origen a América es España y en menor medida Portugal. Ahora bien, el carácter de originario nos lo da la mixtura o simbiosis, puesta de manifiesto en esos arquetipos que nombramos antes, y que resumimos en lo criollo.

Los indios como siglos después los vikingos, antes de Colón, han “hallado” un continente, pero no lo “descubrieron”. Pues hallar es toparse con algo sin hacerse cargo de lo que es, mientas que descubrir implica una conciencia y una voluntad de hacer manifiesto algo que estaba oculto.

El descubrir revela la originariedad de América como un mundo que estaba oculto, que era mudo pues nada le dijo a la conciencia india o vikinga, pero sí a Colón y los posteriores descubridores. A partir de allí nace la originalidad “en el sentido de lo que emerge y se sostiene y crece desde sí mismo” ( )

Vemos como la originariedad está ahí, muda como las plantas autóctonas, mientras que la originalidad es algo nuevo, es algo diferente. Así la originariedad puede existir sin descubrimiento, pero no puede haber originalidad sin originariedad.

Alberto Buela
Alberto Buela

Y esto último exige que nuestro pensamiento sea arraigado, que pensemos siempre desde América si queremos ser genuinos y auténticos.

Debemos rechazar por falso el concepto de pueblos originarios limitado a los pueblos indígenas, los pueblos originarios de América somos nosotros los criollos bajo sus distintas denominaciones. Además los pueblos indígenas no son tales pues la mayoría está mestizado. ¿O Evo Morales es indio por más que se disfrace de tal?. Y al mismo tiempo debemos rechazar la copia y peor aun el remedo, pues ser americanos es un esfuerzo, es un trabajo, es una decisión.

No somos genuinamente americanos por el simple hecho de nacer, comer y dormir en América sino que tenemos, de alguna manera, que hacer fecunda a América, como la fecundaron los mejores de nuestros antepasados.

Baste esto, dicho brevemente, para comenzar a desarmar otra categoría de dominación del pensamiento único y políticamente correcto, y que los “progres” utilizan a diestra y siniestra.