Internacional
Manuel Funes Robert (5/8/2013)
En 1947 las Naciones Unidas votó la aprobación de la división de Palestina entre árabes y judíos, estableciéndose que las ciudades de Belén y Jerusalén quedaran bajo el control de la ONU. Los árabes se oponen a este acuerdo y al día siguiente de la creación del Estado de Israel, comienza la primera guerra árabe-israelí. En ella, Israel conquistó terreno que originalmente se le había asignado por la ONU a los árabes como Gaza y Cisjordania. Sería el primero de tres conflictos ( 47, 67 y 73)que han determinado el equilibrio político de la zona, conflictos siempre iniciados por los árabes y que en general favorecieron a Israel pues su hegemonía bélica en esa zona es incuestionable.
Recordemos la vuelta de los judíos supervivientes del holocausto a Palestina en 1948 y la legitimidad de los judíos para establecerse en aquella tierra y de defenderla. Y recordemos que desde el tiempo que va desde la creación del Estado de Israel a la crisis actual, hemos escuchado a no pocos líderes históricos árabes acerca de la aniquilación de Israel, de echarlos al mar, y recientemente al líder iraní quien clama la destrucción del estado judío.
No es mi intención en este comentario inclinar la balanza o mi razón hacia uno u otro lado, sino recordar en un ejemplo sin par, que cuando las culturas tradicionalmente enfrentadas superan sus diferencias y se unen a un proyecto común el enriquecimiento no solo es mutuo sino que se derrama en derredor de los antagonistas para bien de la Historia y de la humanidad.
En el siglo XII, en la Córdoba -la Córdoba colorista que comenta Luis Medina en REVISTA IBERICA- que cita de los Omeyas consiguieron lo que ningún plan de paz años ha logrado en los últimos 30 años. Pero la herencia judía que aún perdura en Córdoba y en Toledo no hubiera sido posible sin la diáspora provocada por Vespasiano y su hijo, y posteriormente sucesor, Tito, que quien tomó Jerusalén para Roma y destruyó el templo. Paradójicamente en su vuelta a Italia, visitó Antioquía donde respetó los derechos y costumbres de los judíos en aquella ciudad. Tito fue emperador tolerante y eficaz y se ganó el respeto del pueblo de Roma y a él le debemos la construcción del Coliseo de Roma.
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