Mi Columna
Eugenio Pordomingo (1/2/2014)
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “manipular” como “Operar con las manos o con cualquier instrumento”; “Trabajar demasiado algo, sobarlo, manosearlo”; “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”. Sin duda para lo que voy a comentar esta última definición es la que más se aproxima al asunto en ciernes.
Con las manipulaciones, interpretaciones a conveniencia, distorsiones y falsedades sobre hechos acaecidos –recientes o antiguos-, lo que se pretende es condicionar el futuro. Las más de las veces la manipulación histórica no consiste sólo en mentir, sino en no explicar toda la verdad de un hecho o, simplemente, no mencionar lo que no interesa y no conviene.
El pasado día 3 de diciembre de 2013 –nunca es tarde para comentarlo-, el diario ´El Mundo´ -todavía regia sus destinos Pedro J.– publicó un artículo de Luís María Ansón, titulado Alfonso Armada, el franquista”. Ya el titular me llamó la atención, pues hasta ahora siempre que se escribía o hablaba de Alfonso Armada se le consideraba un monárquico sin fisura alguna. Un monárquico hasta las cachas.
El general Armada -murió el 1 de diciembre de 2013- fue condenado a 30 años de cárcel y a la pérdida de empleo en el Ejército, acusado de rebelión en el juicio más relevante para España en los últimos tiempos. El 24 de diciembre de 1988, Nochebuena, el Gobierno presidido por el socialista Felipe González le indultó por razones de salud al ya ex general. Desde entonces hasta el día de su muerte, Armada y Comyn, marqués de Santa Cruz de Rivadulla, se dedicó al cultivo nada bélico de las flores. Armada fue instructor del Juan Carlos y posteriormente Secretario General de la Casa del Rey, puesto que ocupó durante 17 años.
Luís María Ansón comenta en su artículo que Jesús Palacios ha sido el escritor que más se ha aproximado a la verdad de lo que sucedió en la trama del 23-F. Cuenta Ansón en ese artículo lo que ya es sabido por todos, que los socialistas iban a participar de cabeza (siempre que se huele a poder los socialistas participan) en el “gobierno de salvación” que surgiría tras el 23-F: Felipe González de Vicepresidente, acompañado de “Enrique Múgica, Javier Solana y Peces-Barba, los ucedistas Rodríguez Sahagún, Cabanillas y José Luis Álvarez, los independientes Ferrer Salat y Luis María Anson, los comunistas Solé Turá y Ramón Tamames, el liberal Garrigues, el democristiano Herrero de Miñón y, además, José María Areilza, López de Letona y Manuel Fraga (en Defensa). En vida de Armada, publiqué por tres veces que mi negativa a participar en la operación fue rotunda. Para que no haya dudas”, escribió Ansón.
Dice Ansón que la Monarquía restituyó la soberanía al pueblo español que había sido secuestrada por Franco, tratando de ocultar que el dictador preparó y nombró como su heredero al hoy Rey de España, que juró –no lo olvidemos- lealtad a Franco y a las leyes fundamentales de su régimen.
“No fue Sabino Fernández Campo el que cortó aquella locura. Sé muy bien lo que digo. Fue el Rey el que, consciente de la traición final de Armada y bien aconsejado por el gabinete que impulsó José Terceiro, se vistió el uniforme de capitán general de los Ejércitos y, conforme a la Constitución, ordenó a los militares sublevados que regresaran a sus cuarteles, salvando así para España la democracia y la libertad”, afirma el personaje en cuestión en el mismo artículo. Hace años esa versión pudo penetrar con facilidad en las mentes de los españoles; hoy, visto lo visto, no.En otro párrafo del texto de opinión, Ansón dice lo siguiente: “El general Armada era un franquista sin fisuras, que creía en los principios del 18 de julio y sentía veneración por Franco”. El autor manipula y se recrea sobre la “idea fuerza” que nos quiere incrustrar en el cerebelo, y es que el general Armada “era un franquista sin fisuras”, y que el rey fue el que condujo de nuevo los Ejércitos a sus cuarteles, salvándonos a todos de una hecatombe. Pero ¿quién lo había preparado todo?
Yo recomiendo un ejercicio de voluntad e inteligencia en busca de la verdad, y acudir a las hemerotecas y a los numerosos libros que se han escrito sobre el 23-F y, cómo no, a la entrevista que José Manuel González Torga hizo al coronel Diego Camacho en espacioseuropeos.
La periodista Patricia Sverlo, recogió en segoviaaldia, el 4 de enero de 2013, lo que Alfonso Armada le dijo al teniente coronel Antonio Tejero –tratando de convencerle para entrar en el Congreso de los Diputados- dos días antes del golpe del 23-F: “La monarquía necesita robustecerse, por ello Su Majestad me ha encargado esta operación”: Armada matizó: “la Corona y la Democracia seguirían incólumes… aunque ya hay preparados varios decretos que entrarán inmediatamente en vigor“.
Para desenmarañar el falso argumentarlo de Luís María Ansón, recojo lo que él escribió el 27 de octubre de 2009, en su sección ‘Canela Fina’ del diario El Mundo, respecto a Sabino Fernández Campo: “Sabino, el último secreto del 23-F. Era la mesura, el buen sentido, el equilibrio estable, la prudencia política (…) Sentía un recelo especial por los financieros, por los perdonavidas, por los cantamañanas, por los presuntuosos, por los aventureros que se acercaban al Rey para aprovecharse de la bondad de Don Juan Carlos. Tal vez el mayor servicio que Sabino Fernández Campo rindió al Monarca fue la lidia al natural que, con una soberbia mano izquierda, hizo al libro de Vilallonga”.
“Conoció a fondo –dice Ansón de Sabino- el general los últimos años de la dictadura y supo calibrar el acierto de Don Juan al propugnar, frente a Franco, la única Monarquía posible en las postrimerías del siglo XX, la Monarquía de todos, la Monarquía parlamentaria, la Monarquía que asumiera el papel preconizado largos años desde Estoril: devolver al pueblo español la soberanía nacional secuestrada por el Ejército de la victoria nacional en 1939. Tal vez por eso estuvo perfecto el 23 de febrero de 1981, rodeado por el ambiente hostil de la mayor parte de los militares que se movían en Zarzuela. No tuvo que convencer de nada al Rey. Juan Carlos I anunció desde el primer momento, tal y como le aconsejó su padre Juan III en conversación telefónica, que estaba dispuesto a respetar lo que había jurado: cumplir y hacer cumplir la Constitución. Eso lo han explicado muy bien Jesús Palacios y Javier Cercas. Pero si Alfonso Armada llega a irrumpir en Zarzuela, tal vez se hubiera intoxicado, quizá se habría enturbiado la actitud razonada y ejemplar del Rey”.
“Fue Sabino Fernández Campo el que cerró los postigos de palacio al general de inciertas intenciones. Fue también el que dijo a más de un capitán general: «Ni está ni se le espera». Fue el que preparó la intervención del Rey en Televisión Española, recogida por un gran periodista, Jesús Picatoste, declaración clave en aquella noche de todas las angustias (…) Sabino Fernández Campo fue el secretario discreto y eficaz, que mantuvo siempre la prudencia, la serenidad y la firmeza en aquellas horas inciertas e inquietantes”.
“Juan Carlos I debe al general prudente, ahora desaparecido, muchos de sus éxitos y de sus aciertos. Sabino era de los pocos que, desde el respeto, sabía cantarle las verdades. Con su consejo certero, el general evitó no pocas equivocaciones del Rey. El pueblo español tiene una gran deuda de agradecimiento con este hombre, que ha sabido pasar sigilosamente, como de puntillas, por la Historia de España. Y que se ha llevado a la tumba el último secreto del 23-F, el que todavía nadie ha sido capaz de desvelar”.
De los dos escritos de Ansón, citados aquí, si parece que Don Sabino si tuvo que ver, y mucho, con cortar “aquella locura” del 23-F”. También se puede deducir que Alfonso Armada no fue un “franquista sin fisuras”. Más bien, fue un monárquico leal, al menos a Juan Carlos I.
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