España
Diego Camacho (11/2/2014)
Un sábado frío y lluvioso de febrero fue la Infanta a declarar como imputada a los juzgados de Palma de Mallorca. Como era de esperar, la Casa Real ha optado por articular una defensa equivocada de la hija del Rey. Ante el saqueo delictivo de las arcas públicas, del que ella es la principal responsable, solo cabía una actitud para estar a la altura de su título de Alteza Real: afrontar la responsabilidad de sus actos devolviendo todo el dinero al Tesoro, renunciar al ducado de Palma e iniciar una nueva vida fuera de España con el apoyo de su padre y hermano.
En su lugar se ha optado por hacer que prevalezca el privilegio, aunque ello signifique la quiebra definitiva del Estado de Derecho. Ha sido penoso ver como han actuado unos cortesanos sin cuya complicidad no hubiera sido posible tal dislate. Parece que esos serviles son incapaces de comprender que la fortaleza de la Corona reside en el apoyo popular, no en el derecho hereditario. Era digno de mejor causa el esfuerzo de estos servidores de palacio en trasmitir como había funcionado la justicia “igual para todos”. Que cara tan dura puede armarse con tal de cobrar una sustanciosa minuta.
Por sus hechos sabíamos que Cristina de Borbón con tal de amasar una fortuna era insensible al decoro y al dolor ajeno, aunque fueran niños enfermos de cáncer. Hoy también sabemos que no está dispuesta a asumir su responsabilidad y que prefiere endosársela a su marido que para eso es plebeyo. Curioso enamoramiento del que hacen gala las Infantas de España.
Tampoco fue capaz de responder a todas las cuestiones que le estaban planteadas. Haciendo uso de su derecho procesal o no se acordaba, o negaba, o se callaba, aunque le pusiera el juez los papeles delante. Un comportamiento acorde con las garantías procesales y con sus avatares delictivos, pero lejos de la dignidad que cabe esperar de una persona que coopere con la justicia.
Ha quedado bastante acreditado que Cristina de Borbón no es digna de representar a España en ninguna ocasión. Otra historia será la verdad judicial en la que entrarán en juego ciertos factores que nada tienen que ver con el prestigio nacional, sino con aspectos que permitan que los cortesanos puedan conchabarse. La imagen de la duquesa en el extranjero ha sido deplorable, de ahí que se entienda todavía menos su sonrisa al entrar y salir del juzgado. Lo que podría ser síntoma de aplomo y seguridad, en cualquier otra circunstancia, solo puede entenderse como frivolidad y prepotencia de cara al ciudadano.
No puede admitirse el borrón y cuenta nueva; aunque sin duda los serviles lo van a intentar. La dignidad nacional ha sido puesta en entredicho por la Casa Real, por eso todos los integrantes de la misma son co-responsables del entuerto: no asumir la responsabilidad y no devolver el dinero sustraído.
N. de la N.
Diego Camacho es Coronel del Ejército y Licenciado en Ciencias Políticas.