LibroValencia (España)
Epifanio Bonilla  (8/8/2015)
Miguel Ángel Estables siempre ha sido un observador de la cultura a nivel práctico. Sensibilizado especialmente con el Lenguaje, tanto desde un punto de vista  ontogénico como filogénico, en este ameno tratado nos habla del empobrecimiento lingüístico que  en general está sufriendo hoy en día la sociedad española. Cuando, después de una larga estancia en el extranjero, regresó a España, se encontró con una lengua bastante diferente a la que él había dejado años atrás. Y no era producto del lógico cambio lingüístico o proceso de modificación y transformación que, en su evolución histórica, experimentan todas las lenguas y que estudia la lingüística histórica, ya que esa  imparable metamorfosis, que se proyecta incluso en la propia estructura del idioma, requiere de un tiempo mucho más largo para asentarse y hacerse evidente en los modos de dicción.

Tampoco se trataba de los muchos neologismos que se acuñan día a día y que es necesario adoptar para enriquecer y actualizar el habla a los nuevos tiempos, condicionados por los constantes descubrimientos tecnológicos. Lo que él escuchaba y leía eran, a su  juicio, caprichosas  alteraciones gramaticales que, sin ninguna necesidad y, lo  que es peor, sin  ningún fundamento ilustrado, iban adueñándose de la lengua hablada y escrita,  empobreciendo la capacidad expresiva de todo un pueblo en aras de una mal entendida evolución cultural.

Aquella absurda  tendencia, que empezaba a manifestarse en  todos los estamentos de la sociedad, no sólo atentaba  contra la ortología en su  sentido más global, sino que incluso viciaba el habla entronizando desatinados conceptos que, por reformadores, ganaban el favor de un público cada  vez más acomplejado  y carente de pautas, como denunció el desaparecido  premio  Nobel, Camilo José Cela, en el discurso que pronunció en  la sesión de clausura  del Congreso sobre el Idioma. Se preguntaba el ilustre  escritor “por  qué algunos españoles, con excesiva frecuencia, se  avergonzaban de hablar el español y de  llamarlo por su nombre, prefiriendo decirle castellano,  que no es sino el generoso  español que se habla en Castilla”, y se asombraba  de que “se huyera de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano,  que se fingían entender  en muy desvirtuador sentido y se llegaba a la equívoca y  acientífica aberración  de llamarles Latinoamérica  y latinoamericano”.

Nuevamente fue la  curiosidad lo que llevó al autor a  hacer un estudio del fenómeno a nivel personal, que  recogió en su diario y que  posteriormente, por una serie de festivas circunstancias,  aderezó, plasmó y  publicó en las páginas de ´´ Las tribulaciones de un Señor de provincias aficionado a la lectura.

Tratando de ordenar el desorden,  llegó a la  conclusión de que existen dos focos principales de  degeneración, que podríamos  calificar de opuestos y complementarios, y que participan de  un denominador  común: la falta de cultura. Amparándose en la ortodoxia,  nos lo cuenta “según  su leal saber y entender”, con su peculiar y a veces acre  sentido del humor, y  lo ilustra con situaciones reales que él vivió y que  enmascara con nombres  ficticios, pero sin faltar a la verdad.

N. de la R.
Epifanio Bonilla, es Notario, Historiador y escritor.