Economía
Javier Martínez (27/2/2016)
Según los datos de la Comisión Europea publicados ayer, España no va bien.
En el Informe, de naturaleza meramente descriptiva, pero que será la base de las futuras recomendaciones que en primavera le hagan al Gobierno de turno, Bruselas señala con claridad, como el tan cacareado despegue de la economía española se debe más a factores exógenos, como el desplome continuado del precio del petróleo, y a la depreciación del euro frente al dólar, que a factores internos.
Las exportaciones y la apariencia de un repunte en el consumo, esta falsa recuperación, pueden verse nuevamente dañadas si cambian estos factores exteriores. Si, como se predice, nos viene una nueva réplica sísmica de esta larga y gran crisis del sistema capitalista.
A esta amenaza se unen los dos grandes cánceres que roen la existencia de nuestra nación: El paro y la precariedad en el empleo, los más altos de la zona euro, y el elevadísimo déficit público, debido al insuficiente, desequilibrado y anti-progresivo sistema tributario español.
A pesar de los terribles recortes de las políticas de austeridad y de las subidas de impuestos indirectos, como el IVA, que perjudican esencialmente a los sectores más modestos de la población, las cuentas no cuadran.
La gestión de la crisis ha sido, y es, nefasta: El trasvase de deuda privada a deuda pública, que supuso el tener que salvar a la banca española, así como el incremento de la deuda de las Comunidades Autónomas y de las entidades locales durante los años más duros de la crisis, nos hicieron pasar de una Deuda Pública del 36% del PIB en 2007, a cifras cercanas al 100% del PIB.
La estructura de las Comunidades Autónomas es una sangría de dinero y de fomento de la corrupción. Es absolutamente necesaria una reforma profunda de la Constitución y, si bien, cabe reconocer la plurinacionalidad de España, no debemos olvidar el pilar básico de toda democracia que es la igualdad de los ciudadanos en todo el territorio del Estado.
Es necesario recuperar la inversión pública a nivel europeo, no basta con un tímido Plan Juncker , para incrementar la productividad y la competitividad de las empresas europeas ni basta con las acertadas, aunque insuficientes medidas de facilidades cuantitativas de Draghi en el BCE, pues cómo se ha visto en la gestión de la crisis en los EEUU, se requiere de un Plan de inversión pública de mayor calado y atacar con valentía el problema de la Deuda con formas de quita, o de reestructuración, ya sea unilateral o consensuadamente, entre los países de la UE, con medidas como:
1.- El BEI (Banco Europeo de Inversiones) emite bonos que luego los compra el BCE y sin necesidad de cambiar los tratados, promover un New Deal sostenible y verde.
2.- Emitir bonos permanentes que asuman la deuda de los Estados de la UE por encima de ese acientífico, arbitrario, pero asumido por la ortodoxia, límite por encima del 60% del PIB. Aquí también sin necesidad de cambiar los tratados, no se pagará el principal, sólo los intereses.
3.- Si se cambiasen los tratados, hacer del BCE un verdadero Banco Central, a la manera de la Reserva Federal, que pudiera emitir eurobonos y que se preocupe no sólo de la estabilidad de precios, sino también del máximo empleo y de tasas de interés moderadas a largo plazo, que sea impulso de políticas económicas y no una rémora.
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