Felipe VI y Pedro Sánchez
Felipe VI y Pedro Sánchez

España
José Luis Heras Celemín
(26/3/2016)
Con las cosas del Estado no se juega; y con el Rey tampoco.
«El joven King no tendría que haber propuesto a Sánchez por mucho que se lo pidiera al no tener apoyos suficientes para ser investido, como es preceptivo. Pero ‘borboneó’ y se dejó llevar…, MUY MAL hecho por parte de uno y del otro. La Zarzuela tiene altas simpatías por Sánchez y Rivera y NINGUNA por Rajoy. Y muy pocas por el PP… Se le ve el plumero… Rajoy tenía razón, lo que hizo Sánchez fue corrupción, engañó a todos para salvarse él. Y el Rey permitió esa farsa».

Lo anterior es parte del comentario de un lector sobre mi artículo “Corrupción del tándem Pedro Sánchez-Albert Rivera” que me llega hoy.

Publicado hace unos días, el comentario demuestra hasta qué punto interesan y preocupan La Corona, el Rey Felipe VI y una “majestad” que hace unas horas alguien en Puerto Rico trocó en “magestad”,en lo que parece un error accidental aunque acaso no lo sea. Y donde, en todo caso, la dignidad real queda al margen del cambio de una letra por otra.

Respetando el comentario sin entrar en su contenido y aparcando el suceso portorriqueño, conviene advertir que lo que importa en la actualidad nacional es la investidura pendiente, que se cita en él y puede proponer el Rey o no.

Con esa investidura tomada como posibilidad incierta, antes o después de una repetición de Elecciones Generales, parece oportuno hacer alguna precisión sobre: El origen del artículo que motiva el comentario. Y las consecuencias de las decisiones del Jefe del Estado:

Origen del artículo
Éste tuvo su origen en la controversia surgida en un foro madrileño entre personas interesadas en la actualidad política y en los acuerdos PSOE y CIUDADANOS para la Investidura. Entre unas decenas de asistentes, uno de ellos, afiliado al partido de Ciudadanos, apuntó como motivos de preocupación: La responsabilidad personal que adquiría Albert Rivera suscribiendo el Pacto y enfrentándose al electorado próximo al PP. La deriva marcada en Ciudadanos, que influirá en el futuro del partido girándolo hacia posturas de izquierdas. Y el uso, quizá abuso, de una dignidad real que el tándem SánchezRivera puede haber usado, bien o mal, con objetivos tan opuestos como el admirable «desbloqueo de una situación política», que adujeron; o los muy reprobables de aprovecharse de ella con fines tramposos, como apuntaron otros, para «Sacar beneficio personal o de partido», «Asentar figuras políticas», o «perjudicar a adversarios y deteriorar liderazgos de oponentes».

Una vez el tema en la palestra, entre los miembros del foro aparecieron posturas varias: Una, suave, que tachaba a los firmantes del pacto de irresponsables sin calificar la posición de Felipe VI. Otra, intermedia, que analizaba la actuación del Jefe del Estado desde ópticas distintas, en función de las intenciones del dúo SánchezRivera (engañando y/o engañándose), del conocimiento que facilitaron a la Jefatura del Estado, o de las intenciones del propio Jefe del Estado. Y otras, muy radicales, para “arropar” a ultranza las posturas del dúo y la figura del Rey; o para desaprobar con dureza inmisericorde lo que el Presidente del Gobierno en funciones había llamado “corrupción”.

En aquellas conversaciones en el salón de un hotel de lujo, los asistentes al foro suscitaban un debate que está en la calle, que impregna la sociedad y los estamentos políticos actuales; y que va a producir unas consecuencias que influirán en el futuro nacional. Por eso su interés.

Consecuencias de las decisiones del Jefe del Estado
Frente a la decisión real de una posible propuesta de investidura, permítaseme la auto-cita, apuntaba en mi artículo, «…con el Gobierno en funciones y el Jefe del Estado al margen de la contienda política, tampoco es necesario comprometer al Rey…con un proceder que algunos comentaristas han tildado de “borboneo del pasado”, una forma de actuar que no es otra cosa que ofrecer la investidura a actores y candidatos que, como Sánchez y Rivera, pueden hacer lo que ha definido Rajoy».

Y esto, porque, seguía argumentando, «El Jefe del Estado ya no está obligado a proponer a un candidato si no se arma una alianza de investidura, como opinaba el catedrático de Derecho Constitucional, exdiputado socialista y Letrado de las Cortes López Garrido el martes pasado en un artículo que publicó El País.»

Sin embargo, la no necesidad de compromiso real proponiendo o no proponiendo candidato, acompañada de la no obligación de proponerlo, que señala López Garrido, no significa que el Rey quede al margen de la investidura. Por el contrario, como se apuntaba en el foro, su actuación, sea la que sea, es doblemente  importante.

Pedro Sánchez-Albert Rivera, firman papel mojado.
Pedro Sánchez-Albert Rivera, firman papel mojado.

Lo es, en primer lugar, porque como Jefe del Estado, proponiendo la investidura o evitándola, puede impulsar la acción política nacional propiciando una continuidad u otra.

Lo es, también y con una relevancia superior, porque de su actuación depende, además de la inmediatez política, la estabilidad de La Corona y, por ende, del sistema político que disfrutamos. Ya que si como Jefe del Estado opta por lo que ya alguien ha definido como “borboneo” se habrá inmiscuido en el juego político nacional, con lo que ello comporta.

En todos los supuestos, la investidura pendiente, antes o después de unas nuevas elecciones, puede convertirse, si no lo es ya, en un problema que ha de resolver el Rey.

Frente a esa realidad, parece deseable suprimir interferencias, supuestas ayudas interesadas, y las trampas de quienes puedan resultar parciales.

Como la autoridad siempre termina en punta, también la real, al respecto y para conocimiento de quienes traten de influir en el Rey, sólo parece oportuno recordarles el respeto que merece y lo que representa.

No sería ocioso, no obstante, traer a colación el espíritu de un refrán que es útil para niños: “Con las cosas de comer no se juega”. Actualizándolo con una redacción oportuna en relación con a la Corona, podría expresarse:

Con las cosas del Estado no se juega; y con el Rey tampoco.