Mi Columna
Eugenio Pordomingo (2/10/2009)yes-de-irlanda3
En junio del año pasado los irlandeses dijeron No al Tratado de Lisboa, asestando así un «duro revés a la Unión Europea», según la versión que dieron entonces la mayoría de los medios de comunicación de la eurozona. 

En el referéndum celebrado el jueves día 12 de junio de 2008 en Irlanda, participó un 51 por ciento de la población. Los que apostaron por el «NO» alcanzaron un 53,85 por ciento, frente  a los partidarios del «Sí», que obtuvieron un 46,15.

Tras ese mazazo a los intereses «europeos», catorce países han ratificado en sus parlamentos nacionales (sin el voto de los ciudadanos) la Constitución Europea, ahora llamada Tratado de Lisboa. El proyecto europeo contemplaba que el Tratado entrase en vigor el 1 de enero de 2008, si todos los países lo hubiesen  aprobado. Faltaba Irlanda, cuyo Gobierno decidió democráticamente -¡el único!- que se consultase al pueblo. ¡Que insensatez!

El resultado irlandés, el No, desagradó a la clase política europea, que con rapidez se dispuso a buscar la forma para que el Tratado de Lisboa fuese aprobado por una «amplia mayoría».

El «Sí» al Tratado, tal y como se está haciendo, es una bofetada a la ciudadanía europea y una medida de lo más antidemocrático. Los europeos si queremos una Europa unida, fuerte, democrática y justa, pero no esta Europa que «ellos» han elaborado a la Carta y a su gusto.

En noviembre de 2007 dijimos que el «No» de Francia y Holanda y el «sí» de una minoría del pueblo español, dieron al traste con el proyecto de Constitución que querían meternos con horma y vaselina. Después, para obtener el «Sí», se marginó al pueblo, y en su lugar fueron los parlamentarios de cada país los que dijeron sí al costoso mamotreto que elaboró una comisión dirigida por el nefasto Giscard D´Estaing.

Por aquellos días, Nicolás Sarkozy dedicó gran parte de su discurso -dirigido a los parlamentarios europeos-, a explicar el triunfo del «NO» francés en el referéndum sobre la Constitución Europea. Su interpretación del «NO» francés fue la siguiente: aquel «NO», no significó para el pueblo francés «la expresión de una negación de Europa, sino la expresión de una mayor exigencia. Cuando los pueblos dicen «no», no hay que pensar que se equivocan, sino pensar por qué lo hacen. El «no» francés y el holandés expresaban mucho más que la simple negativa frente a un texto».

Sarkozy  manifestó entonces que Europa tiene que ser «lo más democrática posible. No hay que acallar las divergencias», y por eso opinó que «Europa necesita más debates», como el que se ha producido sobre el Tratado constitucional, que al final ha salido adelante gracias a la voluntad de los gobiernos.

En España hubo un 58 por ciento de abstencióno-65-horas-en-la-uen, y sólo uno de cada tres españoles con derecho a voto dijo «sí». Todo ello aderezado con multimillonarias «dádivas» a ONG, asociaciones, fundaciones y «plumillas», para que alentaran, animaran y jalearan a un despistado y manipulado pueblo, que a pesar de todo votó lo que votó.

Ahora, los irlandeses vuelven a las urnas para pronunciarse sobre el Tratado de Lisboa. Tras el rechazo del texto en junio de 2008, el Gobierno irlandés consiguió ciertas garantías de futuro, como por ejemplo, tener un comisario permanente por cada país, neutralidad militar, independencia en asuntos de fiscalidad y garantías sobre el derecho a la vida…

El sí es probable que ahora triunfe, aunque por escaso margen. Irlanda está inundada de carteles pidiendo el «Yes»,  y hasta en la mesas electorales hay propaganda solicitando, casi exigiendo, el «Yes» en descomunal tamaño.

Una forma muy democrática de fomentar el libre pensamiento. Pero, si por casualidad triunfara el No, no hay que preocuparse, pues dentro de dos o tres años -o antes- habrá otra convocatoria electoral, otro referéndum, hasta que el «SÍ» resulte vencedor.

Y es que a los europeos les cuesta entender las bondades de este Tratado que casi nadie ha leído y los que lo han hecho se pierden entre sus centenares de farragosos folios…

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