Internacional
Eduardo Paz Rada (12/10/2011)
Al parecer la tremenda crisis económica, financiera y de valores humanos que atraviesan Europa y Estados Unidos, junto a la cómplice acción de los grandes medios de comunicación a su servicio, ha enrarecido y confundido, en algunos casos, la gravedad y las nefastas consecuencias futuras de la violenta intervención militar aérea imperialista sobre territorio libio, utilizando nuevos «métodos» y tecnologías que matan centenares de miles de personas sin arriesgar la vida de los atacantes y pagando a mercenarios y empresas especializadas en operaciones de muerte.
Las prácticas colonialistas, aparentemente superadas por las «democracias occidentales y civilizadas», adquieren nuevas formas cuando se producen situaciones de profunda crisis económica como la que afecta en la actualidad a las tradicionales potencias capitalistas. La crisis financiera iniciada a mediados de la década pasada e intensificada en los últimos meses en los ámbitos productivo, comercial, industrial, inmobiliario, fiscal y bancario, provocada por los grandes consorcios especuladores transnacionales, fue endosada a los estados-nacionales y sus gobiernos, los mismos que la han trasladado a los trabajadores y a la población en general.
La doble reacción no se ha dejado esperar. Miles de manifestantes en las calles de Madrid, Nueva York, Atenas, Londres, Roma y otras ciudades han roto la rutina para hacer escuchar su voz de protesta y reclamar por la inmoral práctica de las corporaciones capitalistas que pretenden mantener sus ganancias y excedentes a costa de la miseria general. Por otro lado, las tendencias políticas y mediáticas conservadoras han exacerbado las actitudes xenófobas contra los migrantes africanos, árabes, asiáticos y latinoamericanos, a quienes se intenta responsabilizar de la crisis, el desempleo y la recesión, y pretenden, de esta manera, impulsar sus proyectos reaccionarios.
LAS NUEVAS TENDENCIAS
A su vez, ante la sostenida conciencia anticolonial y antiimperialista surgida en la última década en distintas regiones del Tercer Mundo y ante la emergencia de economías poderosas como las ex-potencias socialistas, como China y Rusia, o la India, Brasil, Sudáfrica y Turquía, que han sido menos afectadas por la crisis, las posiciones de Estados Unidos y la Unión Europea tienden a imponer las políticas militaristas definidas por la guerra y la intervención a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Bajo el argumento de la lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo islámico, Estados Unidos emprendió la guerra contra Irak, intervino en Afganistán, amenazó a los gobiernos de la región y mantuvo su respaldo indeclinable al régimen de Israel, convertido en su mejor carta de acción en el Medio Oriente. Sin embargo, los manidos elementos religiosos, culturales, morales o políticos se ubicaron en segundo plano, puesto que el interés mayor se encontraba en la explotación de los ricos yacimientos petroleros del territorio árabe y en la jugada geopolítica frente al avance Ruso y Chino.
Lo mismo ocurre ahora con la invasión militar europeo-estadounidense aérea de la OTAN sobre Libia, al norte de África, donde Muhamar Gadafi, quien recuperó el petróleo de manos de las transnacionales francesas, inglesas e italianas, consiguió elevar el nivel de vida de su población e impulsar posiciones tercermundistas, se convirtió en el trofeo del «mundo occidental» para iniciar un nuevo periodo de acción estratégica de dominación sobre el mundo. Fue una nueva señal de barbarie que el Presidente francés Nicolas Sarkozy y el Primer Ministro inglés, David Cameron, sobretodo al primero que recibió de los gobernantes norteafricanos aportes para su campaña política, aparezcan avalando al nuevo gobierno de Trípoli, y tendrán millonarios beneficios con la «reconstrucción» de ese país africano y con sus ricas reservas petroleras.
Fue lamentable que tanto Rusia como China, con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, hayan permitido la intervención militar y los ataques aéreos sobre Libia.
PELIGROS PARA EL TERCER MUNDO
En este mismo marco se puede evaluar el hecho por el cual la Unión Europea aprobó el Acuerdo de Lisboa de diciembre de 2009 en el que establece que las Islas Malvinas de Argentina, invadidas por Inglaterra en 1833, sean consideradas como parte de la Unión Europea, marcando, de esta manera, su intención de impedir el ejercicio de la soberanía argentina sobre un territorio ubicado a mas 5.000 kilómetros de Londres.
Esta disposición es una afrenta tanto a la Argentina, como a América Latina y el Tercer Mundo, en momentos históricos en los que se impulsa la formación de bloques geográficos y políticos, como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), se profundizan los procesos de descolonización iniciados en la década de los años cincuenta y se desmorona la dominación europeo-estadounidense.
Las nuevas intervenciones imperialistas y colonialistas se convierten en instrumentos peligrosos que, buscando resolver las crisis cíclicas del capitalismo y la debacle climática y civilizatoria, pretenden mantener un orden mundial basado en el sometimiento de los países y pueblos oprimidos que aún tienen pendiente el proceso de liberación nacional y autodeterminación planteado, entre otros, por Franz Fanon, Ho Chi Ming y Carlos Fonseca.