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Diego Camacho (18/5/2012)
Hemos oído con demasiada frecuencia lo buena profesional que era la reina de España. Una vez que lo puso en circulación el monarca toda la Corte se puso a la tarea de difundirlo a los cuatro vientos y siempre que surgía cualquier oportunidad. Sonaba como a una «excusatio non petita…» con la que afirmando genéricamente una cualidad trataban de taparse carencias concretas. Su escaso cariño a las señas de identidad de su nación quedó pronto de manifiesto, se limitaba solamente a cumplir una agenda más como autómata que como reina. Intuíamos su profunda pena a causa de un matrimonio fallido, pero su alejamiento de «lo español» no le ha supuesto una salida sino sólo una huida a Londres. Es una lástima que al final ella identifique a los españoles con el causante de su pena, cuando nada hemos tenido que ver ni con su elección ni con sus avatares familiares.

Su primer movimiento equivocado, este año, han sido sus dos desplazamientos a Washington para sacar de compras a su hija Cristina, además de ver a sus nietos, y hacerlo con el despliegue propagandístico que supone la revista HOLA, todos sabemos que si hubiera querido hacer un viaje discreto, la citada revista hubiera colaborado con la Casa Real. Hacer el despliegue tipográfico que hizo además de dejar patente el cariño a su hija, dejaba también en evidencia a la Corona. Por si no se ha enterado, sus hijos, los duques, se han apropiado fraudulentamente de un dinero que es de los españoles y todavía ni ellos ni su marido han hecho nada para devolverlo. La Infanta no está procesada, pero no por no estar implicada sino por tener la suerte de haber encontrado a un juez que quiere extender la inviolabilidad del Rey a toda la familia.

La guinda de su falta de profesionalidad institucional ha sido la suspensión de su viaje a Londres para celebrar el jubileo de Isabel II. Ha tenido que ser el gobierno quien le señalara a la Zarzuela «lo poco adecuado del viaje en las circunstancias actuales». Es impresentable que haya tenido que ser el gobierno quien le diera las pautas de comportamiento político a la Casa Real. ¿Les preocupa a los funcionarios de palacio la imagen exterior de España? La movida de los británicos con respecto a Gibraltar y al jubileo de su reina es un acto a todas luces inamistoso e impropio de un aliado. Nuestra reina, ji ji ja ja, con tal de cenar allí se aprestaba al reencuentro. Si quería hacer un desplante a su consorte que se lo haga directamente, no a costa nuestra.

Justificar el dislate aduciendo el carácter privado que tenía el viaje era lo que convenía a la Casa Real y al Foreign Office. A los primeros por cenar gratis y a los segundos por desactivar sus provocaciones.

La familia real española debe pararse a reflexionar pues sus tareas institucionales están colaborando a nuestro desprestigio internacional y eso es inadmisible e imperdonable.

N. de la R.
El autor es coronel diplomado en Operaciones Especiales, licenciado en Ciencias Políticas y miembro de la Junta Directiva de APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África).


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