Economía
Manuel Funes Robert (25/12/2012)smith-y-marx
«La síntesis, esto es, la coordinación de resultados a los que se llega por vías de acceso diferentes, es cosa que pocos son capaces de realizar y en consecuencia, del estudiante al que solo enseñamos a ver árboles aislados surge en clamor por ver el bosque»
Schumpeter («Capitalismo, socialismo y democracia»)

La síntesis es tanto más difícil cuanto más complejo sea el objeto de la misma. El mercado lo es muchísimo y por ello son tantos los expertos y tan escasos los sabios.

El remedio soberano en las contiendas humanas es hacer ver a los que se enfrentan que normalmente lo que tienen de común y les une es más que lo que les separa y enfrenta. Toda pacificación aún en los casos de mayor virulencia en la contienda pasa como bálsamo de Fierabrás por el descubrimiento de esta inadvertida y firme vinculación.

Pues bien, en el mundo de las ideas ocurre otro tanto. Si sobre una realidad social tres filósofos descubren y exhiben sucesivamente lo que en esa realidad hay de bueno, lo que hay de malo y el remedio para lo que hay de malo, las tres aportaciones doctrinales forma un solo cuerpo de doctrina, obra conjunta de tres genios. Es el caso de Adam Smith, Carlos Marx y Keynes. El primero descubre y rehabilita el mercado, que no es una institución a la que haya que resignarse y en la que los profesionales del mismo sean gentes de peor condición y menor rango social. Smith asombra al mundo y siembra las bases del desarrollo económico al decir que en el mercado y en libre competencia, el egoísmo se transforma en virtud. Y liga la articulación de todos los egoísmos a un nivel de bienestar inalcanzable sin el mercado y creando no solo oferta de bienes sino solidaridad masiva, nacida precisamente de su contrario, esto es, el afán de lucro. No hay lucro sin servicio y como final se proclama que el mercado forma parte del Orden Natural. Sobre el diagnostico trascendente se sugiere como remedio la mano invisible, el dejar hacer, pues todo se va a hacer bien si no se coarta e impide dicho libre hacer.

Pero en el Orden Natural existen también la enfermedad y la imperfección y Marx pone el acento en una enfermedad novísima cuyo descubrimiento respeta y mantiene lo que Adam Smith ha expuesto salvo en lo que se refiere al remedio. La división del trabajo es compatible con la explotación en el trabajo y con la aparición de muchedumbres que no pueden beneficiarse de la división del trabajo sencillamente porque no tienen trabajo con el que ganarse la vida. Aportación complementaria de la anterior en cuanto entre los dos han visto lo bueno y lo malo de la institución que analizan. Frente a la libertad total liberal, Marx solo ve la expropiación violenta de los medios de producción que en manos privadas fragmenta la sociedad en dos clases en lucha.

El tercer genio acepta los análisis anteriores y discrepa de los dos remedios, y en particular destaca que un mercado en regresión destruye renta y reparte masivamente insolidaridad por cuanto cada uno busca su salvación atentando contra la renta de otro:

keynesMenos producción-menos empleo/menos producción-menos empleo… y este tercer genio, apoyándose en algo que no pudieron imaginar los dos anteriores -el cambio de naturaleza de dinero, que pasa de cosa y dato a nombre y variable, da el remedio perfecto para los males del mercado. La liberación del obrero se asegura más con el pleno empleo que con las leyes y no es necesario para lograrlo expropiar al capitalista. La revolución monetaria hace innecesaria la revolución social, logra los fines liberadores de modo pacífico e incruento. Un déficit presupuestario nacido de un aumento de la circulación monetaria puede llevar al pleno empleo y a que el mercado ofrezca los bienes que descubrió Adam Smith. Keynes es el médico del mercado, no el enemigo y los pocos vacíos que dejó en su obra los estamos llenando sus seguidores. Y con ello se ve la complementariedad de las tres grandes doctrinas que han creado tanto drama innecesario y tanta disputa inútil.