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Andrés Soliz Rada (18/10/2014)
Evo Morales ha enfrentado en su primera gestión de gobierno (2005–2009), el enorme desafío de arrancar a Bolivia de los esquemas neoliberales. En importante medida ha logrado este propósito con la nacionalización de los hidrocarburos (01-05-06), a partir de la cual se ha reorganizado parte de la economía en función de un capitalismo de Estado que, acompañado de los altos precios de las materias primas, ha traído una bonanza económica que ha fortalecido al país.

En su segunda gestión (2009–2014), ha terminado de derrotar los intentos separatistas de la Nación Camba y las corrientes disgregadoras de un indigenismo radical, que consiguió que la Constitución reconociera la existencia de 36 naciones indígenas, dotadas de territorios ancestrales, justicias comunitarias y dominio exclusivo sobre recursos naturales renovables y derecho a veto sobre los no renovables. Todos estos enunciados han quedado en el papel.

Al iniciar su tercera gestión (2015–2020), tiene el reto de consolidar la viabilidad de Bolivia, permanentemente amenazada desde los albores de su existencia, debido a su invertebrada geografía, diversidad étnica, pluriculturalismo multilingüe y asechanzas continuas de oligarquías vecinas que actuaban y actúan como correas de transmisión de transnacionales.

Sus promesas abarcan hasta el 2025, año en  que Bolivia cumplirá 200 años de existencia. El Presidente considera que en los próximos 16 años, Bolivia debería ser un país sin extrema pobreza, en el que prime el interés colectivo sobre el individual y capaz de resolver los problemas de educación, salud y deporte.

Postula también la soberanía científica y tecnológica, la soberanía comunitaria y financiera, sobre nuestros recursos naturales con nacionalización, industrialización y comercialización, la soberanía alimentaria, ambiental y marítima, que permita a Bolivia recuperar su mar cautivo.

Como puede advertirse, el Presidente no ha ofrecido ni el socialismo, al margen del socialismo latinoamericano, que es el único posible, ni un retorno al tahuantinsuyo, como exigen las ONG y los “pachamámicos”. Ha planteado un proyecto de país posible que ha dejado sin  propuestas a los otros candidatos presidenciales, ampliamente derrotados en los comicios del 12 de octubre pasado.

Las metas señalas tienen, sin embargo, enormes obstáculos que obligarán a Evo a demostrar que es  capaz de consolidar la unidad nacional y conducir acertadamente la economía no sólo en épocas de bonanza, sino de enormes dificultades que se avizoran en el horizonte inmediato, sobre todo por la disminución de precios de las materias primas.

El año 2019, entrará en vigencia un nuevo contrato (posiblemente por otros 20 años) de venta de gas al Brasil. Evo deberá discutir los nuevos precios ya sea con Dillma Rousseff  o Aecio Neves. Ninguno de los dos tiene una disposición favorable hacia Bolivia, como acontecía con Lula.

Nuestra situación es más grave aún ni se considera que EEUU y Europa Occidental han iniciado una dura ofensiva contra los BRICKS (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica) por haber puesto las bases de un nuevo sistema financiero, que limite la hegemonía absoluta de la Banca Mundial y sus paraísos fiscales. Ahora bien, en la medida en que Brasil sufra la ofensiva imperial, tratará de capear el temporal con imposiciones más drásticas sobre sus débiles vecinos.

Andrés Soliz Rada
Andrés Soliz Rada

Los organismos regionales de integración (MERCOSUR, UNASUR, CELAC y ALBA) no han podido pasar de efusivos discursos bolivarianos al control conjunto y coordinado de recursos estratégicos, como la minería, el petróleo, la Banca  y la agricultura, en los que las transnacionales tienen dominio casi absoluto. A manera de ejemplo, la legislatura de Chubut acaba de entregar a la British Petróleum la explotación por 40 años de Cerro Dragón, el yacimiento más productivo de gas y petróleo de la Argentina.

De esta manera, en tanto los proyectos de integración liberadores se hallan estancados, los planes de dominación de EEUU, a través de la Alianza del Pacífico (Perú, Chile, Colombia, EEUU y México), han logrado importante avance con la des nacionalización del petróleo mexicano.

En consecuencia, Bolivia, para acercarse a su ambiciosa agenda patriótica del 2025, debe fortalecer su unidad interna, manejar con mayor responsabilidad su endeudamiento externo y usar de manera más responsable sus recursos económicos, lo que no siempre ha ocurrido en los años precedentes.