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José Luis Heras Celemín (9/12/2016)
«El nuevo pacto PP-PSOE margina a Podemos y Ciudadanos».

La frase, textual, es de un diario nacional que se hacía eco de lo que parece ser una opinión difundida con fines determinados: La existencia de unas pinzas, o varias, concebidas y orquestadas por el PP y PSOE en perjuicio de Podemos y C’s, las dos formaciones políticas que acaban de llegar al Parlamento.

Sin embargo, esa es una percepción simplista que, de forma interesada, trata de explicar la actividad política desde la óptica maquiavélica de quienes reducen la actividad a simples artimañas. A nadie se le oculta que los motivos para argumentar así son dos: Ocultar la valía y capacidad propias tras el manido parapeto de la pinza política. Y justificar los previsibles resultados adversos en la rémora de una antigualla (el bipartidismo) que se hace ajena y culpable; y que difumina carencias programáticas y propuestas poco útiles.

Es cierto que el PP y el PSOE han acordado las medidas que ya son conocidas: Subida del salario mínimo, mantener el objetivo de déficit, modificar el impuesto de sociedades, elevar las tasas sobre el tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas. Y es posible que existan otras que iremos conociendo con el tiempo. Pero también es cierto que esos acuerdos y los que vengan no justifican la falta de trabajo, capacidad e iniciativas de los recién llegados (Podemos y C’s); ni permiten trocar unas pinzas políticas por otras.

Porque sí hay pinzas, lo que se entiende por pinzas en el sentido literal y político del término. Las hay: unos «instrumentos para agarrar, que se juntan o separan haciendo presión», formadas por «dos piezas unidas por un extremo y separadas por el otro». Las hay. De dos tipos:
Las que se pretenden como consecuencia del acuerdo de dos fuerzas políticas, PP y PSOE, para conseguir el que se ha tratado de explicar cómo pinzamiento a Podemos y Ciudadanos. Estas pinzas, que son conocidas y tienen como motivo el difundido, no producen otro efecto que el simple enunciado: hacer noticias con ellas y justificar posturas o resultados.

Y otras dos pinzas, que son mucho más importantes porque, desde la realidad de los pinzados, ponen en evidencia sus características, explican la situación política del momento y, en cierto modo, alumbran algunos trazos de futuro. Son las que, dentro de cada grupo, por méritos o deméritos propios y sin intervención externa, se convierten en corsés.

Como los pinzados son dos, Podemos y C’s, bauticemos las pinzas con sus nombres y fijémonos en que el pinzamiento es hecho por ellos mismos y sin intervención ajena.

Pinza Podemos
Como es evidente, las «dos piezas unidas por un extremo y separadas por el otro» son las dos tendencias que hay en el grupo, unidas, de momento, por el poder obtenido en las urnas, que se aprisionan una a otra, parece que con fuerzas dispares; y que comprimen, hasta casi asfixiarlo, un mensaje difuso que perjudica al grupo cuando se muestra capaz de afirmar una cosa y la contraria sin explicar motivos.

En la realidad, las piezas compresoras son, sobre todo, las ideas que hay en la formación y que mueven, o debieran mover, a un grupo que ha nacido en la algarada callejera y que evoluciona deprisa, trastrabillándose en intereses personales y en quimeras regionales (locales y autonómicas) o de grupos. Por una parte, están las ideas de Pablo Iglesias; y por otra las de su segundo Íñigo Errejón. Las dos unidas en las viejas tesis marxistas de Antonio Gramsci, evolucionadas en distinta medida por las aportaciones radicales de Noam Chomsky y seguidores; y generando unas tensiones que se diluyen en el batiburrillo creado en una confluencia de “los llegados a la Coalición”: Unos coaligados que, de momento y sin saber hasta cuándo o cómo, mantienen y soportan la pinza.

Pablo Iglesias, Jordi Évole y Albert Rivera. Foto archivo.
Pablo Iglesias, Jordi Évole y Albert Rivera. Foto archivo.

Pinza Ciudadanos
Sin divergencias y con doctrina única, el pinzamiento (que es doble) aparece como consecuencia de una dualidad variada que va desde los intentos de buscar consonancias con otros (pactar o acordar) hasta la definición de una actitud voluble en la que pueden tener lugar una postura y la opuesta. Hay dos hechos señalados que merecen atención: Los pactos para la investidura de dos candidatos tan dispares como Pedro Sánchez y Mariano Rajoy con programas tan distintos como el socialista y el popular, que representa una de las pinzas propias. Y la decisión de apoyar la investidura de Rajoy para que éste forme un Gobierno en el que C’s no participa, que supone, más que agarrotamiento, la inmovilidad absoluta en una pinza propia.

Y es que, si en los pactos (primero con el PSOE y luego con el PP) se evidenció una inconsistencia voluble más que notable con dos decisiones que se convierten en instrumentos que aprisionan, con el apoyo a la investidura sin entrar en el gobierno se demuestra algo infinitamente peor: Oportunismo, falta de compromiso, desconfianza en la capacidad propia, incoherencia e inestabilidad. Una inestabilidad que no se queda reducida a C’s, que es contagiosa porque contamina, y que amenaza un equilibrio nacional que es superior en entidad.

Por lo anterior, puede que sea bueno (y tranquilizante) confiar en la opinión de los que ven a Podemos y Ciudadanos entre pinzas.