Antonio Cubillo, líder del MPAIAC,

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (30/1/2017)
Tan enfrascados estamos en lo cotidiano, y ensimismados en nuestros propios problemas, que marginamos, apartamos de nuestra mente, todo aquello que creemos no nos afecta. ¿Por qué digo esto?  Sencillamente, porque muchos de esos sucesos, escandalosos en su mayoría, afectan en lo más profundo a nuestra calidad democrática. Y, por otro lado, los personajes protagonistas de hechos o acontecimientos acaecidos en tiempos pasados, aunque no muy lejanos, deambulan todavía por estos lares como si lo sucedido no fuera con ellos. A estos personajes les suelo llamar “eminentes”. Ellos ocupan los puestos más altos en nuestra sociedad –generalmente en lo político o institucional-, y están por encima del bien y del mal. Son intocables. Los hay de todo pelaje, condición, ideología y creencia religiosa. Ya se sabe que a esos puestos eminentes, como a las cimas, sólo suben las águilas y las serpientes.

Un sucio asunto nos desvela como actúan. Situémonos en el 5 de abril de 1978 en Argel, capital de Argelia. Mejor, en los prolegómenos de esa fecha. Y conozcamos a un personaje de novela negra, utilizado por eminentes del momento. Me refiero a  José Luis Espinosa Pardo, confidente, espía, y hombre de pocos escrúpulos, conocido por  el ‘topo de Torreagüera’, que murió el año pasado a los 90 años, allá por el mes de noviembre, en su casa de toda la vida. La noticia la dio el periodista Rafael Méndez en El Confidencial.

Lo que es la vida. A pesar de haber tenido contactos con eminentes hombres de los últimos años del franquismo y los primeros de la llamada Transición -que no significa que se codeara con ellos-, Espinosa murió casi en la miseria, en la indigencia. Este personaje tuvo tantos alias como sucesos en los que estuvo enfangado. Bajo los apodos de Gustavo, Alberto y Ahmed –seguro que hay más-, ejerció de soplón, confidente y algo más, como veremos. Casi siempre ejerció su actividad a las órdenes del comisario Roberto Conesa, jefe de la Brigada Político-Social. Militó en el PCE Marxista-Leninista, en el PSOE y en la UGT. Su militancia en el PSOE no fue nada discreta, ya que dirigió la campaña electoral de ese partido en Murcia en las primeras elecciones, y asistió al Congreso de Suresnes  (Francia), como secretario regional de UGT.

La actividad de Espinosa llegó hasta los Grapo, el FRAP y vayan ustedes a saber. Pero una vida tan agitada y llena de riesgos suele terminar mal, a no ser que seas un eminente,  y éstos por razón de su cargo no suelen dar la cara en esas negras historias.

Espinosa nunca tuvo tropiezos con la Justicia, hasta que el “intento de asesinato” del líder independentista canario, Antonio Cubillo,  líder del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), le condujo ante ella.

En 1990 fue condenado a 20 años de cárcel por ese intento frustrado de asesinato, cometido en Argelia en 1978.

A pesar de las promesas hechas desde el Ministerio del Interior de España, de que saldría en dos meses, ocupó un chabolo durante siete años. Unas semanas antes de su muerte había concertado una entrevista con Rafael Méndez, periodista de El Confidencial, para comentarle sus cuitas acerca de toda la trama que rodeó ese asunto. Pero unos días antes murió. Estaba dispuesto a contarlo todo, pero la muerte se lo llevó el 30 de noviembre de 2016.

El negocio del turismo peligra y Alemania exige tomar medidas

Una serie de atentados en Las Palmas de Gran Canaria –un Tedax de la Policía Nacional murió al tratar de desactivar una bomba-, algunos de ellos en el aeropuerto de la capital, motivaron que las autoridades desviaran vuelos hacia el de Los Rodeos en Tenerife.

Pero un gravísimo accidente de aviación en ese aeropuerto, hoy llamado Tenerife Norte, dio un vuelco a la situación. Dos Jumbos chocaron antes de despegar. Murieron 582 personas, y ello colmó la paciencia del gobierno de Adolfo Suárez. Alemania presionó para que se acabara con esa situación de inestabilidad e inseguridad para los turistas alemanes. No faltaron los expertos que echaron la culpa de esa tragedia al excesivo tráfico en ese aeropuerto.

Todo ello, unido a las tensiones institucionales, peligro de que el turismo dejara de visitar las Islas, fricciones en la UCD, fragilidad gubernamental y  dificultades diplomáticas con Argelia, país que se sentía molesto por la decisión de España (Acuerdos de Madrid) de entregar el Sáhara Occidental a Marruecos, condujeron a que desde el Ministerio de Interior se ordenara a Espinosa –así lo afirma la sentencia judicial- que acabara con Antonio Cubillo líder del MPAIAC.

José Luis Espinosa, en 1982, durante la entrevista en la que reveló a ´La Verdad´ que había cobrado por matar a Cubillo. / LV

Dicho, pero no hecho. Dos españoles, Juan Antonio Alfonso González y José Luis Cortés Rodríguez. “contratados” por Espinosa, fueron los autores materiales del apuñalamiento a Cubillo el 5 de abril de 1978, que de resultas de ese atentado vivió el resto de su vida en una silla de ruedas.

Argelia juzgó a los dos españoles, que fueron condenados –uno a muerte y el otro a 20 años de prisión-, pero a los siete fueron indultados. En 2003, Cubillo recibió una indemnización de 150.253,03 euros por las secuelas que le dejó el “encargo fallido” del Estado Español.

La justicia abrió el caso tratando de buscar a los “hombres de armas” que desde sus despachos dirigieron el atentado. Espinosa y sus “contratados” no dijeron nada sobre los “autores intelectuales”. Espinosa, quizás harto de tanta promesa incumplida, se mostró en los últimos años de su vida, propenso a declarar lo que pasó, pues «No me han dado ninguna ayuda. Ni un paquete de tabaco. Me arruinaron moral y económicamente. He perdido mi mujer y mi casa (…) Que no diga Martín Villa que no sabe nada, porque todo se planeó en un despacho de la DGS [Dirección General de Seguridad] con el nombre de Operación Mallorca. A mí me dijeron que era por el bien de España»,  dijo Espinosa a los periodistas José Antonio Hernández y Miguel González, que le entrevistaron el 12 de febrero de 1996 para el diario El País.

Algunos de los que decidieron aquel atentado han muerto, otros viven y han sido recompensados políticamente. Pero el que ya no puede señalar con su dedo a nadie, es José Luis Espinosa Pardo.

Un caso más de los muchos que ocultan las cloacas del Estado.


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