Roger Torrent (Foto ERC).

España
José Luis Heras
Celemín
(5/7/2019)
Roger Torrent es un político catalán joven, 39 años, que, milita en ERC y preside el Parlamento de Cataluña (Parlament de Catalunya). Coincidiendo con las fiestas del LGTBI, Torrent aparecía en Madrid presentado por el que fuera vicepresidente del Tribunal Constitucional y Secretario de Estado de Justicia Luis López Guerra, que lo definió como “representante de una corriente de opinión y político en activo” que tiene como propósito tender puentes y al que conviene oír, porque conviene oír a todas las partes.

A esta altura del curso político, con el Gobierno en funciones, pendientes de la investidura posible de Pedro Sánchez y de la sentencia del Tribunal Supremo que enjuicia a los políticos catalanes que protagonizaron los hechos del 1-O de 2017, la presencia de Torrent en Madrid suscitaba interrogantes: ¿A qué viene: a tender los puentes que cita López Guerra, a mostrar la postura de ERC cuando su apoyo a la investidura de Sánchez puede ser motivo de trueque o componenda, o a traer a Madrid (y al Tribunal Supremo) presión o algún tipo de influencia?

Empezó prudente, incluso modoso, “Espero estar a la altura de las expectativas. No pretendo convencerles”. Para, después, ir aportando ideas, sus ideas, sin advertir si éstas son posibles en una situación política como la presente: Puentes entre Cataluña y España, que están en un conflicto institucional. El derecho a decidir de Cataluña ha abierto episodios de desconfianza mutuos. Distorsión de posiciones del adversario. Hay que hacer política. Diálogo. Hablar sin vetos ni restricciones. Valentía para llegar a acuerdos. La cárcel es ineficaz. La crisis no se resuelve con represión. Lo razonable es que el Estado sedujera y no reprimiera. La solución debe pasar por las urnas. Desde el republicanismo, voy a hablarles de esto y de cómo superar el conflicto. Hace 40 años, durante la Transición, hubo esperanza, pero no se ha avanzado. Estado de las Autonomías frente a la globalización. Se necesita un Estado que entienda Cataluña como una nación compleja. Estoy convencido que la república catalana sería una ayuda para España. La salida del conflicto será bilateral, multilateral y democrática. El objetivo no es la conllevanza orteguiana. Las decisiones de estos días van a determinar el futuro. Las sentencias importarán. A pesar de todo, hablamos de hacer política. Sean las que sean las decisiones gubernamentales y judiciales, seguiremos manteniendo nuestras posiciones para llegar a acuerdos. Si la decisión del Estado es el bloqueo, la respuesta del independentismo será contundente. Un Estado no puede retener por la fuerza. El procés ha provocado un dilema. Retener, desde el punto de vista democrático, es cuestionable. No se puede retener (a Cataluña en España). Se necesita un pacto para un referéndum de los catalanes. El Estado necesita legitimarse en Cataluña. No es admisible que el Estado no tenga propuestas. Si Sánchez no tiene proyecto es peor. Esta comparecencia es una anomalía, yo he venido a tender puentes. Debemos hablar y sacar la política de los juzgados. Las actitudes que mantengamos serán determinantes para el futuro. Soy demócrata.

Ahí terminó. En su discurso, independentista, está la realidad de quien ve la situación desde la distorsión que se aparta de la realidad nacional. Frente a la actualidad española, que obvió, la posición de Cataluña en un contexto nacional e internacional irreal. En vez de advertir, incluso contabilizar, los aportes de Cataluña en España, la postura quejica de quien pide la tutela paternalista de un Estado que para legitimarse (¿?) debe seducir. Frente a la realidad de un Estado español moderno, esbozó un irreflexivo y autoritario – incluso dictatorial– ente estatal irrespetuoso con el Estado de Derecho, con todos los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) sometidos a algo indefinido que no concretó pero próximo a una especie de pancatalanismo retrógrado difícil de encajar en la aldea global moderna.

Podría haberse argumentado en contra, por Cataluña y por el resto de España. Pero lo de Torrent no era un debate y había que elegir una forma de hacer que encajara con su comparecencia, un par de preguntas:

“Habla usted de diálogo sin vetos ni restricciones entre Cataluña y el resto de España. ¿Cree usted que las leyes españolas son una restricción o veto?, ¿Cómo se puede compatibilizar lo que propone con la ley sin modificar ésta?”

Su respuesta fue tan clara que puso en evidencia, cuáles son las respuestas del independentismo catalán que representa. Textualmente, sus dos primeras razones fueron “¡Hummm!, ¡Ahhhh!”. Con las m sonoras y las haches mudas varias veces, tres o más.  Después, siguió (¿?): “Es saludable plantear soluciones distintas. No comprendo si las leyes son un veto. Lo que veo es la incapacidad de desplegar las leyes que los hechos han planteado en Cataluña. ¿Qué mensaje está mandando el TC cuando tumba leyes que aprueba el Parlament? Y el Estado no legisla. Lo que se ve como veto es frente a la actitud del Parlament… la ley como aclaración. Al final, es un pacto político entre las partes que hacen los agentes políticos. Las leyes deben adaptarse a la voluntad popular”.

En definitiva, sin debate ni razones, la respuesta de Roger Torrent sobre si las leyes españolas son un veto para Cataluña y cómo compatibilizarlas con su discurso, fue tan elocuente que no precisa aclaración:

“Hummm!, ¡Ahhh!”