Adela y Jos sujetan el Comedor Solidario

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (25/7/2020)
El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, nos dejó una frase tremenda sobre la pobreza y la solidaridad: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”. Para don Eduardo la solidaridad es una acción que se ejerce entre iguales, pero si la ayuda se hace desde una posición de superioridad, la colaboración se torna en un acto humillante.

Las crisis no son cíclicas, son el pan nuestro de cada día para los que no tienen nada, para los menesterosos. Para muchos, el crac de ahora se une a la pertinaz desigualdad social que existe. Esa unión les castiga muy severamente. Y el fruto que nos deja se encuentra bajo los píes de uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis, el hambre. Sí, el hambre, aunque  parezca mentira.

Y lo peor es cuando ese azote cubre con su negro y mugriento manto a los menores, a los niños.

Pero frente a esta pandemia, la de la pobreza, la de la desigualdad, la del hambre, surgen guerreros y guerreras que luchan con las armas de la generosidad y energía para vencerla.

Maria Adela García Labrador (licenciada en Filosofía) y José Luis Sánchez (Licenciado en Geografía e Historia y Bibliotecario en la Comunidad de Madrid), más conocido como Jos, son dos de esas personas que se vuelcan en ayudar al prójimo, en esta ocasión a los niños y niñas.

Conocedores de la situación por la que atraviesan muchas familias en Galapagar, pueblo de la Comunidad de Madrid donde residen, pusieron en funcionamiento sus neuronas y su corazón, buscando una salida, una solución, para los muchos menores que se han quedado sin el almuerzo que recibían cada día en el colegio. La pandemia, el verano y la falta de interés y sensibilidad política, todo hay que decirlo, han contribuido a suspender temporalmente los comedores escolares.

Centenares de familias se encuentran ahora con otro problema sobrevenido, como es el del paro, el desempleo.

En fin, que Adela y Jos, le dieron una y mil vueltas a sus cabezas, tratando de buscar una solución no caritativa, sino solidaria.

Adela nos comenta que desde que tenía 14 años lleva participando en asociaciones de todo tipo: estudiantiles, grupos ecologistas, asociaciones vecinales, agrupaciones ciudadanas. “Desde que vivo en Galapagar, hace 11 años, participo en la vida ´activa´ del pueblo a través de la AMPA del instituto de mis hijas. Y sobre todo dentro de Itaca (asociación cultural de la zona), organizando actividades culturales y reivindicativas. Pata mí lo más importante es la implicación social y la movilización vecinal para cambiar el rumbo del mundo”.

Jos, madrileño de nacimiento, lleva 18 años en Galapagar, todo un “pata negra” de la localidad. En su CV de actividades sociales, destaca su colaboración con la Red de Solidaridad de Galapagar, La Despensa Solidaria, Cáritas La Navata, Iniciativa por Galapagar y en otros proyectos.

Entre los dos reúnen más “medallas” que las que tenían los mariscales  rusos en sus pecheras, aunque éstos por otros motivos.

El objetivo del proyecto Comedor Solidario  -me dicen Adela y Jos– “es llegar a todas las familias desfavorecidas, especialmente a niños y niñas  menores de edad”.

Pero cómo se “llega” a esas familias. Pues, en este caso, de forma muy simple y compleja a la vez, llevando a sus hogares un menú para cada menor. Un “menú”, una especie de maná venido del cielo a través de personas solidarias cuyo único objetivo es ayudar a los demás.

El proyecto ´Comedor Solidario´ comenzó con la elaboración de 30 deliciosos y completos menús, que a día de hoy son casi 80.

80 padres y madres que todos los días recogen la comida, el alimento, con la que sus hijos  podrán seguir aportando a su organismo los nutrientes necesarios y percatarse, según avanzan en edad y conocimiento, de lo desigual que algunos hacen a la sociedad y que otros intentan que no sea así.

Comedor Solidario en el centro de Galapagar

A medida que hablo con ellos, con Adela y Jos, me percato de la inmensa labor que han hecho y siguen haciendo. Sin olvidar, por supuesto, a las decenas de colaboradores que  con su trabajo o aportaciones crematísticas o en especias, dan continuidad a este proyecto.

Buscar un local idóneo, céntrico, que reúna las condiciones necesarias para elaborar un menú diario, para instalar una cocina, con suficientes espacio para almacenar alimentos, perecederos o no,  y que, lógicamente, disponga de las condiciones higiénicas que se precisa, fue una dificultosa tarea.

Un pequeño incidente, una a anécdota, nos sitúa en el escenario plagado de problemas que se encontraron los organizadores del Comedor Solidario. La instalación de una cocina, fue uno de ellos: “la última semana de junio cuando fuimos a ver el local, que anteriormente fue un bar, decidimos cogerlo en alquiler porque nos parecía que la cocina reunía los requisitos que necesitábamos para comenzar con 30 menús -eran sus previsiones-; ahora preparamos unos 80 menús infantiles”.

Adela hace una pausa, la emoción le embarga: “la cocina era perfecta el 26 de junio, pero cuando el 30 recogimos la llave del local nos dimos cuenta de que los anteriores inquilinos se habían llevado los fuegos, los enseres, las tablas, las sartenes, las mesas de trabajo, todo. Claro –continúa– imagínate en medio de una cocina y teniendo que dar al día siguiente los menús; pues nos fuimos por los bares y restaurantes de Galapagar preguntando y “pidiendo” lo que nos faltaba”.

“Ollas, sartenes, estanterías, cubertería, freidora, plancha, frigorífico, congelador, todo nos lo dieron… tan sólo compramos una cocina de gas de tres fuegos, y una campana extractora”, cuenta Adela y Jos asiente con gesto de cansancio, rememorando lo que supuso aquella jornada.

Otro “regalo” que nos hicieron, fue una enorme cámara frigorífica de dos puertas con motor –dice Jos-, que “pesaba lo suyo”, apostilla Adela.

¿Cómo transportar semejante artilugio? Uno de los dos, no recuerdo ahora quién fue, comenta: “hicimos una convocatoria, a través de WhatsApp,  para que vinieran a ayudarnos “cachas”; pero cuál fue nuestra sorpresa cuando nos reunimos en el local para colocar la cámara frigorífica, nos percatamos que la media de edad de las personas que estábamos allí era de 75 años. Así que entre risas y mirándonos entre nosotros, decidimos que no éramos las personas adecuadas para esa hercúlea tarea;  y tuvimos que recurrir a un gimnasio donde un grupo que estaba “dándole al músculo” nos salvó”.

Se imaginan ustedes a Adela, Jos y buen número de colaboradores, seguidos por unos “cachas” sudorosos en pos de poner su fuerza al servicio de la obra social. Fue sin duda una donación importante.

El Comedor  Solidario no recibe ayuda de las instituciones, “tampoco la hemos pedido”, me contestan a dúo. Si se han dirigido a los ayuntamientos de Galapagar y Colmenarejo, “pero solo para ofrecer el comedor para los niños, nunca hemos hablado de dinero”. Y los ayuntamientos, Cáritas y otras asociaciones les hacen llegar a las familias que reúnen las condiciones –por decirlo de alguna manera- para ser receptores de esa, llamémosla, “prestación de servicios”. No les facilitan nombres, sólo un número por familia.

Actualmente hay “inscritos”, como receptores, más de 80 personas, cifra que aumenta cada día. Las carencias son muchas y la mies es escasa, pero ellos ponen todo su empeño en que el proyecto crezca.

Nos planteamos una acción urgente dirigida a menores, con edades comprendidas  entre los 3 y los 12 años, que podría ampliarse a sus hermanos –mayores o menores- si es necesario”, me comentan. La “acción” debía ser inmediata, y no solamente por los efectos de la crisis, sino “también debido al cierre de los comedores escolares”. Y es que con la finalización del curso escolar son “muchos los niños y niñas que se quedan sin el almuerzo del día”.

Es Adela la que me saca de dudas: “Otros años los ayuntamientos se hacían cargo de estos menores a través de campamentos en los que se incluyen comidas; este año debido a la crisis del COVID, los campamentos programados, que no son muchos, no incluyen comida con lo que las familias siguen con la incertidumbre de dar una alimentación equilibrada y saludable a sus hijos e hijas”.

Cuando les pregunto sobre cómo surgió el proyecto, me contestan que “creemos que la idea es lo más importante, la idea, el arrojo y el convencimiento en que solamente la ciudadanía tiene el empuje para hacer que la sociedad funcione”. Consideran un verdadero obstáculo tanto “papeleo y burocracia”. Como solución apuntan esto: “Necesitamos un cambio y un empuje de la sociedad, necesitamos salvarnos como comunidad, como pueblo, y solo con la ayuda mutua y la solidaridad lo conseguiremos”.


Maima, Mamen, Salva y Juanma, cocineras y cocinero.

Nos dicen que no ha “habido traba alguna una vez expuesta nuestra idea en el ayuntamiento de Galapagar y Colmenarejo, ahora necesitamos ayuda económica que es fundamental para seguir manteniendo el proyecto”.

El menú es elaborado semanalmente por un equipo de voluntarias, entre ellas una trabajadora de una empresa multinacional de menús escolares y catering, también participa una persona que ha trabajado los últimos 15 años en una residencia”, me comentan. No hay duda que el equipo, además de contar con una sensibilidad fuera de órbita, es altamente profesional. Un logro, lo que es garantía de éxito.

La compra y recepción de alimentos, su almacenamiento en condiciones óptimas de temperatura, trazabilidad, etc., son cuidados con esmero. Con toda seguridad Chicote otorgaría a este comedor un 10.

Me llama la atención el número de colaboradores, alrededor de 45, coordinados con la más estricta organización, que semanalmente actualizan y ponen en marcha el proyecto. Imagino la complejidad de elaborar unos 80 menús diarios; sólo de pensarlo siento agobio.

Un menú completo saludable, estructurado de la siguiente forma: primer plato, segundo plato con guarnición, postre, pan. De esta manera ofreceremos la posibilidad de una ingesta variada y equilibrada”, nos comenta Jos Sánchez.

A mi pregunta sobre ¿cómo os llegan los peticionarios de ayuda? , nos contesta Adela: “vienen a través de los servicios sociales y de violencia de género de los ayuntamientos de Galapagar y Colmenarejo, de Cáritas, etc.”

A cambio de donativos, tanto de utensilios, dinero o viandas, las personas reciben a cambio un «diploma de colaboración«. Y por si esta breve columna la lee alguien, le pido, que anote esta cuenta bancaria por si quieren contribuir a que este maravilloso y solidario proyecto siga adelante.

Cuenta bancaria:
ES02 2085 8016 0103 3049 0029

El Comedor Solidario se encuentra en la calle San Gregorio 49, de Galapagar.
Si están interesados en ponerse en contacto con ellos para hacer turnos de trabajo o realizar un ingreso, pueden hacerlo a través de adelantegalapagar@gmail.com.

Ante tan ingente trabajo en favor del prójimo, me viene a la mente una frase que dijo Nelson Mandela,  siendo presidente de Sudáfrica: “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”.

Y no puedo olvidar que nuestra sociedad, unos por acción y otros por omisión, ayuda siempre a salvar a unos pocos ricos (rescate de las Cajas de Ahorro, por ejemplo), pero olvida  a sus muchos pobres.

¡No lo olvidéis!