Las bombas atómicas no “cayeron” solas sobre Hiroshima y Nagasaki, las lanzó Estados Unidos por orden del presidente demócrata Harry S. Truman

Internacional
Espacios Europeos (10/8/2020)
En el informativo Noticias Fin de Semana, que emite la cadena Antena 3, escuchamos decir a su director y presentador, Matías Prats, que las bombas atómicas “cayeron” sobre Hiroshima y Nagasaki. Por supuesto, el señor Prats no ha sido el único comentarista, escritor o periodista que queriendo o sin querer ha omitido la autoría de ese horrendo crimen, pero nosotros se lo escuchamos a él.

Las bombas atómicas que arrasaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto del año 1945, estimado Matías Prats, no cayeron por efecto de la gravedad o por cualquier otro fenómeno, las lanzó el ejército estadounidense por orden del presidente Harry S. Truman.

¿Hubiera tomado esa misma decisión el presidente Franklin D. Roosevelt? No lo sabemos. Roosevelt falleció repentinamente y su vicepresidente, Harry S. Truman, se convirtió en presidente de Estados Unidos el 12 de abril de 1945.

Los medios de comunicación españoles han recordado, aunque “de pasada”, como es habitual,  lo que aconteció en los aciagos días 6 y 9 de agosto del año 1945. El 6 de agosto de 1945 los Estados Unidos lanzaron una potente bomba sobre la isla de Hiroshima. Esa bomba atómica, bautizada como “Little Boy” (Muchachito), pesaba unos 5.000 kilos, fue lanzada desde un avión B-29, apodado “Enola Gay”, nombre de una heroína de novela que le había sido impuesto en el bautismo a la madre del coronel Paul W. Tibbets, Jr., piloto y jefe de la tripulación de esa aeronave.

Tres días después, el 9 de agosto, la isla de Nagasaki sufrió otro terrible bombardeo, aunque sus efectos fueron menos terribles que el de Hiroshima. Ello fue debido al perfil rugoso donde se asentaba la población.

La destrucción fue de tal magnitud, que es difícil describir lo que allí aconteció. Más del 60% de la ciudad de Hiroshima fue literalmente borrado del mapa, y el 80% de los edificios fueron destruidos totalmente; el 20% restante, quedaron severamente dañados.

Aproximadamente, 100.000 japoneses murieron en el acto, y una cifra similar resultó herida de gravedad. La cifra de muertos fue menor en Nagasaki, aunque no se sabe con certeza. No obstante, decenas de miles de personas murieron después a causa de los efectos radioactivos.

Pocos días después Japón capitulaba. Y un dato importante, Japón había pedido negociar la  paz semanas antes, pero su propuesta no obtuvo respuesta. Vamos, la tuvo, pero de forma trágica.

En un artículo publicado en este digital –en relación con ese luctuoso asunto-, comentamos que “un efecto colateral tuvo lugar: el 80% del uranio utilizado en las bombas de Hiroshima y Nagasaki procedía de África, del entonces Congo Belga, de la provincia de Katanga, de la mina de Shakolobwe. Los trabajadores (nativos) que extrajeron el mineral eran forzados, y estaban obligados a servir un mínimo de 180 días de manera gratuita al Gobierno belga, en unas condiciones laborales más cercanas a los esclavos de otras épocas. Allí eran azotados y recibían una mala alimentación, además de interminables jornadas de trabajo”.

Ya saben, las bombas atómicas no cayeron solas, las lanzó Estados Unidos.