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Javier Martínez (9/5/2014)
¡Mamma mía, qué nerviosa está la casta política española ante las próximas elecciones europeas!

La abstención contra el sistema y el surgimiento de plataformas políticas ligadas a los movimientos sociales, ajenos a los partidos políticos tradicionales y muy ligados al 15-M, han provocado que el bipartidismo y sus corifeos formen una piña en defensa del status quo de los privilegios, de la corrupción y de la mamandurria del llamado régimen del consenso.

Ayer jueves, en el Ateneo de Madrid asistí como invitado a la presentación del segundo libro de Pedro J. Ramírez, ‘La desventura de la libertad’, que interpreta el llamado trienio liberal en la época de Fernando VII.

Arropado estaba el ex director del diario ‘El Mundo’ en la mesa presidencial, por José Bono y Esperanza Aguirre, que actuaron como presentadores; entre los asistentes, la alcaldesa Ana Botella, el ex presidente José Luís Rodríguez Zapatero, además de Eduardo Zaplana, Borja Prado y ¡cómo no!, la lideresa Rosa Díez.

Rajoy ni estaba ni se le esperaba en esta ocasión,  aunque si estuvo la voz de la presentación del primer libro de Pedro Jota, ‘El primer naufragio’, una  interpretación sobre la revolución francesa.

En aquella ocasión, los de “la casta” establecieron paralelismos entre el 15-M, la toma de las plazas y las primeras mareas sociales con el inicio del llamado régimen del terror de Robespierre y de los “enragés”.

Desde su visión burguesa y clasista de la democracia que el pueblo se autogobierne es un horror, que el pueblo formado e informado reclame responsabilidades a la casta gobernante ¡Qué miedo!

En cambio que los ciudadanos muriesen de hambre, frío y enfermedades una fatalidad natural; o las consecuencias de los que no son ganadores. Hubo más muertos por hambrunas que por la guillotina.

En esta ocasión, y ante el presumible aumento de la abstención y del éxito de nuevas formaciones políticas dan miedo a la casta y nos vuelven a sacar a pasear el miedo a la guerra civil, la necesidad del consenso, no romper con el “status quo” choricero.

Nos dicen: “Sólo una reforma constitucional en el momento oportuno puede evitar el desmoronamiento de un régimen. Y sólo si hay diálogo, consenso y se abandonan los extremos y los sectarismos.”

Otra vez sacan a relucir el mito de las dos Españas y el miedo a la guerra civil. Aquí, señores, sólo hay una España, plural y diversa, pero machacada, explotada, engañada por una casta que antepone sus intereses particulares a los intereses comunes de los ciudadanos.

Bono  dijo: “¿Es sensata la indolencia, la no alarma, ante el escaso prestigio de las instituciones democráticas? ¿No es un naufragio el suspenso general que los ciudadanos han dado a todos sus gobernantes? ¿Acaso no debería dar miedo que ilícitamente se trabaje por la secesión de Cataluña? ¿No debe dar miedo que un hombre, un territorio, un poder del Estado se quiera situar por encima de la ley?”.

¿Hablamos de quienes están por encima de la ley señor Bono? Hablemos de quiénes son los que nos han llevado hasta esta situación de corrupción económica, social, política y nacional. Y lo peor es que quienes han ensuciado el patio se erigen en sus únicos posibles limpiadores sin cambiar sus prácticas de defecación.

Para rematar su panegírico, Bono dijo: “El actual sistema lo hemos fatigado y debilitado entre unos y otros”. Y apostando por las palabras de Calatrava: «El que desobedece la ley no es un liberal, no es un ciudadano, es un malvado…».

Es decir, señor Bono, ¿Hemos de gritar vivan las “caenas” y dejar de ser  ciudadanos críticos, responsables de nuestro propio futuro y servirles cuan súbditos obedientes a leyes y prácticas injustas y perversas?

Realmente el esperpento, como decía Valle Inclán, es propio de esta España.