Mi Columna
Eugenio Pordomingo (21/3/2008)
«En Kosovo somos exquisitamente neutrales», afirmó en una entrevista el coronel José Acevedo Espejo, jefe del contingente de la OTAN en Kosovo, al periodista Miguel González, y publicada en el diario «El País» el pasado día 20 de este mes. La aportación de tropas españolas a Kosovo hace el número 19 desde los ataques de la OTAN contra el régimen de Milosevic en el año 1999.
La entrevista al coronel, cuya misión no es esa, debía haber sido realizada al ministro de Defensa, a la Vicepresidenta del Gobierno o al mismísimo Zapatero. Pero éstos están de vacaciones, aunque siguen percibiendo sus emolumentos.
La misión de los militares no es conceder entrevistas ni hacer declaraciones a los medios de comunicación. Me viene a la cabeza, aquellos otros coroneles o comandantes, cuando José María Aznar, pretendía cargarse de argumentos y razones para justificar el trasfondo de la famosa «foto de Las Azores». La comparecencia de aquellos militares tenía como finalidad dar visos de verosimilitud a las «armas de destrucción masivas» en poder del tirano Sadam Hussein. Ninguno de esos militares fue sancionado por mentir o por sumarse a aquellas desproporcionadas declaraciones políticas.
Ahora, le ha tocado el turno de intentar cubrir la ausencia de responsables políticos que den la cara, al coronel José Acevedo Espejo. Afirma el coronel que «Se preveía que podía ocurrir algo en Mitrovica, pero no con tal violencia». Nos imaginamos que el coronel ha estudiado historia en la Academia Militar de Zaragoza y que sabe dónde se encuentran Los Balcanes y lo que aconteció en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, por no retroceder demasiado en el tiempo. También me imagino que conoce suficientemente lo que ha pasado tras la muerte, por enfermedad y en la cama, como casi todos los dictadores, del Mariscal Josip Broz Tito.
Aquella zona es históricamente conflictiva. Y para animar más ese contencioso bélico, étnico y estratégico, que aparentaba estar extinguido, ha surgido la declaración unilateral de independencia de Kosovo el pasado 17 de febrero de este año. Hecho que Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Francia, entre otros, aceptaron con rapidez, cuando no animaron. Esta última posición puede ser la de Estados Unidos, que anhela disponer de otra base militar cerca de la Madre Rusia, aparte de fomentar la desunión europea en asuntos internacionales.
Parece que olvidamos que nueve años atrás, esa zona fue bestialmente bombardeada por la OTAN desde el 24 de marzo hasta el 10 de junio de 1999. De acuerdo con los datos existentes -posiblemente se queden parcos-, más de 1.000 poderosos aviones machacaron enclaves civiles y militares. Los destructivos misiles Tomahawk -sólo disponen de ellos Estados Unidos, Reino Unido y, ahora, España, tras la compra de 25 unidades por José Luís Rodríguez Zapatero– sembraron el horror entre la población.
Aunque fue la OTAN el sujeto de esa execrable acción, los Estados Unidos fueron su principal actor contra Serbia. Casi 40.000 «despegues» hicieron los aviones de la OTAN, portando sus maléficas cargas. El leit motiz de esa vergonzosa operación bélica fue: «Expulsión de los serbios, permanencia de las fuerzas de paz y retorno de refugiados».
Todos los puentes sobre el Danubio, cientos de fábricas, las centrales eléctricas más importantes, instalaciones de telecomunicaciones, radios, periódicos y cadenas de televisión, así como sedes de partidos políticos -especialmente de izquierdas- fueron fácil objetivo de sofisticados aviones y buques de guerra. El argumentario para defender esos bombardeos tuvo un repertorio amplio, especialmente cuando se trata de justificar lo injustificable. Siempre los objetivos son militares, nunca civiles; pero, claro, a Javier Solana, secretario general de la OTAN, se le olvido mencionar eso de los «efectos colaterales». Y es que la frasecita todavía no se había incorporado a los decálogos y protocolos de los estrategas de la destrucción.
Menudo personaje ese Javier Solana, aquel que auspició la campaña del PSOE en 1982 contra-a favor de la entrada de España en la OTAN, «OTAN, de entrada No». Y cuidado, que ahora puede ser ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación de España.
El futuro que dejó la OTAN tras esos ataques, aparte de desolador, es incierto. La mayoría de los albaneses que se vieron obligados a abandonar la ciudad, y otros más, regresaron a Kosovo, pero no así los serbios, a los que se les forzó a instalarse en otras provincias de la ex Yugoslavia.
En España es Semana Santa, o sea época de vacaciones, y el gobierno está desaparecido. Nadie comparece ni hace declaraciones, para eso están otros. Pero lo más grave, a la vez que incongruente, es que España no ha apoyado la independencia unilateral de Kosovo, y sin embargo defiende esa decisión aportando tropas.
¿No es hora ya de que nuestros soldados y Guardia Civil abandonen la zona? No valen las disculpas de que España está integrada en la OTAN y que esta organización ha recibido la orden de estar presente en Kosovo, ya que se puede pertenecer a ese organismo, pero no a la KFOR.
Un conflicto que amenaza de nuevo con regar de sangre los Balcanes, sin que la Unión Europea haya sido capaz de imponer la paz.
Por eso no entiendo eso de la ¿exquisita neutralidad del Ejército español en Kosovo?
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