Cordura (7/12/2009)constitucion
Siempre que llegan estas fechas, nuestro querido régimen borbónico se viste de gala con motivo del aniversario de turno de la Constitución española. El Congreso celebra sus jornadas de «puertas abiertas» para acercar al pueblo la «Carta Magna» (i.e., la base documental de nuestra democracia).

Uno de los actos benéficos consiste en la lectura ininterrumpida de los 168 artículos del texto constitucional por parte de otros tantos ciudadanos que se van sucediendo en el estrado. Este año, buena parte de esa lectura ha corrido a cargo de una serie de altruistas famosillos del deporte, la cultura y la televisión (a los que, por si no bastara con tanto papanatismo, algún diario llamaba «celebridades», que por algo suena anglosajón). Se supone que así se logra aumentar la popularidad de nuestra ley de leyes (¿será que no anda muy sobrada?, dirá algún mal pensado).

Prohibido salirse del guión
Además de los «ilustres», ha participado en la lectura colectiva un grupo de estudiantes. Pues bien, ¡¿habrase visto…?! Resulta que, en lugar de limitarse a leer sus respectivos artículos como niños aplicados, dos de ellos han tenido la caprichosa idea de usar tan democratísimo foro para expresar… ¡sus propias opiniones!: el primero, contra los sindicatos, que según él se limitan «a bailar el agua» al gobierno; el segundo, contra las circunstancias políticas y económicas que en el pasado aún reciente obligaron a muchos españoles a abandonar España.

En ambos casos, los muy carotas han sido rápidamente censurados por la vicepresidenta del Congreso, Teresa Cunillera, encargada de manejar el cotarro. «Nunca pensé que tendría que quitar la palabra en este acto», ha declarado, consternada, la buena (y democrática) señora.

Aunque, pensándolo bien, quizá más que de carotas cabe hablar de benditos ilusos… ¿A quién se le ocurre saltarse el guión cuidadosamente marcado por el prudentísimo régimen que nos gobierna y protege? ¡¿Qué es eso de que las jóvenes generaciones quieran pensar por sí mismas y, aún peor, expresar lo que piensan?! La función del pueblo en estos eventos no es otra que la dictada desde arriba, a saber: la de mera comparsa de los «padres de la Patria». Como tal, cada ciudadano que participa en esa representación debe ser consciente de que tiene su papel asignado, su tiempo tasado y su libertad de expresión negada.

Hay que ajustarse al guión, ¿está claro? Es puro teatro, sí, pero del serio (o sea, sin morcillas). No vaya a ser que lo que está pensado para la autoperpetuación del régimen se convierta, de la noche a la mañana, en un perverso amago de revolución.

Injustificable ésta, por supuesto, aunque cuatro millones de españoles no puedan disfrutar de su derecho (constitucional) al trabajo, mientras decenas de políticos tienen las manos manchadas de corrupción… cuando no de sangre por las guerras que apoyan y financian con el dinero de todos.

Propaganda
Que nadie se engañe: todo es pura propaganda benefactora de un régimen que, año tras año, lava púdicamente su democrática fachada para ver de aguantar hasta el año siguiente con la misma historia. Al igual que las urnas de cada cuatrienio, los actos institucionales como el que nos ocupa no son más que ritos que actualizan la Gran Verdad Democrática: El pueblo no pinta nada pero debe creerse justamente lo contrario. Es por su bien. Y, con tan noble fin, los espontáneos han de ser rápidamente reprimidos, no vaya a ser que la transparencia ponga en peligro el Sistema.

Así es como, en España y en el resto del «mundo libre», se nos disfraza paternalmente la realidad (tiránica) con un ropaje que busca mostrarnos la apariencia opuesta (democrática).

«Lo llaman democracia y no lo es», se oye gritar con estridencia en subversivas manifestaciones callejeras.

Un clamor vil y canallesco.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.