Buenos Aires (Argentina)
Armando Rubén Puente (20/5/2012)
A la muerte de Néstor Kirchner, Cristina Fernández comenzó por romper con el peronismo, dividiendo al partido que su esposo había tenido por aliado. Luego desperdigó a la oposición y tras su victoria electoral en octubre pasado anunció «Ir a por todo». Ahora está tratando de acabar con el «modelo sindical peronista», que ha sido una de las columnas vertebrales de la historia argentina desde que Perón impulsó su formación en 1945, a partir de los sindicatos socialistas y anarquistas entonces existentes, que dirigían exiliados españoles e italianos.
La CGT fue durante décadas la central obrera más numerosa y poderosa de América y Europa y sobrevivió a todos los gobiernos argentinos, democráticos y dictatoriales, de los últimos sesenta años. Tras el final de Menem, durante el gobierno del peronista Duhalde y su ministro de Economía Lavagna, colaboró para sacar al país que se había hundido en el «corralito», apoyando la política por la que entraron masiva y urgentemente en el mercado del trabajo millones de trabajadores desocupados. Se logró así abrir el camino por el que el país ha crecido a un ritmo que ha llegado a ser del 8 % anual del PIB. La CGT consiguió así que se mantuvieran las conquistas sociales obtenidas por los trabajadores a partir de la segunda mitad de la década de los 40 del siglo pasado con Perón y Evita -conquistas mantenidas incluso durante las dictaduras militares- e hizo posible que recuperara la capacidad adquisitiva perdida a raíz del «corralito». El año 2007, la CGT, dirigida por Hugo Moyano, secretario general de los camioneros, estableció una «alianza estratégica» con Néstor Kirchner, convirtiéndose en el socio «imprescindible, necesario y justo» del presidente.
Influjos juveniles e izquierdistas
Esto se acabó a partir de octubre pasado, tras ser elegida Presidenta Cristina Fernández. Su esposo nunca hubiera roto con la CGT, porque tenía claro lo que la central obrera peronista había significado durante 60 años en la historia argentina, pero la señora Fernández no comparte sus ideas, sino que escucha y sigue lo que le dicen los dirigentes de La Campora -un grupo juvenil creado desde el poder- y otras fuerzas izquierdistas nucleadas en torno de ella.
Y parece estar confiando repetir en los sindicatos la política «entrista» que dirigentes izquierdistas intentaron hacer en el peronismo entre los años 1972 y 1975 al grito de «Perón, Evita, la Patria Socialista», y que terminó en una guerra civil (1975-1981) que costó más de once mil muertes (sumando los de uno y otro bando). Ahora Cristina y los jóvenes izquierdistas vienen apoyando la infiltración en la CGT de miembros de minúsculos sindicatos marxistas revolucionarios. Con un Congreso donde el gobierno tiene mayoría en las dos cámaras, Senado y Diputados, y en los que los peronistas y los otros partidos están en minoría, la conquista de «Todo el poder» -objetivo de Cristina Fernández-, es ahora acabar con Hugo Moyano, dividir a la CGT y lograr que una parte del movimiento obrero se encuadre en sus filas.
La batalla se decide a partir de hoy y antes de fin de año. No sería la primera vez que la CGT estuviera dividida en sus 60 años de historia, porque eso mismo buscaron varios gobiernos militares tras enviar a Perón al exilio en 1955, pero el «modelo sindical peronista» sobrevivió a esas divisiones.
Cristina, buscando «todo el poder» está llevando Argentina al aislamiento internacional a raíz de la nacionalización de Repsol; consiguiendo que los dirigentes peronistas empiecen a reagruparse para llegar a la Presidencia de la República el 2015, y que la clase media, que ha disfrutado del crecimiento, unas PIB del 6 al 9 %, que ha tenido Argentina en los últimos años, vea con preocupación que el país está amenazado por una crisis económica que podría hacerse sentir con fuerza el año próximo, una vez que el gobierno no pueda continuar su política de subsidios a los sectores más desprotegidos, gracias a los cuales ganó las elecciones el año pasado.
Cristina Fernández ha convertido al negociador Hugo Moyano -negociador como han sido siempre los dirigentes del «modelo sindical peronista»- en un opositor. Más aun, Cristina Fernández no sabe distinguir entre opositores y enemigos, para ella no hay más que amigos incondicionales o enemigos. En los escasos meses que lleva en la Presidencia ha convertido en enemigos a Repsol y al empresario Ezkenazi asociado a esa multinacional; ha convertido en enemigo al peronista Scioli, gobernador de Buenos Aires, la más poderosa de las provincias (o estados federales que integran Argentina ), que ya ha anunciado que aspira a ser candidato en las elecciones del 2015. Y ahora arremete con la poderosa organización sindical.
El enfrentamiento va a ser durísimo, porque Cristina Fernández es implacable con aquellos a los que siente como enemigos, Repsol, dirigentes políticos, grandes medios de comunicación independientes como La Nación y Clarín; y ahora la CGT. Mientras, el país, con su política económica estatizadora, parece encaminarse hacia una crisis.
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