España
Antoni Domènech/Gustavo Búster  (4/6/2012)
mariano-rajoy-y-soraya-saenz-de-santamaria«En medio del pulso a tres bandas que tiene lugar en Europa esta primavera-verano, en especial si acabara formándose en Grecia un gabinete de izquierda, las urgencias del gobierno Rajoy -provocadas en buena medida por los efectos negativos acumulados de unas contrarreformas estructurales fundadas, como las de Zapatero, en un mal diagnóstico de los males españoles y europeos– desconciertan e irritan a sus reticentes salvadores comunitarios. Pues Rajoy pretende, por un lado, anticipar por la vía de los hechos consumados una negociación

que la Troika tiene destinada a Tsipras, en caso de victoria electoral de la izquierda griega; pretende, del otro, adelantar en solitario un programa que la Comisión va negociando paso a paso con Merkel, bajo presión de Hollande; y pretende hacer todo eso, encima, alegando «solvencia» para mantener un gobierno deteriorado en la opinión pública (y publicada) española y del que no se fían ya ni los «mercados» ni las instituciones europeas.»

De príncipe que en el suelo
va por tan justo nivel
¿qué se puede esperar dél
que no sean obras del cielo?
Cervantes

El gobierno que iba a fundamentar su gestión en «dar confianza a los mercados» entra en su sexto mes desarbolado, en un asombroso estado de descrédito generalizado. Sus «reformas», como la del mercado laboral -que ha generado 400.000 parados más-, o las dos del sector financiero -que han provocado el desplome de Bankia y un agujero de provisiones para esta sola entidad de 23.000 millones de euros, el 2% del PIB-, lejos de dar resultados, han llevado al Ibex 35 a su punto histórico más bajo -ha perdido el 60% de su valor desde 2007-. El diferencial de riesgo no baja desde el 14 de mayo de los 500 puntos -habiendo alcanzado el máximo histórico de 545 la pasada semana-. La tasa de interés de los bonos de deuda pública a diez años toca el 6,7%. Y los mercados de seguros de impagos crediticios (CDS) cubren esos bonos a un alarmante precio, que rebasó holgadamente los 600 puntos (600.000  euros por cada 10 millones de inversión).

La situación es, pues, desesperada. Pero no es seria
En una semana, la contabilidad de Bankia ha pasado de registrar unos beneficios de 310 millones a admitir unas pérdidas de más de 3.100 millones en 2011.

Los portavoces del gobierno filtran su plan de salvamento de Bankia, asegurando, sin consulta previa, que el BCE aceptará bonos de deuda soberana española como colateral de la recapitalización pública por 23.000 millones de euros del banco.

El  nuevo presidente de Bankia afirma que a él no le toca devolver la aportación pública, sino «valorizarla» para permitir la privatización posterior de la entidad.

El presidente del Banco de España -entidad que tiene blindada su independencia por ley- dimite para forzar su comparecencia en el Congreso, y a continuación, declara en el Senado que no da su opinión sobre el sistema financiero que debe regular, porque así se lo pide el gobierno, un gobierno que le ha desautorizado previamente como regulador veraz del sistema financiero.

Acorralado por los diputados de Izquierda Plural, el ministro De Guindos dice que con Bankia y otras entidades financieras menores lo que se va a crear, «de momento», es una enorme banca pública que representará cerca de una cuarta parte del sector financiero español, aunque admite, como «paradójico», que eso lo tenga que hacer un «liberal» como él.

El ministro de asuntos exteriores viaja a Londres para tratar de la reciente crisis de Gibraltar, provocada por el desmantelamiento del foro tripartito, y declara a su vuelta que deben negociar pescadores y autoridades del Peñón.

El presidente del tribunal supremo cree normales sus viajes cada dos meses a Puerto Banús en fin de semana a cargo del presupuesto.

Una diputada del PP, Carolina España, tan seriecita y en sede parlamentaria, acusa vehementemente a la oposición de «querer politizar el Parlamento».

La ministra Ana Mato «explica» de manera inenarrable los recortes desmanteladores de la sanidad pública con despropósitos que han alimentado durante semanas el cachondeo nacional. Por ejemplo -mero ejemplo-: «Ahí estarían pues las prestaciones farmacéuticas, las terope… tripe… teroperapéuticas, ehh… me he equivocado en la en el nombre y poner en valor lo que tiene mucho en valor, porque no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades.» [Para escuchar el audio entero (y partirse de la risa): http://www.cadenaser.com/espana/audios/explicaciones-ana-mato/csrcsrpor/20120418csrcsrnac_11/Aes/.]ç

No es de extrañar que en este contexto Gila haya resucitado y pretenda «que se pongan al teléfono los mercados».

¿Aquí quien gobierna?
Menos mal que Rajoy sabía lo que tenía que hacer para salir de la crisis. En cinco meses, su gobierno ha aprobado 20 decretos-ley (8 Aznar, 5 Zapatero) y solo 3 proyectos de ley en el Congreso. El rodillo de la mayoría absoluta, pretendido garante de la estabilidad política durante cuatro años, sólo ha conseguido acuerdos con CiU en la reforma laboral (y críticas de Durán i Lleida). Ha bloqueado el funcionamiento de las comisiones parlamentarias y ha vetado la constitución de una comisión de investigación sobre Bankia.

Ana Mato
Ana Mato

Pero no hay estabilidad política sin cierto grado de hegemonía social, y las respuestas neoliberales a la crisis están erosionando visiblemente los apoyos electorales de los partidos que apoyan el Pacto Fiscal del llamado «Consenso de Bruselas». Según Metroscopia, el 68% está en contra del saneamiento público de la banca privada y un 53% defiende la creación de una banca pública. El 96% piensa que la situación económica es mala o muy mala. El 62% cree inevitable un rescate europeo. En la desesperación total, el  89% clama por acuerdos de los grandes partidos para afrontar la crisis.

Nada de eso parece conmover al gobierno, renuente a explicar lo que hace. En unas declaraciones (a la emisora Onda Cero) que resultarían escandalosa, si lo del pan nuestro de cada día no fuera ya la sucesión de escándalos, Rajoy dejó sentado que de la necesidad no hace siquiera virtud, sino antidemocrático capricho discrecional:

«… haré cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo iba a hacer».

Pero cuando condesciende a explicar qué es lo que considera «necesario» en un momento dado, las dudas se multiplican. Así en la rueda de prensa del pasado lunes 28, en la que Rajoy consiguió convencer… de su incoherencia, hundiendo el Ibex 35 y disparando la prima de riesgo.

Semejantes muestras de errática incompetencia en un Reino inveteradamente hecho a la chapuza ha conseguido ya sacar de sus casillas a quienes en la derecha creen tener las soluciones, pero no el aparato de poder para ponerlas por obra. Inició la campaña el conocido analista conservador José Antonio Zarzalejos desde el diario conservador barcelonés La Vanguardia, y estos días lo secundan, con la debida pompa proporcionada por el diario socialliberal madrileño El País, tres superferolíticos y «ortodoxos» catedráticos de economía que ejercen en el extranjero: «un nuevo gobierno técnico, con el apoyo de todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por políticos competentes y técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera». [El País, 31 mayo 2012]

Rescate económico=amortización política
La recua de contrarreformas estructurales de cada consejo de ministros -las señales de humo enviadas al «mercado» los «viernes de dolor»- no ha podido tener efectos más contraindicados. Al final, según han declarado al alimón Rajoy y el ministro de economía De Guindos, «España ha hecho ya todo lo que podía hacer, y ahora le toca a Europa».

Y ahí se acaba el horizonte del gobierno Rajoy: en pedir que el BCE vuelva a comprar deuda soberana española en los mercados secundarios, que se cree un mecanismo de garantía de depósitos europeo, y que se vuelva a inyectar liquidez sin limite a la banca española. Esta ha sido su consigna monolemática en la Cumbre de la OTAN de Chicago y en el Consejo Europeo extraordinario de 23 de mayo.

La inicial callada por respuesta con que se encontró ha trocado en manifiesta irritación pública. Las collejas se las venía llevando la «marca España»; ahora es directamente el gobierno del Reino el amonestado por el presidente del BCE, Mario Draghi, y el comisario de economía Ollin Rhen: no pueden creer que Rajoy y su gobierno interfieran como elefante en cacharrería  en el doble pulso que ellos están ahora mismo manteniendo, contra el inteligente desafío lanzado por izquierda griega -de cara a las elecciones del 17 de junio-, y contra la Alemania de Merkel y Schäuble -para el rediseño de las instituciones comunitarias-.

Pero un Rajoy convencido -vaya usted a saber porqué, vistos los resultados- de que sus reformas le dan «solvencia», quiere «liquidez» a toda costa para llegar a ver sus supuestos efectos. Un analista de los que nunca faltan, el francés Alain Minc, dice que Rajoy «peca de orgullo», porque no esta dispuesto a pedir el rescate europeo del sistema financiero español, como le sugirió bienintencionadamente Hollande.

Lo cierto es que, como han demostrado las reformas financieras improvisadas al buen tuntún por el gobierno, la cosa es un poco más complicada. Técnicamente, porque hasta julio no entra en funcionamiento el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Políticamente,  porque el rescate trae consigo la amortización del gobierno.

¿Es posible un «gobierno técnico?
En medio del pulso a tres bandas que tiene lugar en Europa esta primavera-verano, en especial si acabara formándose en Grecia un gabinete de izquierda, las urgencias del gobierno Rajoy -provocadas en buena medida por los efectos negativos acumulados de unas contrarreformas estructurales fundadas, como las de Zapatero, en un mal diagnóstico de los males españoles y europeos- desconciertan e irritan a sus reticentes salvadores comunitarios. Pues Rajoy pretende, por un lado, anticipar por la vía de los hechos consumados una negociación que la Troika tiene destinada a Tsipras, en caso de victoria electoral de la izquierda griega; pretende, del otro, adelantar en solitario un programa que la Comisión va negociando paso a paso con Merkel, bajo presión de Hollande; y pretende hacer todo eso, encima, alegando «solvencia» para mantener un gobierno deteriorado en la opinión pública (y publicada) española y del que no se fían ya ni los «mercados» ni las instituciones europeas.

Miguel Ángel Fernández Ordóñez
Miguel Ángel Fernández Ordóñez

La división de la derecha española es buen reflejo del desconcierto. Los tres catedráticos antes mencionados sospechan un jesuítico plan para volver a la peseta y a la España de hace 50 años. Otros, una recentralización antiautonómica -con apoyo de nacionalistas catalanes y vascos-, que no sólo acabe con el modelo constitucional del «café para todos», sino que de paso refuerce a la monarquía con una sustitución de titular para evitar nuevas «crisis del elefante» como la de hace mes y medio, pendiente aún el «caso Urdangarín». Unos y otros, huelga decirlo, piden «unidad» bipartidista, grave seriedad ante la seria gravedad de la situación.

No hay dato empírico, ni teoría económica científicamente decente, ni economista que se autorrespete, ni siquiera (ya) columnista económico que quiera conservar la reputación profesional, que avale la demasía, según la cual es cosa medianamente buena una política procíclica de austeridad en plena recesión. No hay dato, ni teoría económica científicamente decente, ni economista que se autorrespete, ni siquiera (ya) columnista económico que quiera conservar la reputación profesional que avale la demasía, según la cual tiene salida no catastrófica la crisis de una zona monetaria única sin dar pasos rápidos hacia una autoridad fiscal única, la mutualización de la deuda pública y una política fiscal globalmente expansiva. Hasta Martin Wolf se preguntaba esta semana pasada (¡en el Financial Times!), si Merkel y sus consejeros sabían discernir bien los «intereses nacionales de Alemania», concluyendo que de la incierta respuesta a esa peliaguda cuestión «depende el destino de Europa». Pero la derecha y el centro tecnocráticos españoles, como si nada; tan empeñados en el cabildeo «unitario» bipartidista.

Los hechos dicen: que el giro político-económico de Zapatero en mayo de 2010 ha sido una catástrofe, según pronosticamos en SinPermiso en su día (véase AQUÍ y AQUI); que las políticas de Rajoy son su continuación y profundización (y de sus efectos catastróficos, según pronosticamos también en SinPermiso en su día: véase AQUÍ). Y el sentido político común más elemental -y las encuestas de opinión- dicen: que el PSOE carece de todo crédito moral para criticar las políticas actuales mientras no se avilante a presentarlas (auto)críticamente como continuadoras del malhadado «experimento» antidemocrático que arrancó en mayo de  2010.

El mismo viernes que se conocía la solicitud del nuevo presidente de Bankia -un alto burócrata de la banca privada (jubilación de oro, incluida)- de 23.000 millones del erario público, se reunían Rajoy y Rubalcaba y declaraban, por separado, «estar de acuerdo en lo substancial».

En qué consista «lo substancial», no consta en parte alguna. Pero si saltan a la vista las razones de Rajoy para cerrarse en banda ante posibles «gobiernos técnicos» que lo amortizarían políticamente -su prepotente práctica parlamentaria lo revela-, las de Rubalcaba se basan en la miope gestioncilla oportunista de las contradicciones y los escollos cotidianos que presenta la situación. Y que consiste, «en lo substancial»,  en ofrecer el pacto con sus condiciones, y al mismo tiempo, intentar rentabilizar las crecientes movilizaciones sociales contra unas políticas de ajuste de las que Zapatero y él mismo fueron indiscutibles precursores («salvando a España de la intervención»… como aseguran los portavoces y los turiferarios mediáticos del PSOE).

Sea ello como fuere: un «gobierno técnico» -ya integrándolo, ya sosteniéndolo parlamentariamente, como en Grecia e Italia- trae inexorablemente consigo una serie de condiciones del rescate que profundizarían el ajuste neoliberal y erosionarían más rápidamente la base social de una reconstruida alternativa de gobierno del PSOE: el bien merecido destino del PASOK estaría a la vuelta de la esquina.

Rato y el ejemplo de Bankia
Nos acercamos peligrosamente a una situación en la que las clases rectoras no pueden seguir gobernando cómoda y acomodaticiamente como hacían hasta ahora, en medio de tensiones europeas crecientes que decidirán en los próximos meses o semanas el futuro del euro y de la UE.

Lo más revelador al respecto ha sido tal vez la intervención de Rodrigo Rato ante el consejo de administración de Caja Madrid, que aún preside tras abandonar Bankia. En un discurso de 15 minutos, ha observado puntillosamente que la diferencia entre 300 millones de beneficio y 3.000 de perdidas en 2011 es culpa exclusiva de la reforma del sistema financiero aprobada por el gobierno el 11 de mayo. Que las provisiones de créditos fiscales (3.000 millones) no tienen urgencia alguna, porque el plazo legal de compensación es de 18 años. Que la provisión de cartera participada (4.000 millones) adelanta la contabilización de futuras pérdidas a valor del mercado actual, a pesar de no estar a la venta. Y que la provisión de carteras crediticias e inmobiliarias (15.000 millones de euros) viene exigida por las provisiones adicionales de la nueva reforma (7.000) y para preveer ahora posibles perdidas futuras de impagos de morosos y de desvalorización de activos inmobiliarios cuando se vendan (8.000). Conclusión del propio Rato: «un magnifico plan de capitalización para Bankia y su nuevo equipo gestor», con vistas a su futura reprivatización y «un grave perjuicio a los actuales accionistas de la entidad».

La «solvencia» de la reforma financiera del gobierno Rajoy en Europa depende del ejemplo de Bankia, que en menos de un año ha obtenidos créditos al 1% del BCE por un monto de 40.000 millones de euros. Lo que basta para explicar porqué sobran comisiones de investigación parlamentarias, la inacción del fiscal del estado o el silencio impuesto al «independiente» presidente del Banco de España, tras la pública demolición con escarnio de la credibilidad de la institución reguladora. Lo que es un secreto a voces -el entramado corrupto del modelo especulativo de ladrillo, tuneladoras, Teatro Real en Madrid, Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia y deuda pública y privada- no puede, no debe, ser escuchado en Berlín, Fracfort o Bruselas.

merkel-y-rajoyLa imposición de la «solvencia» al conjunto del sistema financiero -cuyo objetivo es una concentración de capital sin precedentes con la privatización de las Cajas de Ahorros por los grandes bancos privados- esta provocando una enorme crisis de liquidez. Los supuestos futuros beneficiarios pueden acabar siendo victimas del propio afán gubernamental. Mientras tanto, la falta de liquidez se extiende a toda la economía y explica en buena parte la repatriación de beneficios masiva de las multinacionales españolas en América Latina para paliar la depreciación de su cotización en bolsa.

El futuro se juega a corto
Llegados a este punto solo queda constatar lo que es evidente: la ineficacia perjudicial de las políticas de ajuste fiscal; la incompetencia clamorosa del gobierno Rajoy que las aplica, el pasmo institucional ante sus propias contradicciones de la UE y de la Troika.

De Guindos, en una positiva nueva «señal a los mercados», anuncia que el futuro del euro se juega en las próximas dos o tres semanas, en España y en Italia. Sin duda estas declaraciones contribuirán lo suyo a acelerar el flujo de capitales que, según el Financial Times, en una cantidad de 100.000 millones de euros han abandonado el Reino de España en el primer trimestre del año. Pero no le falta razón. Nuestro futuro se juega en el pulso político que tendrá lugar si un gobierno de izquierda en Grecia planta cara a las políticas de ajuste del Pacto Fiscal, se forman las alianzas sociales e institucionales necesarias en Europa y se corrige progresivamente el rumbo de este dislate de estrategia económica que pasa por «ortodoxa» a fuer de incoherente e ignorante.

Prepararse para influir en esa situación, en caso de producirse, exige una estrategia de la izquierda, tanto a nivel europeo como de cada estado-miembro, capaz de construir una alternativa real, apoyándose en la movilización social y en la presencia en las instituciones democráticas a la altura del reto histórico abierto por la crisis. Una estrategia seria, que permita superar esta situación desesperada, pero no seria.

N. de la R.
Antoni Domènech
es el editor de SinPermiso y Gustavo Búster lo es del comité de redacción. Este trabajo se publica con la autorización de SinPermiso.


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