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Pedro Godoy P. (31/1/2014)
Las hipótesis de conflicto que son el esqueleto de la geopolítica de Chile, es decir, de sus FFAA y la Cancillería hoy exhiben cojeras. Durante decenios tuvo vigencia la HV3 que barajaba la opción de conflicto a tres bandas. El país sería objeto de ataque simultáneo por Perú, Bolivia y Argentina.

Se estuvo cerca de esta situación al finalizar el XIX. En el norte dos repúblicas habían sido amputadas territorialmente: Bolivia pierde Antofagasta y al Perú se le mutila Tarapacá, Arica y Tacna. Por otro lado –allende los Andes- culmina la Campaña del Desierto y Argentina se extiende hasta Tierra del Fuego.

Con la operación que encabeza el general Roca, tropas y flota de Argentina amagan el extremo sur y amenazan los derechos de Chile defendidos desde Bulnes y Rosas. Un monzòn de chauvinismo cae sobre los dos países. Del litigio diplomático se pasa a afilar las bayonetas emprendiéndose armamentismo desenfrenado.

Ambos gobiernos optan por el arbitraje y se suscriben los Pactos de Mayo rubricados por el abrazo del Estrecho. Se impone el principio «Argentina en el Atlántico y Chile en el Pacífico». Lo cierto es que Chile, ensangrentado por la Guerra Civil de 1891, está exhausto. Por otro lado, Lima y La Paz aprovecharían la conflagración para la revancha.

Apenas ayer, a propósito del Beagle. La cúpula castrense trasandina prepara el conflicto armado Chile. El pretexto son las islas Picton, Lenox y Nueva que, se asegura, generan bioceanidad a la república del Mapocho. Se vulneraría así el principio ya formulado. Por otro lado, hay delirios napoleónicos en Buenos Aires y en Valparaíso.

Chile emerge malherido del derrumbe de Allende, el amunicionamiento es deficitario, hay prohibición de venta de armamento a Santiago y temor de que la HV3 opere. Ello impulsa a Pinochet a disminuirlo suscribiendo el Acta de Ayacucho y culminado con el Abrazo de Charaña. No es suficiente y se recurre al Vaticano.

El sueño de bioceanidad de los uniformados rioplatenses se pospone. Los militares mapochinos saben que, en caso de choque armado, el país se reduce a una franja extendida de Copiapó a Puerto Montt. El litigio del Beagle -que Perón ofrece resolver en 1953 sin ser escuchado por La Moneda- al borde del casus belli, lo resuelve la mediación. Malvinas poco después altera la geopolítica austral.

Ahora -al borde del fallo de La Haya- vale la pena un comentario. Ya no se afilan yataganes a orilla del Mapocho, aunque siguen asomando -como anacondas del pantano, quienes ponen de relieve la función «disuasiva» de los artefactos de guerra que adquieren los «socialistas» Presidentes Lagos y Bachelet. Esos

patrioteros son de derecha e izquierda.

No es todo. La HV3 tiene otros ingredientes. En caso de guerra con los tres vecinos -enemigos de ayer, de hoy, de mañana y de siempre, según la dogmática geopolítica mapochina- se contaría con el apoyo de Ecuador que atacaría a Perú por la espalda, de Paraguay que haría lo propio con Bolivia y de Brasil que no vacilaría en amagar a Argentina.

Tal esquema hoy cojea. Quito está en el ALBA, Asunción mantiene buenas relaciones con Palacio Quemado, Brasilia coexiste con Buenos Aires en el MERCOSUR. Hoy no se dispone de «aliados inmediatos» y la geopolítica de Santiago se añeja y hasta apolilla. No queda otra que resolver problemas vía jurídica.

Tarea urgente es generar una geopolítica suramericana, dar vida al interior de UNASUR de una Corte Interestatal de Justicia, activar un TIAR criollo… Lo anotado no es fácil. Es negativa la Alianza del Pacífico y el marchitamiento del MERCOSUR. Quizás de CELAC nazca luz que ilumine e invite a la acción.