Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (8/11/2016)
La remodelación en el equipo de gobierno llevada a cabo por Mariano Rajoy no ha calmado las aguas en el Partido Popular. Las diversas tribus andan a la gresca –aunque silenciosamente- para intentar copar más poder. El nombramiento de María Dolores de Cospedal como Ministra de Defensa ha causado, primero sorpresa, pues casi nadie pensaba que le fuera asignada tal responsabilidad; y en segundo lugar, porque continúa manteniendo el control del partido desde la secretaria general. Es más, todo parece presagiar, que seguirá al mando de la maquinaria de Génova 13 tras el próximo congreso nacional que se celebrará en febrero del año que viene.

Dirigentes del PP ven como una «falta de respeto» –pero no dicen a quién- que Cospedal compagine cargos tras el congreso del partido, pero todo presagia que así será. Pero los ´sorayos’ (partidarios de Soraya Sáenz de Santamaría, o sea adversarios de Cospedal) se oponen a ello. De hecho trabajan con ahínco para poner chinas y pedruscos si hace falta en la carrera, dentro del PP, de la líder manchega. Los ´sorayos´ se oponen férreamente a que Cospedal controle el partido y además se siente en el Consejo de Ministros. Ellos son partidarios de “una persona, un cargo”, pero parecen no darse cuenta que Soraya Sáenz de Santamaría detenta más de uno, si tenemos en cuenta el control que ejerce sobre el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) que depende de ella.

Andrea Levy, Pablo Casado, Fernando Martínez Maíllo y Javier Maroto (nuevos cachorros con el cargo de vicesecretarios), quizás esperaban, inocentes ellos, alguna cartera ministerial. Y, lógicamente, se sienten defraudados. Todavía les quedan algunos años para poder lucir medallas en sus pechos, y me temo que con los agitados tiempos que se avecinan -manifestaciones y protestas a tutiplén-, les sea harto difícil auparse mucho más. Quizás por eso, juntos o por separado, buscan un manto protector dentro del partido. Atentos a sus declaraciones de aquí a febrero.

La lealtad de Cospedal a Mariano Rajoy está más que probada: “Fui la única que dio la cara con Bárcenas y sin cargarme el PP”, dijo en mayo de 2015 cuando la tormenta del caso Bárcenas golpeaba la fachada de Génova 13. Nunca le ha fallado, a pesar de aquel trabalenguas del “pago en diferido”, que con seguridad ha servido de deleite y entretenimiento a los ´sorayos´ en sus conciliábulos.

Con los nombramientos de Rajoy, da la impresión que es la primera vez en que el Rey Juan Carlos I no impone su criterio para nombrar al Ministro de Defensa. Primero, porque, si bien sigue siendo rey –no se sabe si emérito o no-, no osaría tal intromisión, saltándose a su hijo que, seguramente, no ha influido en Rajoy para nominar a Cospedal ni a los otros ministros.

No hay que ser un gurú para aventurar lo que en breve va a acontecer entre las dos Abogadas del Estado, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. Y la pelota en juego va a ser el CNI (Centro Nacional de Inteligencia).

Los servicios secretos siempre han dependido en nuestro país de Defensa, o sea de los militares, y por encima de ellos, el Presidente del Gobierno y, se diga lo que se diga, del Jefe del Estado, o sea del Rey.

La llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del Gobierno, cambió el modelo, aunque no se hizo efectivo hasta el año 2011, en el que los espías pasaron a depender de La Moncloa, y por delegación, de la Vicepresidenta del Gobierno. Lo cierto es que el espionaje y contraespionaje hacía tiempo que habían dejado de ser una función exclusiva de la Defensa. De hecho nunca fue así. Los gobiernos anteriores así lo entendieron, pero fue con Rajoy cuando pasaron a depender directamente de Moncloa.

El nombramiento de Cospedal como Ministra de Defensa ha provocado cierto desencuentro con la Vicepresidenta del Gobierno, ya que la primera pretende que el CNI pase a depender de donde –según ella- nunca debió salir, o sea de Defensa. Pero la ministra no ha debido medir bien sus pasos, pues la buena relación del Sanz Roldán con la vicepresidenta ha desbaratado esos planes, al menos de momento.

Cospedal, que no parece que vaya a ocuparse con tanto ahínco, esmero e interés, de la compra-venta de armamento, como su antecesor Pedro Morenés, va a dedicar tiempo para tratar de llevar a cabo sus objetivos personales y políticos, que no son más que dar cumplimiento a sus ambiciones. Olvidando, como dijo Oscar Wilde, que la “Ambición es el último refugio del fracaso”.

Sáenz de Santamaría, Rajoy y Cospedal.
Sáenz de Santamaría, Rajoy y Cospedal.

La buena sintonía entre el director del CNI y Soraya Sáenz de Santamaría pueden ser un obstáculo para las pretensiones de Cospedal, o al menos amortiguarlas. La situación podría variar si Roldan dejase el CNI, en cuyo caso el mando de los espías podría pasar a manos de Beatriz Méndez de Vigo, hermana de Íñigo, actual ministro de Educación, Cultura y Deportes, además de Portavoz del Gobierno. Para desequilibrar la balanza aún más, hay que tener en cuenta que la relación entre la actual Secretaria General del CNI (ascendió a ese puesto en 2012) y Santamaría parece ser excelente.

Los antecedentes señalan que nunca un funcionario del CNI lo ha dirigido, pero siempre hay una primera vez. Hay que recordar que cuando José María Aznar nombró al diplomático Jorge Dezcallar para dirigir el CESID (CNI), era la primera vez que un civil se hacía cargo de los espías españoles. Hasta entonces ese puesto estaba reservado a militares.

La confrontación entre esas dos ambiciones lo va ganando por puntos la Vicepresidenta, pero nunca se sabe. De momento, María Dolores de Cospedal tiene que quitarse de su jubón algunas pajas, como es –dentro de la Gürtel- el caso de la financiación de parte de su campaña electoral en 2007, así como las declaraciones de Luis Bárcenas, en las que la señaló como beneficiaria de dinero en un sobre de 50.000 euros y alguna que otra cosilla más. Pero ella, María Dolores de Cospedal, conoce a fondo lo que hay en el arcón de la intrahistoria popular y por eso, y por amistad, cuenta con el apoyo de Rajoy.

La batalla está servida. Y no será la única.


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