Internacional
Manolo Monereo (10/8/2022)
¿Ha humillado EEUU a China? ¿Ha debilitado a Xi Jinping? Aparentemente, sí. En el juego entre realidad y apariencia, los norteamericanos son enormemente creativos. Lo suyo es construir escenarios que a veces se superponen y a veces no. El primero es siempre el de la realidad, los hechos sociales en sentido estricto. El otro gran escenario es el mediático-cognitivo, que consiste en inventar «hechos comunicacionales» que reconfiguran los hechos sociales, los enmarcan y los interpretan según su voluntad política. La clave, al final, es imponer una determinada lectura de esa realidad.
El momento del asesinato extrajudicial del jefe de lo que queda de Al Qaeda no es casualidad, acompaña al mensaje que la Administración norteamericana pretenden enviar al hemisferio oriental junto con la Presidenta de la Cámara de los Representantes, la señora Pelosi: EEUU es un actor determinante del área Asia-Pacífico (ahora hábilmente rebautizada como Indo-Pacifico) y no consentirá que surja una potencia que cuestione su dominio e influencia. El asesinato de Al-Zawahiri es el toque comunicacional, el elemento cinematográfico que refuerza la imagen de suficiencia y de poder: los que se enfrentan a la gran potencia (auto) elegida lo pagan siempre. El brazo largo justiciero del imperio del norte alcanza a todos los enemigos estén donde estén; antes o después.
Es enternecedor como la comunidad internacional ha asumido la «diplomacia de los drones de la muerte» como un modo normalizado de hacer política internacional de las diversas administraciones norteamericanas. El presidente Obama fue un consumado maestro en el uso de este dispositivo punitivo extrajudicial, sobre todo en Pakistán, donde varios miles de personas -mayoritariamente inocentes, niños y niñas incluidos- fueron asesinados para mayor gloria de la justicia norteamericana. No sabemos si estas gestas tuvieron mucho que ver con su designación como Premio Nobel de la Paz en el 2009; desde luego ayudaron a esa imagen de hombre de paz y digno defensor de los derechos humanos, Guantánamo mediante. La Comunidad Internacional es esto, los medios globales nos garantizan su imparcialidad y su delicado equilibrio. Occidente en todo su esplendor y poder.
Se han dado muchas interpretaciones al viaje de Nancy Pelosi a Taiwán; también sobre la respuesta inmediata y a futuro del gobierno chino. Se ha hablado de que la presidenta de la Cámara de los Representantes de EEUU ha actuado por iniciativa propia buscando rendimientos electorales internos. Sobre la posición de Biden hay diversas interpretaciones. La más creíble viene a decir que, en un primer momento, mostró dudas, pero que rápidamente fue convencido por su equipo de que era un buen momento para enviar una señal de firmeza a China y, en general, a los países asiáticos que mantiene actitudes ambiguas o dubitativas. Pronto se sabrá todo. La reacción de China está siendo muy fuerte. Primero, político militar y, en segundo lugar, económica y comercial. Se nota rabia y un plus de frustración que hay que tener siempre en cuenta y, en el caso de China, mucho más.
Creo que este incidente político diplomático tendrá profundas consecuencias y marcará de forma duradera la política exterior e interior de China. ¿Por qué? La actitud de la Administración norteamericana es rotunda: para defender su control y dominio de la zona está dispuesto a usar todos los instrumentos disponibles, incluidos los militares en un sentido que incluye directamente los dispositivos estratégico-nucleares. Creo que esto es lo que no se entiende y no se quiere entender por las élites políticas e intelectuales europeas. EEUU va a por todas y no se parará hasta derrotar a aquellas potencias emergentes que cuestionan su hegemonía. Esto lo aprendió Putin hace años y hoy lo está viviendo directamente Xi Jinping.
El debate ahora gira sobre la irresponsabilidad, la falta de experiencia y desconocimiento de la historia del actual equipo dirigente norteamericano. Hay verdad en esto, pero, desgraciadamente, la realidad se impone más allá de las ilusiones y de las buenas intenciones. El incidente de Taiwán clarifica mucho la guerra en Ucrania, a saber, el objetivo real es China y la guerra de la OTAN contra Rusia responde a una estrategia global muy pensada y organizada.
Conforme pase el tiempo las cosas se verán con más perspectiva y las nubes se irán dispersando. A la hora de posicionarse sobre los conflictos del presente se comenten dos errores de grandes dimensiones: a) no tener en cuenta que la correlación de fuerzas a nivel mundial está marcada por el dominio, el control económico y político-militar de EEUU. Ellos son los que mandan y los que imponen un determinado orden a través de un juego, más o menos explícito, entre un poder blando, un poder estructural y un poder duro, expresado en los benévolos términos de su academia; b) eludir sistemáticamente que existe una fuerte asimetría de poder punitivo-militar entre el imperialismo colectivo de Occidente y el resto del mundo, incluidas las potencias emergentes y una Rusia en reconstrucción. Esto ha sido evidente desde la II Guerra Mundial y se ha hecho determinante después de la disolución del Pacto de Varsovia.
EEUU es el único país que puede ser calificado de imperial: sus 800 bases militares en más de 80 países; la cualidad y composición de su estructura militar organizada para el dominio de los mares y la pronta disponibilidad de fuerzas expedicionarias capaces de intervenir decisivamente en cualquier lugar del mundo; el enorme poder económico del complejo militar-industrial y tecno-científico; una política de alianzas que, de facto, le sirve para subordinar y dirigir las fuerzas armadas de sus aliados, como la OTAN; las dimensiones enormes de su gasto militar. Se podría continuar. No todos son iguales. Unos mandan y otros se sublevan contra ese dominio.
El eje central de la política exterior norteamericana desde Bush padre ha consistido en impedir que pudiese emerger una potencia económica, política o militar con poder suficiente para cuestionar la hegemonía norteamericana en el mundo y las instituciones internacionales que lo mantienen y reproducen. No tengo ninguna duda de que esto es conocido por la dirección de China y que, de una u otra forma, guía su acción política. Lo que queda claro después de la guerra de Ucrania y del calculado incidente de Taiwán es la férrea determinación norteamericana para impedir la transición hacia un mundo multipolar, cueste lo que cueste, usando todos los instrumentos disponibles desde la guerra económica a la tecnológica, pasando por los conflictos híbridos, las operaciones especiales y el uso a fondo de las nuevas tecnologías basadas en la inteligencia artificial y la colonización del ciberespacio.
La ingenuidad no cabe ya en un mundo que vive un largo y tortuoso interregno entre un viejo orden organizado, dirigido por EEUU y un nuevo orden que está emergiendo en torno a las grandes potencias orientales, con una Rusia que se vuelve hacia Eurasia y rompe ataduras con una Unión Europea subalterna, siempre dispuesta a desaparecer como sujeto político a la mayor gloria de los EEUU. El verdadero debate, el que divide realmente a las fuerzas políticas, tiene que ver con esto: si se está con el viejo orden imperial y colonial o con el nuevo que se está construyendo, como siempre, en condiciones dramáticas. Cuando se ahonda, se ve con mucha claridad que, para una parte sustancial de los partidos europeas, su orden es el orden vigente, la «Pax norteamericana», la que se está cuestionando en todo el mundo. Dicho de otra forma, las clases dirigentes europeas prefieren cobijarse tras la fuerza de los EEUU que ser parte autónoma y actor definitorio del muevo mundo que está emergiendo.
Se discute mucho en estos días sobre el fracaso de las sanciones económicas decretadas por la OTAN contra Rusia y sobre sus capacidades militares y tecnológicas. No es el momento para entrar a fondo en esta cuestión. Más adelante lo haré. Me interesa mucho más un asunto al que se han referido con fuerza Pepe Escobar, Michael Hudson y, sobre todo, Alastair Crooke: el poder de los EEUU ya no es el que era; ya no son capaces de obligar al estricto cumplimiento de sus exigencias al resto del mundo, ni siquiera a aliados más antiguos o modernos. Llegan a donde llegan, es decir, al viejo Occidente imperial y colonial, basado en los protectorados político-militares de Japón, Corea del sur y Alemania/Europa. En palabras de un conocido diplomático de Singapur y antiguo Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Kishore Mahbubani: «los inflexibles líderes de Occidente deberían repetirse una estadística cada noche antes de irse a dormir, Occidente solo comprende el 12% de la población mundial». El mundo está cambiando mucho y rápidamente; es más, las sanciones contra Rusia -y en parte contra China- están acelerando su declive en sus dos elementos constitutivos, el dólar y el «Séptimo de Caballería».
La lucha por la paz hay que situarla en esta vertiente entre un orden unipolar en crisis y un mundo multipolar en desarrollo acelerado. Lo decisivo es que esta lucha por la paz debe tener un contenido antiimperialista y contra su instrumento político militar que es la OTAN. ¿Por qué? Hay que subrayarlo de nuevo: lo viejo no acepta la emergencia pacífica de lo nuevo, no acepta el fin del dominio despótico de Occidente. El equipo que dirige hoy EEUU juega con un supuesto que nos sitúa permanentemente al borde del abismo y es que los «otros» nunca usarán su fuerza nuclear y, por lo tanto, ellos pueden seguir abusando de su clara y nítida superioridad militar. El objetivo de la lucha por la paz es un nuevo orden internacional multipolar, democrático, justo e inclusivo. La apuesta es impedir que la derrota del imperialismo colectivo de Occidente acabe en un invierno nuclear.
Se trata de una victoria más de EEUU, como la de Irak, Libia o Afganistán. Una clara y nítida victoria pírrica. Se dice que el rey de Epiro, Pirro, después de su victoria sobre los romanos llegó a decir aquello de «otra victoria como esta y volveré solo a casa». Andrei Martyanov con su áspera ironía lo venía a resumir así: gratitud a la señora Pelosi por unir aún más a la dirección china con sus ciudadanos; gratitud por fortalecer y desarrollar la unidad entre Rusia y China. El mundo no es el que era.
Fuente: Público
Noticias relacionadas:
Etiquetas:
Biden, China, Estados Unidos, Nancy Pelosi, putin, Rusia, Taiwan, Xi Jinping