España
Diego Camacho (23/3/2014)
Parece que no hay un acontecimiento, fuera del ámbito económico, que pueda motivar a Rajoy a la toma de decisiones. Al mantenerse de perfil continuamente ante sucesos graves, el ciudadano que es sorprendido casi todos los días con noticias desagradables, que afectan a su identidad, a su seguridad o a sus derechos, se ha acostumbrado a no esperar nada del Presidente del Gobierno.

Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de ERspaña
Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de ERspaña

La inapetencia presidencial en resolver los problemas, para los que fue elegido con mayoría absoluta, se ha comunicado al Consejo de Ministros bajo el aspecto de incompetencia o desorientación. Así vemos como García-Margallo se empeña en ofrecer diálogo a las provocaciones secesionistas del Honorable, cuando el interlocutor idóneo es el ministro del Interior, pues Cataluña no es un país extranjero sino una región de España. En el caso del asalto a las verjas de Ceuta y Melilla, vemos lo mismo pero al revés. El protagonismo político lo asume Fernández Díaz, cuando el núcleo del problema reside en Marruecos y la iniciativa debería corresponder a Exteriores.

Es evidente que ambos ministros han tomado la cartera cambiada. En ambos casos se comprueba una extravagancia en el desempeño de las responsabilidades ministeriales, cuyo resultado inmediato es la debilidad del Gobierno, en el primer caso hacia el gobierno de la Generalidad y en el segundo hacia Marruecos.

El mayor problema del Consejo de Ministros, es su falta de credibilidad consecuencia del incumplimiento de su programa electoral, pero sobre todo de la corrupción que anida en el PP. La venalidad de los cargos públicos es increíble, existe un entrecruzamiento de mafias que carecen del mínimo amor hacia su país y cuyo único objetivo es seguir amasando dinero sucio. Ahí reside la razón por la que no ha actuado la Fiscalía contra la evasión de capitales de la familia Mas–Puyol; o por qué ha protegido los desmanes de la Casa Real hasta unos límites obscenos; o por qué se despilfarra anualmente el 11,4% del PIB en un sistema que utiliza el nepotismo, la corrupción y la falta de trasparencia. ¿Cómo un Presidente que ha protegido a Bárcenas durante 20 años, va a acabar con la corrupción? Es imposible.

El sistema territorial resultante, por la abdicación permanente del Estado, ha resultado ineficaz y pone hoy en riesgo nuestros derechos. No son los territorios los sujetos de los derechos sino la persona, aunque se llame Anne Ganuza tenga tres años y medio y viva en el condado de Treviño. La denegación de auxilio por parte de los responsables del País Vasco, es una muestra entre otras de ese espíritu cainita que se ha instalado en algunos lugares de la sociedad. Es verdaderamente esperpéntico que en España existan 17 defensores del pueblo. ¿Para qué?

Los ciudadanos debemos movilizarnos para que no haya otra niña que muera porque se le niega una ambulancia. Es necesario recuperar la asistencia sanitaria centralizada. Las Comunidades Autónomas, no solo la vasca, han acreditado su incompetencia por el derroche y los obstáculos burocráticos para proporcionar asistencia a españoles de otras comunidades. Un sistema como el español solo es viable si prevalece el principio de solidaridad.

La crisis española, no es solo económica como pretenden Rajoy y sus palmeros y tampoco debida sobre todo a factores exógenos. Es sobre todo resultado de un sistema corrupto e incompetente. Si los partidos son incapaces de arreglar sus organizaciones y hacer prevalecer el interés nacional sobre sus pasteleos varios, es la sociedad la que debe acabar con esta casta política corrupta si no queremos que estos mafiosos terminen de hundir nuestra nación.

N. de la R.
El autor es Coronel del Ejército y Licenciado en Ciencias Políticas.