José Ángel Fernández Villa, Alfonso Guerra y José Luis Rodríguez Zapatero
José Ángel Fernández Villa, Alfonso Guerra y José Luis Rodríguez Zapatero

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (29/10/2014)
La historia de nuestro país está plagada de traidores, chivatos, confidentes y, cómo no, de corruptos y corruptas. Más o menos como la de los demás. La gente honesta, sacrificada y valerosa a diario no parece tener hueco ni en la historia ni en los medios de comunicación. Hoy me voy a ocupar de los primeros. 

La actividad que desarrollan traidores, chivatos, confidentes y corruptos suele conducir al éxito, aunque sea efímero, flor de un día. El que se ejercita en alguna de esas artes suele tener una recompensa.  Los traidores, aquellos que violan la lealtad, suelen salir casi siempre a la luz. En unos casos porque una vez consumada la traición obtienen el pago, que suele ser un buen cargo o una prebenda importante; en el caso de ser descubierto en su deslealtad, también salen a la luz, aunque en estos casos sea para escarnio de su autor. Y, lógicamente, sufren las consecuencias. Antaño las traiciones, cuando eran descubiertas, a sus autores se les pagaba con la separación de la cabeza del resto del cuerpo.

Los chivatos y confidentes son otra cosa. Tienen un rango menor al de los traidores. Los chivatos comienzan su andadura en el colegio, son los típicos acusicas que susurran a la oreja del magíster burdas mentiras de los compañeros o denuncian sus pequeñas maldades. Suelen ser mentirosos y sibilinos, de andar lento, como midiendo los pasos que dan. Van con la cabeza gacha, como tratando de ocultar su maldad, mientras urden alguna de ellas.

Los confidentes –no confundir con espías profesionales- alcanzan el género de quasi auténticos profesionales. En el desempeño de su función, se tienen que ajustar a cierta metodología, a un estricto protocolo, con encuentros extemporáneos, llamadas telefónicas intempestivas y con el aporte de datos e informes que suministran al que recibe sus confidencias. Por supuesto, son chivatos en grado superlativo, aunque con horario y responsabilidad. Son empleados a tiempo parcial, y compatibilizan dos o más trabajos.

Los confidentes se mueven en las procelosas aguas de la geoestrategia internacional, en las invasiones de países, donde el agresor precisa de esas confidencias para llevar a buen termino la eliminación de toda resistencia. En estos últimos años, Irak ha sido un buen ejemplo de ello. En España, la invasión árabe y la entrada de las tropas napoleónicas se pudieron llevar a cabo gracias a la labor de destacados “especialistas” en ese ejercicio.

Pero donde mejor desempeñan los confidentes su rol es al servicio de las fuerzas de seguridad  y de los servicios secretos de las dictaduras.  Ahí es donde desarrollan a placer su trabajo. Ahí se sienten seguros y cobijados. A veces, si son descubiertos, su actividad se trunca y termina con la separación del alma del cuerpo. Vamos, que van a parar a las Calderas de Pedro Botero.

Sobre los corruptos -debido a la gran extensión de esta actividad-, dedicaré una o varias columnas en fechas próximas.

¿A qué vienen estas reflexiones? Pues ahora lo sabrán.

En una entrevista a la escritora Almudena Grandes sobre la novela “Las tres bodas de Manolita’, dice su autora que «La verdad de este país es muy miserable», y en ese libro nos descubre una parte de ella. Cita, por ejemplo, las andanzas en plena guerra civil de “El Orejas”, Roberto Conesa Escudero, “soplón y torturador”, que ocultó totalmente su vida privada porque no le convenía que la Brigada –se refiere a la Brigada Político Social- franquista supiera su pasado. Para unos fue un izquierdista, con lo cual conseguía información, pero a la vez no quería que en la brigada supieran que había sido “rojillo”. Según comenta la escritora, Conesa “estuvo siempre obsesionado con que nadie conociera su pasado de militante de la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas)”.

Esta historia ya fue publicada por Gregorio Morán en el periódico Diario 16, el 24 de marzo de 1977.

En la vorágine de noticias sobre la corrupción que asola últimamente a España, aparece el caso –no nuevo, pues muchos lo conocían- de un confidente de altos vuelos. Debe haber más, seguro, pero este ha saltado a las primeras páginas de la actualidad porque el susodicho confidente tuvo la osadía de acogerse a la amnistía fiscal decretada por el gobierno de Mariano Rajoy. El sujeto en cuestión, ingresó en un banco la cantidad de 140.000 euros, equivalente al 10% del dinero negro que quería transformar en blanco, es un líder sindical minero. Ese sujeto, que se encuentra ahora en paradero desconocido, como el joven Nicolás, es José Ángel Fernández Villa, líder sindicalista de la UGT, secretario general del poderoso sindicato minero SOMA y no se cuantos cargos políticos más. ¡De dónde ha sacado tanto dinero!, se preguntan unos y otros.

José Ángel Fernández Villa, en sus años más  activos.
José Ángel Fernández Villa, en sus años más activos.

Fernández Villa  ha sido considerado para la mayoría –algunos anarquistas y comunistas si sabían de sus andanzas entre las bambalinas de la brigada político social en tiempos de Franco y algo después- un líder sindical de la UGT, máximo dirigente del sindicato minero SOMA. En la cuenca asturiana hacía y deshacía a su antojo. Todos los años, puño en alto y cerrado canturreaba La Internacional, acudía a la Fiesta Minera Astur-leonesa de Rodiezmo, que se celebra el primer domingo de septiembre desde 1979.

Pero veamos algunos retazos de su andadura. El 18 de este mes, el diario digital Asturias24 publicó un artículo, firmado por  Fernando Romero, titulado Villa pasó información de anarquistas y comunistas a la policía franquista”, en el que desvelan algunos pasajes de la vida del líder sindicalista asturiano. El investigador José Ramón Gómez Fouz -según la misma fuente- “asegura que el ex líder del SOMA fue confidente de los torturadores Claudio Ramos y Pascual Honrado de la Fuente”. Transcurrían los años 70, “cuando por las cuencas mineras se movían como hormigas comunistas y anarquistas intentando reorganizar sus organizaciones ante la agonía del régimen, José Ángel Fernández Villa, era considerado un “compañero” por los militantes clandestinos de la CNT de La Felguera, bastión del anarquismo asturiano junto con Gijón”.

Villa se relaciona con sectores del anarcosindicalismo asturiano, llegando a participar en algunas reuniones clandestinas organizadas por el histórico José Luis García Rúa, a las que, entre otros, asistían José Manuel Fernández Cabricano y Aquilino Moral, “supervivientes de la Revolución del 34”. Villa acudía también a esos cónclaves, y era considerado como de los “nuestros”, afirma Rúa.  En esas y otras reuniones, Villa iba a obtener información. Era su trabajo.

En 1999 –informa el mismo digital- Fouz escribió un libro titulado ‘Clandestinos’, donde da pelos y señales de las delaciones de José Ángel Fernández Villa. “Asegura que fue testigo de documentos y testimonios en los que se descubre al que fuera el hombre más poderoso del socialismo asturiano durante años facilitando información a la temida Brigada Político Social de Asturias”, recoge Asturias24.

La misma fuente afirma que el contacto de Villa en la Brigada Político Social era Pascual Honrado de la Fuente, uno de los “presuntos torturadores contra el que hay abierto un proceso en la llamada Querella Argentina por los crímenes del franquismo”.

Las fuentes de Fouz nunca han sido puestas en duda, ya que “bebió” en los archivos policiales “a los que tuvo acceso precisamente por ser “hijo del cuerpo” y por su buena relación” con compañeros de su padre: “Ni siquiera el propio Villa desmintió lo publicado ni acudió a los tribunales para defenderse. “Lo que si me llegaron fueron muchas amenazas, aunque se preocupaban más por mi integridad física mis amigos que yo mismo”, declaró Fouz.

En el haber de Villa como confidente está el desmantelamiento del FRAP en Asturias (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), así como el haber pasado información acerca de los “movimientos” de sus propios compañeros y, por supuesto,  de dirigentes y militantes comunistas y dirigentes de CCOO.

Que se sepa, la labor de Villa como confidente de la BPS duró desde 1972 hasta octubre de 1976. Eso ha dejado escrito José Ramón Gómez Fouz: “era un hombre inquieto políticamente y andaba por todas partes. Claudio Ramos era muy fino para buscar gente. Se dio cuenta de que había quedado en el paro y le buscó un trabajo en la mina Colladona, entre Sama y Aller, que era de un señor que se llamaba Efrén y que conocí. El mismo me dijo que a Villa se lo habían impuesto desde la Policía. A cambio, Villa tenía que pasar información a Claudio Ramos”.

Es la propia policía la que le anima a que entre en el PSOE y en la UGT. Franco había muerto. A todos los que conocen a Villa les extraño esa nueva militancia, pues le consideraban más bien cercano al anarquismo.

Patricia del Gallo ha escrito en el diario ‘El Mundo’, que Villa fue obligado a dejar la secretaría general del SOMA, el sindicato que había liderado con férrea mano durante más de 30 años; lo deja, aparentemente, por motivos de salud. Pero pide que se le mantenga en el Consejo de la empresa Hunosa. El motivo es su «precaria situación económica”, según argumenta. No era cierto, pues un año antes se había acogido a la amnistía fiscal del gobierno entregando en un banco 140.000 euros, el 10% exigido para acogerse a esa amnistía. Así regularizaba 1,4 millones de euros que guardaba celosamente. Curiosamente, la noticia no sorprende a muchos de los que le conocen. Desde su círculo más íntimo se dice que ese dinero lo ha heredado, que procede de los ingresos de un bar-chigre, Casa Hermógenes, propiedad se sus padres.

Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

Villa fue miembro de la ejecutiva del PSOE, diputado autonómico en Asturias y senador. Mandaba mucho, algunos dicen que más que los presidentes de la comunidad. Entre sus amigos, Alfonso Guerra y Francisco Álvarez-Cascos, por ejemplo.  Villa tenía en un puño a los afiliados sindicales, sobre todo a los liberados, a los que amenazaba con mandarles a la mina si no cumplían a rajatabla sus órdenes. Atrás quedan los días  en que Villa comparecía en Rodiezmo con los jerifaltes socialistas.

Villa mantuvo excelentes relaciones con Francisco Álvarez Cascos, ex presidente de la comunidad asturiana, y con el ex alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo (PP). La longa mano de Villa –también conocido como El Jefe– llegaba hasta la designación de cargos públicos, candidaturas a los ayuntamientos y también influía en la contratación de las obras públicas. Por ejemplo, la construcción y gerencia del geriátrico Felechosa, que costó 31 millones de euros, edificado con fondos públicos. El geriátrico-residencia, destinado a los mineros jubilados, está controlado por el SOMA. Villa puso a  José Antonio Postigo, hombre de su confianza como presidente del complejo Montepío, y éste a su vez contrató al hijo de El Jefe como gerente con un contrato blindado. La gestión ha sido un fracaso estrepitoso. El agujero que dejan supera los 600.000 euros.

Villa es un caso más de los muchos que existen. Ya se sabe, la verdad de este país es muy miserable, y hay que contarla.