Mi Columna
Eugenio Pordomingo (22/3/2015)
Susana Díaz, la actual presidenta de la Junta de Andalucía –no elegida por los andaluces- anticipó las elecciones de su comunidad en una jugada política a la que se vio abocada por las circunstancias. Ni estrategia, ni arte magistral. Maquiavelo estuvo ausente. De una parte rompía con Izquierda Unida, de otra se adelantaba a que la marea de imputados por la vergüenza de los ERE le ahogara y, por último, se anticipaba a que Podemos y Ciudadanos se afianzaran en su comunidad. Curiosamente, el PP, el partido que ganó las anteriores elecciones autonómicas –aunque sin alcanzar la mayoría absoluta- está ahora de capa caída y envuelto en la maraña de las noticias sobre la corrupción que anida entre sus jerifaltes y cargos electos.
El PP no parece representar un peligro para el PSOE de Susana Díaz, pero quizás quedé en segundo lugar, en el supuesto de que los socialistas sean los más votados. De ser así, significaría que habrían ido a las urnas con una pinza en la nariz como dijo en su día el italiano Indro Montanelli cuando votaba a la Democracia Cristiana.
En el supuesto, casi seguro, que ningún partido obtuviera el respaldo para gobernar en solitario se abrirá un proceso –no muy largo, pues todos están como locos por “servir a su comunidad” y “su país”– en el que puede haber alguna sorpresa final.
Si por un azar de la Diosa Fortuna, Susana Díaz obtuviera un clamoroso triunfo comenzaría la “batalla por Madrid”. La Moncloa sería el nuevo objetivo del socialismo del Sur, encarnado por la Presidenta de la Comunidad. A Pedro Sánchez –yo no lo dudo- le encantaría que Susana Díaz se estrellase hoy domingo, aunque no sería raro que ella –osada y lenguaraz- buscase un discurso fácil y provocador para echarle a él la culpa de su fracaso.
Susana Díaz lleva toda su vida laboral en el PSOE, casi desde que hizo la Primera Comunión. Pero no se ha enterado de nada de lo que acontecía en su partido ni en su comunidad. No sabe nada del escándalo de los ERE, de Mercasevilla, de Invercaria, del ‘Caso Malaya’, del ‘Caso Majestic’, de los cursos de formación, de las subvenciones a los sindicatos, de los enchufes en la Junta. No se ha enterado tampoco de los más de 1.000 imputados por casos de corrupción, entre ellos los dos ex presidentes de la Junta, Chaves y Griñán, ni de que la Comunidad de Andalucía –gobernada por los socialistas desde que murió Franco– tiene el paro más elevado de España y Europa; tampoco se ha enterado que junto con Cataluña es donde peor funciona la Sanidad Pública; y tampoco conoce que su comunidad alcanza el mayor índice de pobreza. Y, ni por asomo conoce, que la comunidad que preside está anegada por el tsunami de la corrupción.
Lo sabe todo y más. Pero no le interesa decirlo. Y menos en campaña electoral. Ella no se ha cansado en estos días de dura campaña de decir, de denunciar, que toda la culpa es de Mariano Rajoy, al que le achaca todos los males que padece Andalucía.
Coincido con Julio Anguita, ex coordinador de Izquierda Unida, en que “Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos”.
Hoy saldremos de dudas.
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