Malí/Francia
Ana Camacho (13/10/2012)

Niñas de Malí en los campamentos de refugiados de su país en el vecino Níger. UNHCR/ H. Caus
Niñas de Malí en los campamentos de refugiados de su país en el vecino Níger. UNHCR/ H. Caus

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó ayer por unanimidad una resolución promovida por Francia y Marruecos en apoyo de la intervención de una fuerza militar africana en Malí cuyo objetivo es ayudar al Gobierno de Bamako a «reconquistar» el norte del país. Se trata de un importante avance para la diplomacia francesa que, desde la declaración de independencia de los tuareg del Azawad, el pasado abril, está volcada en una intensa actividad para contrarrestar la partición de su ex colonia. No es, sin embargo, una victoria redonda ya que no da luz verde definitiva a una acción  armada que requerirá el cumplimiento previo de una serie de condiciones de laboriosa ejecución.

«Esta es una primera resolución que será seguida por un plan más detallado en las próximas semanas», dijo el presidente de turno del Consejo de Seguridad, el embajador de Guatemala, Gert Rosenthal, al explicar la iniciativa. Según dijo, el texto solicita al secretario general de la ONU Ban Ki-moon que provea de inmediato de planificadores militares y de seguridad para que contribuyan al trazado de una hoja de ruta que responda a la solicitud de apoyo que el Gobierno de transición de Malí hizo a la ONU el pasado septiembre. Estos expertos deberán trabajar conjuntamente con las autoridades malienses y los responsables de la Cedeao (la organización Económica de los Estados de África Occidental), y la Unión Africana, que están dispuestos a suministrar una fuerza de 2.000 hombres.  

«Se le pidió al secretario general que presente una propuesta concreta en un plazo de 45 días»
, dijo Rosenthal. Habrá que ver ahora, qué dicen ahora los gobiernos de Argelia, Mauritania y Chad, los países que no forman parte de la Cedeao, pero que tanto en la ONU como en la Unión Africana quieren que se involucren en la operación.

Aunque la resolución de ayer, al menos en teoría, no deja todavía manos libres al despliegue militar tan deseado en París, el presidente François Hollande ha podido marchar a la cumbre de la Francofonía que ayer se inauguró en Kinshasa, la capital de la República Democrática de Congo (RDC), con una baza que da testimonio ante sus antiguas colonias de su todavía considerable capacidad de maniobra en la escena internacional.

Hollande hará todo lo posible para que esta gira africana, la primera desde que fue elegido hace cinco meses, inyecte confianza en sus conciudadanos, muy necesitados de grandeur en estos tiempos de crisis, y también, para hacer una exhibición de poderío que sirva de aviso a las Merkel  y Obamas sobre la firme voluntad francesa de no recular de su posición de superpotencia.

En Dakar, donde hizo una primera escala, pudo darse un satisfactorio baño de multitudes que dijo, le hicieron sentir que «era toda Francia la que era festejada» con tan caluroso recibimiento. Todo indicaba que en Kinshasa lo iba a tener algo más difícil, ya que la organización de la cumbre ha estado presidida por la polémica.  

ana-camachoHollande ya perdió un pulso frente al senegalés Abdu Diuf, presidente de la OIF, que no quiso atender sus peticiones para que se cambiase la sede de la reunión por considerar que la RDC es un estado policial que no respeta los derechos humanos y con una situación política «inaceptable».  Su propósito de recordar al presidente congoleño Kabila que el compromiso con la francofonía es algo más que compartir un idioma, podría tensar la cuerda de las ya difíciles relaciones con el país que, con 69 millones de habitantes, es el más poblado del mundo leal al francés como primera lengua.

 N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, además de secretaria de la asociación APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África), que también e puede leer en su página de Internet En arenas movedizas.