El presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim (a la derecha) y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Foto DREW ANGERER (EFE).

El presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim (a la derecha) y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Foto DREW ANGERER (EFE).

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (13/10/2014)
Hoy llueve a mares en Madrid. Lleva haciéndolo unos días. La lluvia me ha hecho reflexionar, sobre todo después de presenciar una escena, que les relato a continuación, y que va siendo habitual en España.

Tres personas de mediana edad -dos hombres y una mujer, ésta algo más joven que ellos- preparan el “hueco” donde van a pasar la lluviosa noche. El lugar escogido es –con toda seguridad el mismo de otros días- una oficina de Bankia (Caja Madrid). La oficina está, lógicamente, cerrada a cal y canto, pero en una especie de rellano donde está situado el cajero hay espacio suficiente para que los “tres” coloquen unos cartones y plásticos protectores para protegerse de la lluvia. Alguna que otra manta, sucia y vieja, servirán para camuflar el frío y la humedad que les van a acompañar.

No fui previsor ayer noche. No llevé paraguas ni prenda alguna que me protegiera de esa  “maldita” lluvia, aunque siempre “beneficiosa”. Me paré unos segundos sin reparar en el agua que a raudales caía por mi cara. Les miré avergonzado. Lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar en la mala noche que iban a pasar. Quizás ni han cenado, me dije. Otro pensamiento, o reflexión, me asaltó: ¿Cómo nuestra querida España, esa que glosó Cecilia, puede permitir esto?

Mientras preparaban su lecho, uno de ellos –un hombre de unos cuarenta años, quizás menos- levantó la cabeza y me miró. Llevaba un gorro de lana que le cubría la cabeza y encima, una bolsa de plástico de El Corte Inglés, con la que a duras penas trataba de evitar empaparse. Su mirada se balanceaba entre la tristeza y la vergüenza. En los escasos segundos que nuestras miradas se cruzaron no descubrí el más mínimo atisbo de odio, desprecio o rencor.

Esos segundos me parecieron horas. No me atreví a hacer ni decir nada. Él bajó la vista y comenzó a extender la vieja, sucia y despeluchada manta por encima de unos cartones. En un rincón, debajo del cajero de Bankia (antes Caja Madrid), el otro hombre, más joven que él, arropaba cariñosamente a la que parecía ser su compañera.

Comencé a andar despacio, aunque tenía ganas de correr. Ya no notaba la lluvia en mi cuerpo. Sentía rabia, dolor, frustración. Una y otra vez me repetía para mis adentros: “¡Vaya noche que van a pasar!”.

No podía apartar de mi mente la imagen de los tres debajo del cajero de Bankia (antes Caja Madrid). Pero de repente, como en un “viaje astral”  de los que describe Jack London en ‘El vagabundo de las estrellas’, pude contemplar una larga fila de personas, sacando dinero de ese cajero.  Eran los consejeros y directivos de la entidad que otrora se llamada Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid,  que destacaba por la labor meritoria de su Obra Social.

En mi “viaje astral” pude ver a varios miembros del PP, PSOE, IU, UGT, CCOO, CEIM, CEOE, sacar y sacar dinero de ese cajero.  Uno de los que más acudían con su “mafiosa tarjeta” era José Antonio Moral Santín de Izquierda Unida. Pero había más: Gerardo Díaz Ferrán, Arturo Fernández (CEIM); Francisco Javier López Madrid, íntimo amigo del rey Felipe VI;  Rafael Spottorno, ex Jefe de la Casa Real y consejero del rey;  Miguel Blesa, íntimo amigo de Aznar, y ex presidente de Caja Madrid; Rodrigo de Rato, ex presidente de Bankia; Francisco Baquero de CCOO; Gonzalo Martín Pascual de UGT; Antonio Romero del PSOE…y así hasta casi un centenar. En otro “viaje astral” les pude ver dilapidando dinero de todos los españoles para comprarse vinos carísimos, pernoctar en lujosos clubes, viajes a Nueva York, opulentos ágapes, y un sinfín de gastos más.

Me llamó poderosamente la atención ver al ex líder del SOMA- UGT,  José Ángel Fernández Villa, ingresando en metálico en un banco la cantidad de 1.4 millones de euros, acogiéndose a la amnistía fiscal del año 2012. Y desde entonces no dejo de preguntarme, ¿de dónde ha sacado ese dinero? ¿A cambo de qué se lo han dado?

Esta es la oligarquía –a mí, este nombre me gusta más que el de Casta- que nos gobierna y representa. Estos son los que recortan nuestros salarios, los que nos quitan nuestros derechos sociales adquiridos tiempo atrás. Estos son los que “racionalizan” plantillas laborales, los que obligan a muchos compatriotas a salir de España en busca de trabajo.

Por ellos, mucha gente duerme en la calle; mucha gente ha perdido su trabajo y su hogar; por ellos, muchos ciudadanos han caído en la tentación de suicidarse; por culpa de ellos, casi tres millones de niños se encuentran en riesgo de pobreza.

Una observación, la culpa no es sólo de ellos, sino también de los que teniendo la obligación de proceder contra ellos no lo hacen. Y por ello salen también beneficiados.  La corrupción sistémica (del sistema) cabalga a sus anchas sabedora de la impunidad en la que se mueve.

Esa oligarquía es la que obedece ciegamente las “recomendaciones” del FMI (Fondo Monetario Internacional), BM (Banco Mundial) y otros organismos internacionales, como el Club Bilderberg.

Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

Hace unos días, en el transcurso de una rueda de prensa, un portavoz del FMI reiteró que la “moderación salarial” debe continuar en España. Opinión que no comparten la Organización de Cooperación y Desarrollo (OCDE) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), además, digo yo, del sentido común, la solidaridad y la justicia distributiva.

En esa rueda de prensa, que tuvo lugar el pasado viernes, el subdirector del departamento europeo del FMI, Phil Gorsen, explicó que España ha llevado a cabo varias reformas y “alcanzado metas brillantes”, pero que todavía está afrontando una severa “crisis de desempleo”, razón por la cual la “moderación salarial debe continuar”. Al pan, pan; y al vino, vino. Fuera eufemismos. “Moderación” significa “reducción”.

Ellos piden –más bien imponen- que nos “racionalicen” los salarios, las prestaciones sociales y lo que sea, pero ellos hacen lo contrario. Por ejemplo, cuando Christine Lagarde se hizo con la presidencia del FMI en julio de 2011, hay que recordar que su sueldo aumentó un11% a cambio –se dijo- de “integridad, imparcialidad y discreción”.  Los ejemplos que nos ofrece España –más y peores- son tantos que no caben aquí.

El invierno llega, y cada vez son más las personas que se suman involuntariamente al grupo de “pobres energéticos”. Actualmente lo integran más de cuatro millones de españoles que no pueden poner la calefacción, que no disponen de electricidad ni agua caliente, ni teléfono.

Sin embargo, ellos, la oligarquía, viven inmersos en la fiesta y el jolgorio, en el derroche y la opulencia. Y lo hacen a nuestra costa.

 


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