Mi Columna
Eugenio Pordomingo (11/5/2016)
José Manuel García-Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Gobierno de España, lleva desde que hizo la Primera Comunión, quizás antes, mentido en los berenjenales bienpagos de la “cosa política”. Se las sabe tocas –me refiero a los asuntos políticos-, ha sido parlamentario europeo desde 1994 (nada menos que 22 años), vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios desde 1999; ligado a las Universidad de Deusto y a la Pontificia de Madrid, es un democristiano de pies a la cabeza.
Metido hasta las cachas en la política, García-Margallo hizo sus primeros pinitos en las Juventudes Monárquicas Españolas (JUME); de allí al Partido Popular de José María de Areílza y Pío Cabanillas, acabando en la UCD (Unión de Centro Democrático), de momento. La UCD fue aquel proyecto político nacido desde el Poder y para el Poder, que echaron por tierra algunos colegas de Adolfo Suárez, como Rodolfo Martín Villa, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Pio Cabaillas, Oscar Alzaga, Marcelino Oreja, Antonio Garrigues, etc., etc., con el inestimable apoyo de la banca española y la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), la bendición de la Iglesia Católica Española, y el beneplácito de la embajada USA en Madrid, que no veía bien el flirteo de Adolfo Suárez con Yasir Arafat, líder de la OLP.
Esos prohombres –más bien traidores-, que bebían los sesos por el expresidente Suárez, con más o menos fortuna, se “entregaron” a la Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne. Lo hicieron, ¡quién lo duda!, por amor a España; no por ocupar un cargo o recibir una prebenda; ¡qué va!
En 1977, nuestro hombre, García-Margallo, ocupó sillón en el Congreso de los Diputados; de ahí pasó a Coalición Popular, antesala de AP y después PP.
Como la cosa le venía pequeña, optó al puesto de diputado en el Parlamento Europeo (1994-1999). Y la “bolita de la suerte” le tocó. El 21 diciembre de 2011, un día antes del Sorteo de la Lotería Nacional, fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Gobierno de España. Y ahí sigue.
Como buen democristiano se amolda a lo que da la vida (destino y libre albedrío, decía San Agustín), pero se ha dado cuenta, ha hecho autocrítica, y de esas reflexiones se ha dado cuenta de que el “austericidio” y las tremendas desigualdades que ha provocado su Gobierno, el de Mariano Rajoy, han sido de tal calibre, que ayer lo ha reconocido: «Nos hemos pasado cuatro pueblos en el tema de la austeridad», dijo durante una entrevista en la cadena Antena 3 Noticias.
Olvida García-Margallo, que la austeridad, las reformas laborales y recortes –eufemismos con los que se trata de ocultar el mal causado de la pobreza, echar trabajadores a la calle y quitarles derechos sociales- fueron objetivos básicos y fundamentales del gobierno del Partido Popular. Se decía que así se iba a recuperar económicamente España y, mediante esos “ajustes”, se lograría más empleo y bienestar. Pero aconteció todo lo contrario.
Cambios repentinos como este, de la noche a la mañana, y de este calibre, están comenzando a producirse. No es un mea culpa, ni un acto de contrición, es simplemente una señal de que ha comenzado la campaña electoral. La lucha por el Poder. Y esta sí que va a ser dura.
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